El 17 de octubre, Tomás Obando ingresó a una heladería del barrio Centenario, en Guayaquil con su mujer y sus dos hijos. Conocía bien el lugar porque allí lo llevaban sus tíos en bicicleta cuando él tenía la edad de Sebastián, su hijo de 11 años.
Por BBC MUNDO
Al entrar observó a un policía al extremo de local y minutos después vio entrar al ladrón.
«El ladrón dejó de robar y levantó el arma para apuntar al policía, ahí yo me pongo de espaldas a él y alcanzo a tirar a mi hijo al piso cuando escucho el primer disparo. En total escuché dos, y ahí veo que mi hijo tenía sangre en el pecho», recuerda Obando a BBC Mundo.
La muerte de Sebastián Obando pareció rebalsar el vaso.
Un día después, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, declaró el estado de excepción en todo el país «por grave conmoción interna» ante la ola de violencia que tiene a Guayaquil en el epicentro.
«Nada podrá reparar una pérdida tan terrible, pero lucharemos con determinación para acabar con la violencia que le arrebató la vida a él y a muchos ecuatorianos», escribió Lasso en Twitter.
Guayaquil, la capital económica de Ecuador, siempre convivió con la inseguridad, pero ahora vive un año particularmente violento. El estupor general comenzó en enero con el asesinato del presentador de televisión, Efraín Ruales, y se disparó el 29 de septiembre con 119 muertos en el penal del Litoral, en un enfrentamiento entre bandas criminales.
Según los datos del Ministerio de Gobierno, Guayaquil registró 329homicidios intencionales en todo el 2020, y hasta septiembre de 2021 ya tenía 591.
El 19 de octubre, Pablo Arosemena, el gobernador de Guayas, la provincia cuya capital es Guayaquil, dijo que la ciudad estaba experimentando «lo que Colombia vivía en los años 80 y 90».
Doce días antes la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, había sugerido la portación de armas para los civiles «porque ahora los delincuentes se acercan a tu carro, te apuntan con un revolver porque saben que tú estás desarmado».
«A mí me han robado en esta ciudad unas tres o cuatro veces, con cuchillo, con pistola, pero nunca a este nivel; el nivel de peligro en la ciudad yo nunca lo había visto», coincide Tomás Obando.
Zozobra
El estado de excepción firmado por el presidente Lasso tuvo como aspecto más visible para los guayaquileños la presencia en algunas de sus calles de efectivos de las fuerzas armadas con sus uniformes verdes de camuflaje en una ciudad que se caracteriza más por su cemento que por sus árboles.
En uno de estos operativos, desplegado en las inmediaciones del estadio del Sporting Club Barcelona (el club de fútbol más popular de Ecuador), BBC Mundo le preguntó al gobernador Arosemena por qué había comparado la situación de Guayaquil a la Colombia de Pablo Escobar.
Para el gobernador, Ecuador está repitiendo aquella época vivida por Colombia, con un claro enemigo en sus calles, el narcotráfico.
80 guardias sin armas para 8.000 reos: qué está pasando en el penal del Litoral, la cárcel de Ecuador que suma casi 190 muertos en dos masacres.
«¿Cuál es la relación entre cárceles, inseguridad, narcotráfico, zozobra en las calles?», pregunta el gobernador. Y se responde: «Que en las cárceles tienes bandas locales que son las que le brindan la logística a las trasnacionales del narcotráfico, que se encontraron con otro negocio muy grande, que es el microtráfico».
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