En el mundo entero protestan por la muerte de George Floyd bajo custodia policial en Estados Unidos, que reavivó el debate sobre las desigualdades estructurales entre personas blancas y negras en el país. Las cifras indican que América Latina no está libre de la discriminación que se vuelve tan visible en el vecino del norte. Todo lo contrario.
Por CNN
En América Latina aproximadamente el 24% de la población era negra en 2015, lo que equivale a unos 133 millones de personas de acuerdo a los datos de censos de 16 países compilados por el Banco Mundial en 2018. En otras palabras, una de cada cuatro personas se identificaba como afrodescendiente, según las categorías que define el informe “Afrodescendientes en Latinoamérica Hacia un marco de inclusión”.
La distribución de esta población es muy desigual entre los diferentes países. En Brasil y Venezuela están más del 91% de las personas afrodescendientes de la región, con 105 millones y 17 millones de afrodescendientes respectivamente. En tercer lugar está Colombia con 5 millones y le siguen México con 1,5 millones y Ecuador con 1,2 millones.
Pobreza
Uno de los factores comunes de los afrodescendientes en la región es la pobreza. El Banco Mundial afirma en su informe de 2018 que las personas negras son “la minoría excluida más grande de la región”. Y esto, destaca el organismo, atraviesa países con características muy distintas: en Brasil, por ejemplo, tienen dos veces más probabilidades de ser pobres que los blancos. En el vecino Uruguay, que tiene uno de los menores porcentajes de población afrodescendiente de la región y es reconocido por sus índices de igualdad, tienen tres veces más de probabilidad.
La obtención de datos sobre los afrodescendientes es uno de los grandes desafíos a la hora de estudiar qué está sucediendo en la región. Durante décadas en los censos de muchos países no se distinguió a los afrodescendientes, pero en los últimos años la situación cambió. Ahora existen más datos estadísticos que demuestran la sobrerrepresentación de los negros entre los pobres de la región. De hecho, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, “a pesar de un significativo proceso de reducción de la pobreza y de la extrema pobreza en América Latina entre 2002 y 2014, así como de la desigualdad de ingresos medida por el coeficiente de Gini (índice que mide la desigualdad en la distribución del ingreso entre los habitantes de un país), persisten importantes desigualdades raciales en esos indicadores”.
Según el Banco Mundial, en Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay combinados —los países que tienen los datos desagregados por raza—, los afrodescendientes son el 38% de la población, pero representan el 47% de los pobres y el 49% de las personas en extrema pobreza.
Barrios pobres, más homicidios
Otro dato que refleja la desigualdad entre negros y blancos en la región es el acceso a viviendas adecuadas. De acuerdo a los datos del Banco Mundial, en 10 países de América Latina hay más personas afrodescendientes que no afrodescendientes en los barrios pobres o favelas.
Además de tener un menor acceso a los servicios básicos y ser víctimas de una estigmatización que puede reducir sus oportunidades, vivir en barrios pobres o favelas también puede hacer que las personas negras estén más expuestas a la violencia. Sobre este tema los datos en Brasil son muy significativos.
El Atlas de la Violencia 2019 muestra que el 75,5% de las víctimas de homicidio en 2017 en Brasil eran negras, de un total de 65.602 casos.
Ese mismo informe advierte que los homicidios de personas negras crecieron un 33,1% entre 2007 y 2017, mientras que los homicidios entre personas no negras aumentaron en ese período un 3,3%.
Educación
Las mejoras en el acceso a la educación en la región impactaron positivamente en la población negra, pero no lograron igualar su situación con las blancas.
De acuerdo a los datos del Banco Mundial, cerca del 64% de los integrantes de hogares afrodescendientes completaron la educación primaria contra un 83% de la población no afrodescendiente. La brecha no hace más que crecer en los siguientes niveles educativos: un 30% de afrodescendientes completó secundaria contra un 46% de no afrodescendientes y un 5% completó la educación terciaria contra el 14% de sus pares no afrodescendientes.
Menos y peor empleo
El Banco Mundial afirma que los niveles de desempleo de los afrodescendientes son más altos en todos los países de la región. Además existen diferencias claras en el tipo de empleos que tienen las personas afrodescendientes y sus pares blancos. En Latinoamérica el desempleo afecta más a las personas negras e indígenas, y dentro de estas etnias especialmente a las mujeres y jóvenes, según consigna un informe presentado en el marco de la II Reunión de la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe.
Por otra parte, al comparar a trabajadores de distintas razas que comparten otras variables como nivel educativo, edad, experiencia y tipo de empleo, en varios países las personas blancas ganan más. Este es el caso de Brasil, donde en iguales condiciones los afrodescendientes ganan un 16% menos, y de Perú, con un 6,5% menos de ganancia.
El problema de la invisibilización
La historia de los negros en América Latina es la historia de la esclavitud. Se estima que entre 5 y 10 millones de negros fueron traídos de África como esclavos entre los siglos XVI y XIX. El último país en abolir completamente la esclavitud en la región fue Brasil, en el año 1888.
Según el Banco Mundial, durante la segunda mitad del siglo XIX en la región comenzó el “blanqueamiento”, una serie de “políticas, discursos y prácticas basados en la idea de que los elementos blancos y europeos eran superiores a los africanos o indígenas” que hicieron que la marginación de la población negra continuara incluso cuando la esclavitud había terminado.
Este tipo de teorías empezaron a caer en desuso sobre 1930, cuando surgió el mito de la democracia racial. “Encabezadas por el México posrevolucionario, las élites nacionales comenzaron a abandonar las ideologías de blanqueamiento en favor de narrativas que enfatizaban la existencia de relaciones raciales armoniosas, evidenciadas en la celebración de la composición mestiza de la nación. La identidad mestiza se adoptó como una estrategia para cortar con el pasado colonial y los antagonismos raciales del periodo republicano temprano”, afirma el Banco Mundial. En el marco de este nuevo paradigma, hacer visibles las diferencias entre las diferentes razas no tenía lugar, y muchos países dejaron de considerarlas incluso en sus censos estadísticos.
Décadas de lucha de las organizaciones de la sociedad civil y nuevos cambios en los paradigmas han hecho que, en los últimos años, se distinguieran las particularidades de la población afrodescendiente. En varios países de la región se definieron políticas de promoción de los derechos de las personas negras y se comenzó a tomar en cuenta la raza en los censos. No obstante, los datos muestras que las acciones aún no son suficientes para revertir la desigualdad con respecto a la población blanca.
En el informe “Implicaciones del COVID-19 en la población afrodescendiente de América Latina y el Caribe”, UNFPA menciona múltiples riesgos que deben tener en cuenta los países de la región ya que, si bien el virus afecta a personas de todas las razas, se deben “extremar medidas” para atender a las poblaciones más afectadas por la desigualdad, entre ellas los afrodescendientes.
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En términos de salud, la agencia de la ONU menciona la desigualdad en el acceso a la atención y los suministros, las problemas en el acceso al agua y al saneamiento en algunas comunidades que hacen que no puedan cumplir con los requerimientos de higiene para prevenir la transmisión del virus y la restricción de servicios de salud esenciales que haría que personas afrodescendientes no puedan acceder a controles necesarios, por ejemplo en casos de embarazos. También señalan las dificultades en el acceso a la información de calidad sobre el covid-19.
A nivel educativo destacan las dificultades en el acceso a internet y al equipamiento necesario para poder seguir la educación a distancia, así como la pérdida de programas de alimentación en los centros educativos que son fundamentales para las personas afrodescendientes en situación de pobreza.
En cuanto al empleo, UNFPA sostiene que las medidas de los gobiernos en general están orientadas a los sectores formales, por lo que quedan de lado “los sectores informales en donde existe una mayor concentración de afrodescendientes”.
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