Apenas unas horas antes de la fecha límite del 31 de agosto, las fuerzas estadounidenses se retiraron completamente de Afganistán después de casi 20 años. Pero el país, ahora controlado por el mismo grupo miliciano que el Ejército estadounidense sacó del poder hace décadas, no es para nada estable.
Carlos Santamaria | El Confidencial
El letal atentado suicida frente al aeropuerto de Kabul perpetrado por el ISIS-K, la filial local del Estado Islámico y rival ideológico de los talibanes, ha planteado nuevas dudas sobre si los talibanes tendrán capacidad para mantener incluso la seguridad básica tras la salida de Estados Unidos.
Grandes potencias extranjeras no tienen claro cómo lidiar con los talibanes. Pero todos comparten un interés común: hacer lo que sea necesario para prevenir nuevos atentados terroristas y una crisis de refugiados.
Estos son los principales: EEUU estaba deseando retirarse de Afganistán, pero eso no significa que Afganistán no siga siendo un problema para Estados Unidos. Para EEUU, la caótica retirada y las primeras muertes de soldados estadounidenses desde el acuerdo de paz de 2020 con los talibanes son un recuerdo aleccionador de que tendrán que seguir manteniendo un ojo en el país. Después de todo, asegurarse de que Afganistán no será nunca el escenario para otro 11-S fue la razón principal que justificó la invasión.
Para complicar las cosas aún más, Afganistán se convertirá pronto en un punto ciego para la Inteligencia estadounidense. Sin soldados en el terreno, será muy difícil detectar si el ISIS-K o una resurgida Al Qaeda están planeando atentados contra intereses estadounidenses. Las ideas sobre que Estados Unidos comparta inteligencia con los talibanes son como mucho meras ilusiones, así que un asediado Joe Biden necesita alguna solución.
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