Un helicóptero UH-60 Black Hawk artillado con una mortífera Vulcan M134 Minigun, que puede disparar hasta 850 balas por segundo, fue sólo la primera muestra del arsenal que presumieron aquel día las Fuerzas Armadas (FFAA) durante el operativo para recapturar a Ovidio Guzmán López, El Ratón, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán.
Las operaciones aéreas del personal militar remitieron incluso a las acciones del gobierno en la década de los noventas, durante combates a guerrillas como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
En 1994, las Fuerzas Armadas artillaron de manera irregular varios aviones Pilatus C-7 para intervenir en el conflicto armado que se desató en Chiapas durante el último año de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
Imágenes similares a las de aquel entonces fueron visibles durante la violenta jornada del pasado 5 de enero en Sinaloa. Con aviones Beechcraft T-6 Texan II, aparentemente artillados, la corporación sobrevoló la zona de Culiacán y atacó a múltiples objetivos terrestres.
Sin embargo, para sorpresa de nadie, Los Chapitos —la facción del Cártel de Sinaloa encabezada por los herederos del narcoimperio de Guzmán Loera— también contaban con una amplia variedad de armas a su disposición.
Con la intención de evitar el aseguramiento y traslado de Ovidio Guzmán a la Ciudad de México, sicarios del grupo criminal utilizaron su artillería para enfrentar no sólo al personal de Infantería, sino a las unidades militares terrestres y aéreas.
Uno de los videos que más se popularizó durante el “segundo Culiacanazo” fue el de un sicario apuntando y disparando contra un avión de la Fuerza Aérea con un fusil Barret M82A1 antimaterial calibre .50. Este artefacto se popularizó durante la Guerra del Golfo en los noventas debido a su largo alcance (alrededor de un kilómetro) y su efectividad contra blancos como radares o vehículos.
Como consecuencia de los ataques de sicarios a las unidades aéreas, dos aviones recibieron impactos de bala, según confirmó la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC). Uno fue de la Fuerza Aérea, otro fue de Aeroméxico.
Hasta el momento se desconoce al saldo de personas lesionadas o fallecidas exclusivamente derivadas de las operaciones por aire de las FFAA.
Por otro lado, los enfrentamientos en tierra también se llevaron a cabo con un potente arsenal por parte de ambos bandos. Vehículos oficiales y particulares destrozados llenaron las zonas aledañas al domicilio de Ovidio Guzmán en Jesús María, así como otros puntos en Culiacán y el resto del estado.
Una de las imágenes que mejor exhibió la brutalidad de los combates fue la de un vehículo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), matrícula 5734572, que quedó completamente devastado a pesar de su blindaje.
La unidad del Ejército, que podría ser un SandCat o un DGIM DN-XI, fue visiblemente atacada por proyectiles de alto poder. Fuentes especializadas en arsenal militar consideraron que, para causar tal daño al vehículo, Los Chapitos tendrían que haber utilizado armas como RPG 7 (un lanzacohetes antitanques portátil) y rematar al automotor con granadas de 40 mm, que son de uso militar.
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