El nuevo castigo estrenará el régimen europeo contra las violaciones de derechos humanos. La Unión acuerda nuevas restricciones contra la cúpula del régimen de Maduro.
Las relaciones entre Bruselas y Moscú han llegado con el caso Navalni a un punto de difícil retorno. Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, reunidos este lunes en Bruselas, han acordado ampliar las sanciones iniciadas contra Rusia en 2014 como castigo por la persecución y encarcelamiento del opositor ruso Alexéi Navalni. Pero, además, han decidido por primera vez embarcarse en una estrategia de contraataque y contención frente a un régimen de Vladímir Putin que “lamentablemente, ha optado por la confrontación permanente y ha decidido convertirse en un adversario”, según ha señalado el alto representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell.
Las turbulencias de la relación con Rusia han contrastado con el nuevo clima de concordia con Washington, que se ha puesto de manifiesto durante la primera cita de alto nivel con la Administración del presidente estadounidense Joe Biden. El secretario de Estado de estadounidense, Antony Blinken, ha participado durante dos horas, por videoconferencia, en el Consejo de ministros de Exteriores de la UE. Borrell ha asegurado que la intervención de Blinken “me ha llegado al corazón, más allá de la política” y confía en un renovado entendimiento transatlántico después del enfriamiento de los cuatro años de Donald Trump.
Con Rusia, en cambio, la brecha se abre casi día a día. Las nuevas sanciones acordadas este lunes se traducirán en un listado de altos cargos que hayan participado en la persecución y el encarcelamiento de Navalni. Y se aplicarán en base al nuevo régimen de sanciones por violación de derechos humanos adoptado por la UE a finales del año pasado. La decisión, que deberá concretarse oficialmente en los próximos días, llega tras el reciente choque frontal en Moscú entre Borrell y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, a cuenta del encarcelamiento del opositor ruso Alexéi Navalni y la represión de algunos de sus simpatizantes.
Borrell ha asegurado al término de la reunión que los ministros le han dado su apoyo tras un viaje que provocó las iras de Lavrov tras la exigencia de liberación de Navalni planteada por el Alto Representante. “No fui a Moscú porque me apeteciera sino porque tenía un mandato de los ministros de Exteriores”, ha recordado Borrell.
El Alto Representante se ha mostrado convencido de que su viaje a la capital rusa ha contribuido a que los 27 Estados miembros unifiquen su visión sobre Rusia, dividida habitualmente entre los socios partidarios de la mano dura (como Polonia) y los que prefieren contemporizar con Moscú (como Francia o Alemania). “Hay un sentimiento compartido de que Rusia se está deslizando por una deriva autoritaria y alejándose de Europa”, ha concluido Borrell tras el encuentro.
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