El presidente sirio, Bachar al Asad, tomó hoy posesión de su cargo e inicia un cuarto mandato consecutivo tras la contundente victoria en las polémicas elecciones de mayo con el país sumido en una grave crisis económica y los frentes de batalla casi congelados.
En su discurso de investidura, Al Asad prometió trabajar para mejorar las condiciones económicas y declaró la victoria de la «patria» a una década del inicio del conflicto, después de que las tropas gubernamentales retomasen la mayor parte del territorio en los últimos cinco años.
PROMESAS Y ALABANZAS
«Querían que el caos quemase nuestra nación, pero con vuestra unidad nacional disparasteis la bala de la misericordia contra los proyectos que atacaron la patria», sentenció frente a cientos de miembros de su Gobierno, parlamentarios, representantes de la sociedad civil y altos mandos castrenses.
La intervención que puso broche a la solemne ceremonia en el Palacio Presidencial en Damasco, donde Al Asad fue recibido con música de orquesta y una recepción militar, fue principalmente una oda a la «conciencia popular» por haber sabido distinguir «entre traición y patriotismo, entre revolución y terrorismo».
El conflicto armado que derivó de las revueltas iniciadas en 2011 contra su Gobierno se ha apagado sin avances en el último año y a grandes rasgos solo el noroeste, en manos de grupos islamistas y opositores, y el noreste, administrado de facto por una autoridad autónoma kurda, escapan al control de Damasco.
En el plano económico, el presidente sirio destacó que solo en las ciudades «industriales» de Damasco, Alepo (norte) y Homs (oeste) hay más de 2.000 centros de producción y otros 3.000 están siendo construidos, lo que prueba que la «inversión» es posible en el país.
«No digo que la situación sea mejor, pero trabajaremos para mejorar la economía», concluyó el mandatario, sobre cuya figura y entorno pesan un gran número de sanciones, y quien que tomó el relevo de su padre, Hafez al Asad, tras su muerte en el año 2000.
YIHADISTAS, OPOSITORES Y KURDOS
Barriendo a sus dos desconocidos oponentes, Al Asad arrasó con el 95,1 % de los votos en los comicios presidenciales celebrados en Siria a finales el pasado 26 de mayo, una cita electoral fuertemente criticada por la oposición y buena parte de la comunidad internacional.
Los comicios no formaron parte del plan de paz para una solución política en Siria auspiciado por la ONU desde 2015 y millones de personas en las áreas noroccidentales y nororientales fuera del control de Damasco quedaron fuera de la votación.
Precisamente estas dos regiones serán el foco de los planes gubernamentales para el nuevo mandato de Al Asad, indicó en declaraciones a Efe el director de la Consultora para Estudios Estratégicos, Imad Rizk.
A su juicio, el presidente sirio se centrará en mantener las áreas del noreste como parte de Siria; trabajar por la provincia noroccidental de Idlib, el último bastión opositor del país, y completar las operaciones contra el grupo yihadista Estado Islámico en el desierto central para evitar que se «reorganice».
También vaticina como una futura prioridad el «proceso de reconciliación» en zonas al sur de la capital, donde se ubicaron importantes reductos rebeldes, y en la provincia meridional de Deraa, cuna de la revolución de 2011.
En esta última se ubica Deraa al Balad, cercada por las fuerzas sirias desde hace casi un mes en un presunto intento de forzar a los rebeldes a entregar sus armas ligeras y permitir la presencia en la zona de las tropas leales al presidente sirio.
POLÍTICAS ECONÓMICAS
En el plano económico, Rizk espera políticas para fomentar la inversión, apostando por el regreso del turismo a Siria o el renacimiento de su papel como «un importante corredor de tránsito entre las dos orillas del Mediterráneo y el golfo».
La grave crisis económica, con la consecuente escasez de productos básicos y depreciación de la moneda local, ha llevado al 60 % de la población a sufrir inseguridad alimentaria y a más del 80 % de los sirios a vivir por debajo del umbral de la pobreza, según datos de la ONU.
El economista e investigador Hamidi al Abdulá achaca la situación económica a una concatenación de factores como los efectos de una década de guerra, las sanciones de Estados Unidos contra Damasco, las repercusiones de la pandemia del coronavirus o el cierre de fronteras.
La concentración de «riqueza» en el norte en forma de crudo, gas o cultivos como el algodón y los olivos hacen que Al Abdulá vea la reconquista de la zona como una pieza clave también para las políticas económicas: «Las dos prioridades están entrelazadas», aseguró a Efe desde Alemania.
EFE
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