La autora de este relato es Beatriz Cisneros, consultora en Planificación Estratégica y Gestión de Innovación, internacionalista y activista ciudadana. En su testimonio destaca que los funcionarios de inmigración de Santo Domingo tratan a los pasajeros de Venezuela como delicuentes, secuestrando sus pasaportes sin explicación alguna y cometiendo todo tipo de atropellos
Luego de tres años sin haber salido de Venezuela, el 9 de diciembre de 2021 volví a tomar un avión para reencontrarme con mi hija en España. Como las condiciones de nosotros, venezolanos, cambian aceleradamente y siempre hacia peor, en esta oportunidad el viaje era más complejo debido a las pocas rutas aéreas existentes desde nuestro país.
Ir a España me exigió el tránsito por República Dominicana. Sin embargo, debido a que en el último momento pude modificar mi vuelo de retorno, gracias a la apertura de vuelos especiales directos a y desde Madrid, me libré de la obligación de sacar una visa dominicana, ya que el vuelo de ida hacia España demandaba un tránsito de tan solo cinco horas en la isla caribeña.
No imaginaba que ese corto tránsito se tornaría en horas de indignación y tristeza, al ser víctima del mayor atropello del cual, como venezolana, haya sido objeto.
Sin explicaciones
Al arribar a Santo Domingo, un oficial de inmigración preguntó quiénes estaban en tránsito y quiénes no tenían visa, la cual no era requerida en tránsito menor a siete horas. A aquellos que estábamos en esa condición se nos solicitó el pasaporte y se nos pidió ubicarnos en un espacio aparte en el área de inmigración.
En virtud de que no nos daban información alguna, solicité explicaciones señalando que no tenían derecho a retener nuestros documentos de identidad venezolanos. Como respuesta me ordenaron que regresara al sitio donde nos habían ubicado originalmente. Me dijeron que yo estaba en otro país y que debía atenerme a las normas de ese país, lo cual refuté respetuosamente apelando al Derecho Internacional.
A partir de ese momento, nuestro grupo -compuesto por unos 30 venezolanos- estuvo bajo la estricta custodia de cuatro funcionarios de inmigración con un chequeo constante, persona por persona, durante las cinco horas que duró nuestro tránsito, impidiéndonos libertad de acción para realizar el chequeo de nuestro vuelo en Iberia e ir a comer.
Retiro de maletas
Para retirar las maletas debíamos pasar de dos en dos, acompañados por un oficial de inmigración. Una vez con nuestra maleta en mano, nos regresaban al espacio en el que estábamos confinados hasta que todos los pasajeros venezolanos en tránsito hubiesen recuperado su equipaje.
Finalizado el proceso, pasaron lista con cada uno de nuestros pasaportes verificando que todos estuviésemos ahí. Concluido el pase de revista, indicaron que nos trasladarían al área de chequeo de los vuelos y que debíamos ir con los funcionarios ordenadamente en fila.
Nuevamente pregunté por la entrega de nuestros pasaportes y al recibir por respuesta que los mismos seguirían retenidos, expresé por segunda vez mi malestar por ello.
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