A Jacqueline Van Ovost no le importan que le digan que no. Cuando quiso entrar en la Academia del Ejército del Aire de EE.UU. le cerraron la puerta porque no pasó la prueba de flexiones. Colgó una barra del marco de una puerta en su casa para recordar su fracaso y para evitar que volviera a suceder. Unos años después, lanzaba su gorra al aire como graduada del Ejército del Aire.
Por Javier Ansorena – ABC DE ESPAÑA
Pidió pilotar cazas aunque sabía que, entonces, a finales de los años 80, en sus cabinas no entraban mujeres. Le dijeron que no, pero acabó como piloto de pruebas, con experiencia en una treintena de naves del ejército de EE.UU. y con paso por conflictos como el de Afganistán.
Estuvo 4.200 horas en el aire y, con ellas, ascendió hasta las cotas más altas de la jerarquía militar: el pasado agosto se convirtió en general de cuatro estrellas, una de las pocas mujeres en conseguirlo, y la única en este momento entre los 43 militares con ese rango en EE.UU.
Poco después de ese ascenso histórico, estuvo a punto de llevarse otro ‘no’. El pasado otoño, Van Ovost y otra mujer, Laura Richardson, del ejército de Tierra, habían sido elegidas por los responsables del Pentágono para estar al frente de dos comandancias de combate: la de Transporte y la Comandancia Sur -al mando de las operaciones en Centroamérica y Sudamérica-, respectivamente.
Las dos personas determinantes en el nombramiento decidieron retrasarlo. Mark Esper, entonces secretario de Defensa, y Mark Milley, todavía hoy presidente del Estado Mayor, consideraron que había un riesgo para la promoción de estas dos mujeres: Donald Trump. Su asunción era que el presidente descarrilaría el nombramiento porque no sería popular en sus bases y elegiría dos hombres.
Era también una época de fuerte tensión entre los líderes del Pentágono y la Casa Blanca. Trump había exigido que se desplegara el ejército en las ciudades de EE.UU. para dar una muestra de fortaleza ante las protestas raciales, y el Pentágono se resistió.
«Fueron elegidas porque eran las mejores oficiales para esos cargos y no quería que sus promociones se desbarataran porque alguien en la Casa Blanca de Trump viera que era yo quienes la recomendaba o creyera que el Departamento de Defensa estaba haciendo juegos políticos», dijo Esper a ‘The New York Times’. Decidieron retrasar los nombramientos hasta que decidieran las urnas, que dieron la espalda a Trump
Anuncio el 8 de marzo
A quien no le ha importado hacer política es al ganador de esas elecciones. Joe Biden eligió el pasado 8 de marzo para presentarlas en sociedad como muestra de su compromiso con la igualdad de género. «Necesitamos que las jóvenes mujeres que empiezan su carrera en el ejército vean esto y sepan que no hay ninguna puerta que estará cerrada para ellas», dijo Biden.
Richardson, todavía teniente-general de tres estrellas, está nominada para la cuarta estrella. Ella y Van Ovost serán la segunda y tercera mujeres en estar al frente de una comandancia de combate. Un logro impensable para ellas cuando empezaron a pilotar aviones a los 16 años. Van Ovost es hija de una familia de inmigrantes de Holanda que montaron un negocio de aviación. Su sueño era volar a velocidad ‘Mach 1’ y ha llegado mucho más alto.
Richardson es de familia militar y se casó dentro del ejército, con otro militar que también ha alcanzado la tercera estrella. ‘Una familia americana va a la guerra’, fue el título de un artículo en ‘Time’ de 2017, cuando Richardson y su marido dejaron a su hija con sus abuelos para servir en combate en Irak. «Cuanto más asciendes, más difícil es estar juntos», dijo en una ocasión sobre la conciliación de la vida familiar con el ejército. A partir de ahora se le complicará mucho más.
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