Un día después de la retirada de los combatientes del grupo paramilitar Wagner de Rostov del Don, en el suroeste de Rusia, parcialmente controlada el sábado por los rebeldes, Rina Abramian afirmó sentir «alivio».
«Cuando la rutina en nuestra ciudad cambia y se comprende de verdad lo que ocurre, uno se siente muy ansioso y en peligro», dijo esta médica de 28 años, con un pequeño crucifijo alrededor del cuello.
La súbita llegada de los combatientes de Wagner a Rostov, ciudad estratégica de más de un millón de habitantes, tomó por sorpresa a la población.
Todo el día, hombres de Wagner con el rostro cubierto patrullaron la ciudad como si fuera suya, con fusiles de asalto, mientras que su jefe, Yevgueni Prigozhin, se instalaba en la sede del ejército, que dijo haber tomado «sin un solo disparo».
El sábado por la noche, cuando columnas de blindados de Wagner avanzaban hacia Moscú, el Kremlin y Prigozhin anunciaron repentinamente el fin de la rebelión, tras una mediación del dirigente bielorruso Alexander Lukashenko.
El domingo, las huellas dejadas por los tanques de Wagner aún eran visibles en las calles de Rostov. En un parque, una pancarta azul rezaba: «Hermanos, impidamos un baño de sangre, nadie es enemigo de nadie aquí, ¡la victoria solo es posible juntos!»
«Ya terminó»
Los habitantes, que estuvieron en sus casas el sábado por llamado de las autoridades locales, disfrutaron este domingo del sol, deambulando por las alamedas.
Sentada en un banco, Tatiana, una maestra jubilada de 76 años que no quiso dar su apellido, declaró que al enterarse del levantamiento de Wagner, se sintió muy «conmocionada».
«Pasé todo el día (del sábado) en la casa (…). Estuve informándome todo el día y estaba de verdad inquieta. Ahora estoy contenta de que eso ya terminó», explicó.
Dmitri Filianine, un psicólogo de 35 años, de barba acicalada, se mostró también aliviado, aunque se planteó muchas preguntas.
«Sigue la incomprensión. ¿Por qué ocurrió eso? ¿Quién está detrás de esto?», comentó. «Hay aun confusión, pero la cosa está más calmada».
Aunque los habitantes dijeron haberse vistos sorprendidos por la llegada de Wagner y muchos se manifestaron aliviados tras la salida de los mercenarios, hubo quien no ocultó su apoyo a los combatientes del grupo que participaron en la ofensiva de Rusia en Ucrania, especialmente en la ahora famosa batalla de Bajmut, ciudad del este de Ucrania devastada por meses de combates.
«¡Wagner! ¡Wagner!»
Cuando iniciaron su retirada de Rostov el sábado por la noche, los combatientes de Wagner fueron aplaudidos por decenas de personas en la calle.
«¡Gracias!», «¡Wagner! ¡Wagner!», gritaron varios vecinos de la ciudad, mientras Yevgueni Prigozhin, como una estrella de rock, estrechaba las manos desde la ventana de su vehículo, rodeado por jóvenes que lo aclamaban y lo filmaban.
Boris Koudriavtsev, chofer de taxi jubilado, no disimuló su «respeto» por los miembros de Wagner. «Los comprendo un poco», añadió, pero consideró que debieron solucionar el problema con el ejército de otra manera.
«No es correcto. Llegaron con armas, eso hubiera podido ser peor», dice.
Desde hace meses, Prigozhin critica al ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor del ejército, al que acusa de incompetencia, expresando la frustración de una parte de la población rusa por las dificultades experimentadas durante la ofensiva en Ucrania.
Para Anton, de 33 años, el grupo Wagner actuó «correctamente», pues «defienden lo que es justo y lo que debe hacerse».
AFP
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.