Joe Biden es un miembro de la llamada «Generación silenciosa», la que nació entre 1928 y 1945. Hijos de la Gran Depresión, demasiado jóvenes para combatir en la Segunda Guerra Mundial, demasiado viejos para ser «baby boomers». Como candidato a la presidencia y como presidente electo, ha hecho bueno el apodo de su generación.
Biden, que en su larga carrera en el Senado fue un verso libre, se ha quedado sin voz en el momento cumbre: tras ganar las elecciones a la presidencia de EE.UU., el sueño que persigue desde niño y al que dedicó tres intentonas.
La mudez es, claro, ante la prensa. Biden lleva casi un mes, desde el 19 de noviembre, sin someterse a las preguntas de los periodistas. Sus apariciones públicas son abundantes. Ante la negativa de Trump a reconocer los resultados de las urnas, Biden está teniendo un periodo de transición plagado de obstáculos con la atención puesta en los intentos del presidente por dar la vuelta a las elecciones.
Biden lo ha tratado de compensar con un goteo de nombramientos y encuentros con grupos de interés para mantenerse en el candelero. Estira los fichajes de altos cargos como el chicle, hasta tres días: un día se filtra a la prensa, al día siguiente aparecen los nombres en un comunicado y el tercero, por fin, se presenta en público con los elegidos. Pero, tras los discursos, los elogios a los nombrados, Biden se escabulle. Hace mutis por el foro en el escenario de The Queen, el teatro de Wilmington (Delaware) que ha acogido la mayoría de sus actos públicos desde las elecciones. Biden quiere el foco de atención de la prensa, pero no el que quema, el de las preguntas de los periodistas, lo evita.
Preguntas elegidas
Aquella rueda de prensa del 19 de noviembre fue una de las dos que ha dado desde la cita con las urnas. La otra fue el 10 de noviembre. En ambos casos, los pocos medios que han preguntado han sido elegidos de antemano por el equipo de comunicación de Biden, sin que el presidente electo pudiera ser interpelado por el resto de asistentes a la rueda de prensa. Muchas de las preguntas fueron sobre la situación con la pandemia de COVID-19 o los esfuerzos de Trump para no reconocer su derrota. Otras fueron preguntas muy amables:
«¿Se va a vacunar?», «¿Deberían reunirse las familias para Acción de Gracias?»… Las estrecheces no han dejado espacio para cuestionarle por multitud de asuntos candentes: las presiones de la corriente izquierdista en la formación de Gobierno, sus planes para gestionar la pandemia o para un nuevo paquete de estímulo económico… Tampoco ha habido momento para incomodarle con asuntos como la investigación de la justicia sobre irregularidades fiscales de su hijo Hunter.
Mientras tanto, a Biden le acompaña un grupo reducido de periodistas en todos sus movimientos, el llamado «pool». Pero no se les permite tampoco hacer preguntas. La información que comparten se limita a decir que Biden entra o sale de su mansión en Wilmington, va a misa o saluda a un vecino.
En un encuentro con Nancy Pelosi, la líder demócrata en la Cámara de Representantes, a un periodista de la CBS se le ocurrió gritar desde la distancia una pregunta sobre la reapertura de colegios. Es habitual que los reporteros lo hagan, sobre todo cuando se les convoca a actos donde no hay previstas preguntas. Pero a Biden no le sentó nada bien y respondió airado: «¿Por qué eres el único que siempre gritas preguntas?», mientras su equipo de seguridad expulsaba a la prensa. Este fin de semana, otro periodista le gritó otra pregunta sobre suHunter, y sus problemas legales. «Estoy orgulloso de mi hijo».
Biden solo ha ofrecido cuatro entrevistas desde las elecciones, todas con medios que han sido muy combativos con Trump y que no le pusieron en grandes aprietos. La de la revista «Time», con motivo de la elección de Biden y de la vicepresidenta electa, Kamala Harris, como sus «personas del año», fue ante todo un masaje.
Controlar el mensaje
El presidente electo usó la misma estrategia como candidato en campaña. Entonces, su gran aliado fueron la pandemia y las restricciones. Biden se parapetó en su mansión de Wilmington durante semanas, mientras dejaba que la crisis sanitaria y económica –y la mala gestión del presidente– desgastara a su rival. Se ahorró sus resbalones dialécticos habituales y mucha energía. Controló el mensaje, ofreció un puñado de entrevistas y pasó semanas y semanas sin ruedas de prensa.
Trump siempre ha elegido el camino opuesto. Su exposición a los medios ha sido constante hasta las elecciones, aunque sabe que no le serán favorables. Lo hace porque necesita esa atención y sabe utilizarlos para controlar el mensaje. Si esto sigue así, el control de Biden de los medios durante su presidencia se basará en esquivarlos.
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