El opositor ruso Alexéi Navalni sitúa a Vladímir Putin en la cúspide de un engranaje estatal que ejecuta a disientes políticos. “No tengo ninguna duda de que Putin ordenó envenenarme”, asegura en una entrevista. Desde que el cuerpo de este abogado de 44 años colapsó el pasado 20 de agosto durante un vuelo entre Siberia y Moscú a consecuencia de Novichok, un agente nervioso concebido por la Unión Soviética en los años 70 y 80, Navalni ha culpado al presidente ruso de su frustrado envenenamiento.
Por JOAQUÍN GIL | El País
Su caso, el de un hombre revolviéndose entre gritos en un avión tras entrar en contacto con una misteriosa sustancia, ha desatado una tormenta diplomática contra Moscú. Pese a que el Kremlin rechaza las acusaciones y presenta a este azote de las élites y la corrupción en Rusia como un agente de la CIA, la Unión Europea ha cerrado filas y ha impuesto sanciones al círculo cercano de Putin tras el envenenamiento.
Tres meses después de abandonar el hospital Charité de Berlín, donde se debatió durante más de un mes entre la vida y la muerte, Navalni concede su primera entrevista a un medio en español.
Ariete de Putin, este disidente risueño y expresivo atiende a EL PAÍS por videoconferencia desde Alemania. La conversación se produce en inglés, el viernes por la mañana. Tres días antes de que el portal de investigación Bellingcat y este periódico revelen hoy que el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB, heredero del KGB soviético) vigiló al opositor desde 2017. Y que tres agentes de este organismo especializados en sustancias químicas viajaron la víspera de su intoxicación a Tomsk, la ciudad siberiana donde se alojó este incómodo activista cuando fue envenenado.
Pregunta. ¿Cómo se encuentra?
Respuesta. Estoy mucho mejor. Tengo algunos problemas menores. Mi esfuerzo está centrado ahora en recuperarme. Quiero volver a Rusia. Desgraciadamente, no hay muchos casos como el mío de personas que hayan sobrevivido a Novichok. Los doctores están bastante sorprendidos con mi evolución.
P. ¿Cómo recuerda su fatídico vuelo Siberia-Moscú del pasado 20 de agosto?
R. Es bastante difícil de explicar. Cuando subí al avión, me encontraba bien. Y, de repente, sentí que algo marchaba mal. Nunca antes había experimentado una situación igual. Fue diferente a los peligros que uno puede imaginar en su vida diaria, como que te disparen o algo así. Es terrible. El ser humano no ha inventado palabras para describir qué me pasó. Novichok ataca al sistema nervioso. Dificulta la respiración. Te deja fuera de combate. Podía ver, caminar y hablar. Y, 15 minutos después, creía que me moría.
P. Su equipo aseguró haber hallado restos de Novichok en una botella de agua en la habitación del hotel de Siberia donde se hospedó, ¿tiene más detalles sobre cómo entró en contacto con el agente nervioso?
R. Gracias a la investigación de Bellingcat, en la que hemos participado, conocemos muchos detalles sobre cómo funcionan estos equipos de asesinos, pero todavía no está claro cómo fue el momento del envenenamiento. Mi equipo recogió todo lo que pudo de la habitación del hotel tras el suceso. Sin embargo, no pudieron llevarse algunas cosas, como las almohadas y otros objetos de la cama. Cogí una botella de agua y bebí durante mi estancia. No recuerdo si fue por la mañana o antes de acostarme. Lo cierto es que se hallaron restos de Novichok en la superficie de la botella, que toqué tras la intoxicación. Pero quizá me pudieron envenenar poniendo esa sustancia en la ropa o la puerta que toqué. No está claro…
P. Usted acusó directamente a Vladímir Putin tras su envenenamiento, ¿qué evidencias tenía entonces?
R. No tuve ninguna duda cuando salí del hospital de que [el envenenamiento] fue ordenado por Putin. Me basé en un hecho muy simple: el Novichok es el agente más tóxico inventado por el ser humano. Y para su producción se necesita un laboratorio estatal. Un enorme esfuerzo del Estado. Es un arma química. Moscú declaró en 2017 la destrucción de sus armas químicas. Por tanto, aunque oficialmente no hay Novichok en Rusia, el agente pudo fabricarse en un laboratorio secreto bajo las órdenes directas de Putin. Es como el caso del ataque de Salisbury [intento de envenenamiento en 2018 del exespía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia en esta ciudad del Reino Unido].
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