Quizás muchos chilenos estén preguntándose por el caso colombiano ahora que, tras la abrumadora aprobación de la Constitución, el país tendrá que elegir quién redactará y qué dirá su nueva Carta Magna.
POR BBC
En 1991, Colombia redactó una Constitución hoy celebrada en escuelas de derecho del mundo por su carácter inclusivo, democrático y multicultural.
La situación era distinta a la de ahora en Chile: en plena de cúspide del narcotráfico, Colombia vivía una ola de violencia, corrupción y desgobierno que llevó a millones de estudiantes a las calles a demandar un país distinto.
Chile, en cambio, está ante el agotamiento de un modelo político, económico y simbólico heredado del régimen militar de Augusto Pinochet.
«La Constituyente en Colombia fue una explosión de pluralismo», dice Humberto de la Calle, entonces ministro de Gobierno de Colombia.
«Porque la búsqueda era un esquema más inclusivo y tolerante que reventara las estructuras políticas cerradas. Y eso, acá, por ejemplo, acabó con nada menos que el bipartidismo».
De la Calle, de 74 años, fue vicepresidente, ministro, candidato presidencial, magistrado y jefe negociador del Estado en el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en 2016.
Pero también fue una figura clave en la constituyente del 91, no solo por su condición de jefe político del gobierno de César Gaviria, sino porque, antes que todo lo anterior, De la Calle es un estudioso del derecho.
Por eso es que universidades, políticos y periodistas chilenos lo han invitado durante el último año a hablar de su experiencia constituyente. Y ahora, tras el histórico plebiscito del domingo, habló con BBC Mundo sobre lo que puede venir para los chilenos.
¿Qué tipo de Constitución firmó Colombia en el 91 y por qué es objeto de tantos elogios en el extranjero?
Primero, creo que por su propósito pluralista, de un sistema político menos defectuoso, más limpio, con mayor capacidad de reacción frente a la corrupción.
Lo segundo que se celebra, creo, es el proceso de descentralización del país. La Constitución anterior era tremendamente centralista y la del 91, si bien se mantienen algunos dejos de centralismo, ha sido bastante benéfica en ese sentido, porque la aplicación del gasto en las regiones ha aumentado y muchos municipios reverdecieron.
Otra cosa que es clave de nuestra Constitución es que no forzó una implementación del modelo económico. Claro, se apostó por una economía abierta, occidental, con libre empresa y respeto a la propiedad privada.
Pero la Constitución no entró a modelar en detalle las políticas públicas en materia económica y ha permitido que cada gobierno ajuste sus ideas a un desarrollo que no exige cambios en la Constitución.
El día que se escribió la Constitución la inflación anual era del 28% y desde entonces se ha mantenido de un dígito y casi siempre por debajo de 5%.
Acá se ordenó una banca central independiente y se permitió la intervención del sector privado en la prestación de servicios públicos.
Eso va a ser clave en Chile, un país con fuerte intervención del sector privado en la economía. Más aún en tiempos de pandemia, cuando la receta es aumentar el gasto público.
La pandemia puede generar en Chile una mayor presión hacia un protagonismo del Estado en la economía al que tuvimos nosotros.
Pero creo que la sabiduría no es amarrarles las manos a los gobiernos con modelos muy detallados porque eso se puede reventar con la volatilidad de los temas económicos.
Uno a veces siente que la Constitución de Colombia no habla del país en el que viven los colombianos.
Es que, claro, los elementos culturales y espirituales son los más importantes, incluso más que los temas funcionales, porque la Constitución acá ayudó a despertar de una situación de violencia y desazón que estaba sumergida en la concepción misma de nosotros como colombianos.
Y sí, yo creo que nuestra Constitución tiene más prestigio que la realidad.
Porque, por ejemplo, el acceso a justicia, con el mecanismo de la tutela, fue muy importante en materia de reconocer los derechos de los colombianos. Fueron cambios profundos, pero aún hay muchos propósitos aplazados.
Uno de esos propósitos era precisamente la paz, que usted impulsó con el proceso con las FARC. ¿Fracasó la Constitución, en la medida en que la violencia se mantiene?
Yo creo que no, porque sin la Constitución habría sido imposible el proceso con las FARC y hoy están dados todos los mecanismos para que se haga con la otra guerrilla vigente (el Ejército de Liberación Nacional).
La Constitución abrió un panorama, y acabó con muchas de las razones por las cuales algunas personas se levantaban en armas.
Antes del 91, la manera de gobernar en Colombia, sobre todo en orden público, era a través del Estado de sitio, que le daba al presidente todas las facultades para dejar de lado al Congreso.
Y eso desapareció, casi por completo, porque solo se ha aplicado por razones de emergencia económica y social.
En Chile, parte de la ebullición del estallido hace un año fue que las protestas se controlaron a través de mecanismos heredados del régimen militar.
En Colombia, aun cuando tenemos problemas muy serios, y aun cuando tenemos un partido de gobierno con una búsqueda autoritaria, creo que se respira más democracia tras la Constitución.
Por el entramado constitucional en el que estamos acá, en las protestas del año pasado y lo que pasó la semana pasada con la Minga Indígena, hemos logrado tramitar esos conflictos con manifestaciones en paz.
La Constitución vigente fue aprobada y redactada durante el gobierno militar del general Augusto Pinochet.
¿Qué pueden aprender los chilenos del proceso constituyente colombiano?
Hay que tener mente abierta. Cuando he hablado con sectores de la sociedad en Chile sobre esto he notado cierta prevención a una ausencia de legalidad. Eso también pasó en Colombia, porque el proceso sí da una sensación de vacío e incertidumbre legal. Y eso predispone.
Acá se logró establecer una Constituyente de 70 miembros que durante 6 meses dictó una Constitución con altísimo margen de legitimidad que aún, pese a todo, se mantiene.
Allá hay, como acá hubo, preocupación por el desbordamiento de los derechos sociales y el desbordamiento del gasto público; que puede ponerse en riesgo la regla fiscal.
Pero yo creo que Chile debe abordar la Constituyente sin temores a populismos y sin temores a que se rompan los equilibrios macroeconómicos.
Con una Constitución abierta los chilenos no necesariamente están condenados al populismo.
La Corte Constitucional en Colombia ha tomado decisiones importantísimas en materia de los derechos a la salud, por ejemplo, que no han destruido el equilibro macroeconómico y han coexistido con el Congreso y la vía de la legislación
Siga leyendo en BBC
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.