Alemania podría tener por primera vez en su historia una máxima autoridad proveniente del Partido Verde. Se trata de Annalena Baerbock, quien se proyecta para sustituir a Ángela Merkel como canciller del país europeo el próximo mes de septiembre cuando se lleven a cabo las elecciones.
Infobae |Gustavo Sierra
El máximo desafío de Baerbock y su partido en esta campaña es el de convencer al electorado alemán de que están preparados para el liderazgo nacional y aportar una mano firme para gobernar el país, incluso en política exterior y seguridad. Baerbock es una especialista en esos temas. Era hasta ahora una de las portavoces de los Verdes en materia de política exterior. Platea una política proeuropea, más dura con las grandes potencias autoritarias y centrada en los derechos humanos y el cambio climático. Es una pragmática en temas como la OTAN y el gasto militar. “Está muy bien informada. Enseguida tienes la sensación de que sabe de lo que habla. Para ella la política global es una motivación intrínseca. No es forzada, y eso es lo que la hace tan creíble”, opinó Jana Puglierin, directora del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Berlín.
La líder verde, está casada y tiene dos hijos. Viven en la ciudad de la ex RDA, Potsdam, no muy lejos de Berlín. Nació en una granja de Hannover el mismo año en que se fundó su partido y sus padres ya eran militantes ecologistas. Era la época del movimiento antinuclear y en su casa, así como en su escuela, colgaban carteles de Greenpeace. Luego estudió Ciencias Políticas e hizo un máster en Derecho Público Internacional en la prestigiosa London School of Economics. Su trayectoria política es meteórica. Se afilió al Bündnis 90/Die Grünen (Alianza 90/Los Verdes) en 2005 y tres años más tarde ya estaba en el comité ejecutivo del partido en Brandemburgo. De allí saltó directamente al Bundestag, el parlamento federal. También estuvo en Bruselas donde fue jefa de gabinete de la eurodiputada verde Elisabeth Schroedter. Muy segura de sí misma, convincente y oradora apasionada. “Soy del tipo pragmático”, aseguró en una entrevista. Ante los delegados de su partido, se definió como una “realista radical”. Su debilidad es la falta de experiencia de gestión. Ante esto repite a la prensa: “todos los cancilleres tuvieron que aprender y yo soy muy rápida para eso”.
Baerbock tiene un contrapeso importante en el partido, el copresidente, Robert Habeck. Un hombre calmo y reflexivo de 51 años que muchas veces tiene que salir a moderar lo que ella dice. “Es sólo una cuestión de personalidad”, se justifica. Doctor en Filosofía, vegetariano y autor, junto a su mujer, de cuentos para niños, novelas y una obra de teatro. Es padre de cuatro hijos y entró en la política, precisamente, porque se puso al frente de un reclamo vecinal para que construyeran una ciclovía segura para ir a la escuela. Su apariencia juvenil y relajada lo hacen perfecto para la televisión.
Hace apenas unos meses, cuando Merkel anunció que daba un paso al costado, la apuesta era por una coalición de conservadores y verdes. La caída de los cristianodemócratas en las encuestas y la popularidad de los ecologistas abren otras opciones. Y algunas son con Los Verdes liderando la próxima coalición en Berlín. La caída de 10 puntos porcentuales de la CDU/CSU en lo que va de año —principalmente por la mala gestión de la pandemia— está abriendo la puerta a otras combinaciones, con Baerbock a la cabeza, lo que supondría un terremoto en Berlín y Bruselas. La alternativa más factible, dicen los que están haciendo cálculos político-matemáticos, sería una alianza “semáforo”, con verdes, socialdemócratas (rojo) y liberales (amarillo). Algunos especulan incluso con que llegue a sumar un tripartito de izquierdas en el que al SPD y Los Verdes se sumen los poscomunistas de La Izquierda.
En la política alemana todavía se considera que el programa del partido está por encima del candidato y los verdes ya enviaron señales claras en los últimos meses de cuáles son sus propósitos si acceden al gobierno en septiembre. El último manifiesto verde lo sitúa en un centro-izquierda “amable y optimista”, apelando al votante moderado –muchos desencantados con los socialdemócratas y los conservadores- y a las clases medias, apostando por “una reconversión sostenible de la economía, por una mayor justicia social y por Europa”. También se muestran dispuestos a flexibilizar los límites de endeudamiento para superar la crisis del coronavirus y la emergencia climática. Su propuesta es invertir 500.000 millones de euros en una década para ayudar a financiar la transición hacia una economía baja en carbono.
Como Baerbock y Habeck, explicaron en una columna de opinión en el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, su objetivo para esta década es “una recuperación económica basada en la sostenibilidad y la protección del medio ambiente y la equidad”. Los líderes verdes también escribieron que están dispuestos a colaborar estrechamente con el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la constitución de una “alianza de democracias”. Claro que también apoyan, de forma paralela, la posición del presidente francés, Emmanuel Macron, de “una mayor soberanía estratégica” para Europa.
Poco queda del radicalismo de los orígenes, del “partido antipartidos” fundamentalista ecologista. En los últimos años Los Verdes fueron virando hacia el centro. Aprendieron mucho de la política a gran escala cuando formaron los gobiernos rojiverdes encabezados por el canciller Gerhard Schröder. Se vieron forzados a hacer concesiones como la de apoyar la participación alemana en la guerra de Kosovo. Todo esto provocó duros enfrentamientos internos entre los “fundis” (fundamentalistas), los más ideológicos y radicales, y los “realos” (realistas), con posiciones mucho más pragmáticas y reformistas. Después de 10 años se impusieron los “realos” como Baerbock y Habeck. En su informe político anual, el Brookings Institution de Washington los denomina directamente como los “nuevos centristas” europeos. Esta moderación los llevó a ganar en los estados del sur rico y conservador (Baviera, Baden-Württemberg y Hesse) y en las grandes ciudades, como Hamburgo, Fráncfort y Berlín. Ahora esperan que las elecciones de septiembre los lleven al gobierno federal. En ese caso, la tarea más difícil que tendría Annalena Baerbock será la de demostrar que las botas que le deja Angela Merkel no le quedan grandes.
Con información de Infobae
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