Hay una correspondencia en los dos ejemplos, y sin embargo, tan diferentes el Sha y Chávez, y con todo, también se podría escribir Shavez. Si el Sha estaba decidido a construir lo que llamó la Gran Civilización, para Hugo Shavez el equivalente era la Patria Grande con la que soñó Simón Bolívar. Si el propósito del Sha era la construcción de la Quinta Potencia del mundo después de Estados Unidos, Unión Soviética, China, Francia e Inglaterra, el de Shavez era el País Potencia con un sitio en la apuesta continental y multipolar. Todo tuvo su inicio en la ambición que despierta el chorro petrolero y los dólares de los precios. Y en ambos casos, todo terminó en el garete. La Quinta Potencia y el País Potencia derivaron en escombros.
Por Juan Carlos Zapata | ALnavío
Hugo Shavez era él y sólo él. Un monarca sin corona. Un líder ungido por el soberano que es el pueblo y el pueblo es la voz de Dios. Y afirmaba que seguía la voz de Dios. Porque el tiempo de Dios es perfecto, repetía. Y quien tenga oídos que oiga y el que tenga ojos que vea, sentenciaba. Y todo está escrito bajo el sol, señalaba. Y escrito estaba que Jesús Cristo fue el primer socialista, el primer revolucionario, y esta revolución, resumía, es cristiana, humanista, socialista y chavista. Y para apuntalar el discurso tenía el petróleo. El chorro del petróleo. Y las arcas llenas. Y la ambición necesaria y el hambre de poder y la vocación de poder y la locura del poder que lo llevaban a pensar en términos absolutos, y decidir, como los reyes de la Corona española que acopiaban la riqueza de las colonias americanas, lo que se debía hacer, cómo hacerlo, y cuándo hacerlo. No hay que retroceder tan lejos en el tiempo. Ryszard Kapuscinski nos ofrece una versión cercana en el tiempo del Sha de Irán. “El petróleo suscita grandes emociones y grandes pasiones, porque el petróleo es sobre todo una gran tentación”. La tentación del dinero. La tentación del poder. Pero no cualquier poder. El total. Más o menos es lo que escribía la semana pasada en El País de Madrid el venezolano Ibsen Martínez, que “Está en la naturaleza del petro-Estado la gestión maniaco-depresiva de los ciclos de precios del negocio petrolero. La fase maniaca se corresponde con los precios altos y alienta la convicción de que todo es posible para la petrochequera del Estado. Es tiempo de planificar en grande, de despilfarro, de endeudamiento sin tasa y múltiples ocasiones para la corrupción”.
De la Quinta Potencia del Sha al País Potencia de Chávez
Hay una correspondencia en los dos ejemplos, y sin embargo, tan diferentes el Sha y Shavez, y con todo, también se podría escribir Shavez. Si el Sha estaba decidido a construir lo que llamó la Gran Civilización, para Hugo Shavez el equivalente era la Patria Grande con la que soñó Simón Bolívar. Si el propósito del Sha era la construcción de la Quinta Potencia del mundo después de Estados Unidos, Unión Soviética, China, Francia e Inglaterra, el de Chávez era el País Potencia con un sitio en la apuesta continental y multipolar. Escribe Kapuscinski en su libro El Sha o la desmesura del poder: El petróleo es “una tentación de enormes sumas de dinero fácil, de riqueza y fuerza, de fortuna y poder”. Y narra que el Sha se encerraba en su despacho y tomaba “centenares de decisiones que sacudían a Irán y que al cabo de cinco años arrastrarían a la catástrofe al país y al propio monarca”. Coincide el relato con aquel Shavez anunciando plantas industriales, oleoductos, ejes fluviales, refinerías en Venezuela y otros países, flotas pesqueras, seguridad alimentaria, planes con el fin de arrasar la pobreza, satélites en el espacio, una línea aérea orgullo nacional en el mundo, compra de armas, aviones, barcos, un sistema ferroviario que cubriera a todo el país, el desarrollo aguas abajo del petróleo, el aluminio, el hierro. ¿Y qué pasó? El país catástrofe. El país de la hiperinflación. Del hambre. Del éxodo masivo de venezolanos. El de cero crecimiento. El que ya no tiene industria petrolera, ni refinerías, ni produce gasolina. Shavez murió antes de ver el desastre. Nicolás Maduro no sólo lo ve. Lo profundiza. Cuando cae el Sha, ¿qué queda de la Quinta Potencia? Escribe Kapuscinski: “La Gran civilización del sha yacía en medio de escombros”. El Sha huye y puede ver el resultado de su proyecto faraónico. En cambio, a Shavez la muerte le evita observar el estado en que había dejado las finanzas públicas, las reservas internacionales, la industria petrolera, la telefónica estatal, las empresas básicas, la agricultura, la producción nacional, las reservas de oro monetario, los servicios de agua, electricidad y salud, la educación primaria, secundaria y superior, y las 100 empresas del Fonden, un fondo más de despilfarro que desarrollo.
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