Francia está conmocionada por el secuestro de Mia, una niña de ocho años de la que no se sabe nada desde el martes. Vivía con su abuela en un pueblo cerca de la localidad de Saint-Dié-des-Vosges, en el departamento de Vosgos. La mujer tenía la custodia legal de su nieta luego de que la Justicia dictaminara que la madre, Lola Montemaggi, no estaba en condiciones de hacerse cargo de ella. Ni siquiera tenía permitido estar a solas con ella.
Tres hombres se presentaron el martes antes del mediodía a la casa en la que Mia vive con su abuela. Dijeron ser representantes de los Servicios Educativos Territoriales.
Afirmaron haber ido a pedido de la escuela de Mia y dijeron que tenían que llevarla a un centro de estudio. Así entraron y se la llevaron, sin necesidad de acudir a la violencia, según informó el fiscal Nicolás Heitz, citado por Le Parisien. Cuando la abuela llamó a los profesores de la niña, que negaron cualquier vínculo con esos hombres, ya era demasiado tarde.
La mujer hizo la denuncia policial de inmediato. Cuando los investigadores policiales fueron a buscar a la madre, no la encontraron. Su estado mental es por lo menos frágil. Trataba de vivir al margen de la sociedad, tenía ideas extremistas y había manifestado ideaciones suicidas delante de su hija.
El mismo martes se difundió un alerta de secuestro. Pero luego fue dada de baja inesperadamente. La Policía la sigue buscando, pero ya no se cumplen los exigentes parámetros para la alerta nacional.
Los tres sospechosos del rapto fueron arrestado el miércoles a la noche en París. No estaban con la niña cuando los detuvieron. La Policía informó que el trío estaba bajo la mira de la Dirección General de Seguridad Interna por ser considerados potenciales extremistas.
Forman parte del “preparacionismo”, un movimiento de extrema derecha que considera que la descomposición del orden social por alguna catástrofe es inminente y que hay que estar preparados para cuando llegue el momento. Esto suele incluir estar armados para defenderse cuando emerja el caos. De hecho, los investigadores encontraron en una de sus casas pólvora y un instructivo para fabricar bombas.
Aún no hay rastros de Mia. Lo que se sabe es que tiene ocho años, mide un metro y 30 centímetros, tiene los ojos marrones y el cabello largo. Cuando la secuestraron vestía pantalones negros y un chaleco con lunares dorados.
La principal hipótesis de la Policía es que los secuestradores le entregaron la niña a la madre, que se la llevó a algún lugar desconocido. Montemaggi, de 28 años, también es partidaria del preparacionismo. Ella quería educar a Mia en su casa, según sus propios parámetros, y rechazaba de plano que fuera a la escuela. Es una de las razones por las que le retiraron la custodia y se la dieron a la abuela.
La actividad de Montemaggi en redes sociales sugiere que era seguidora de distintas teorías conspirativas. Entre otras cosas, escribía comentarios infundados acerca del origen del COVID-19 y de las redes 5G, en línea con el discurso de muchos grupos extremistas que son muy activos en algunos foros de la web.
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