Ni la pandemia ni la penuria económica que sufre Corea del Norte desvían a Kim Jong-un de sus prioridades: seguir ampliando su arsenal de misiles. Como colofón al VIII Congreso del Partido de los Trabajadores, en el que reconoció el fracaso de su último plan quinquenal, el joven dictador ha desvelado sus últimos «juguetitos» militares. Ante la multitud congregada en el centro de Pyongyang, un desfile celebrado este jueves por la noche ha mostrado un nuevo misil submarino.
Por ABC
Denominado Pukguksong-5 y pintado en blanco y negro, es mayor que el modelo anterior revelado en la parada militar de octubre con motivo el 75º aniversario del Partido. «El arma más poderosa del mundo, un misil balístico submarino, ha entrado en la plaza uno tras otro, demostrando enérgicamente el poder de las fuerzas armadas revolucionarias», clama la agencia de noticias KCNA este viernes, cuando se han difundido las imágenes del desfile.
A pesar de sus dimensiones, tan grandes como la propaganda del régimen, el Estado Mayor surcoreano está analizando los cohetes mostrados para comprobar su verdadera amenaza. «Muchas de estas nuevas armas todavía no han sido probadas y se cree que están en fase de desarrollo, así que dudo de su capacidad y de que puedan estar plenamente operativas», confía a la agencia Yonhap un oficial surcoreano.
El régimen comunista de Pyongyang tiene tres tipos de misiles Pukguksong, los dos primeros terrestres. Desde el tercero, que fue probado en octubre de 2019 y se calcula que tiene un rango de 2.000 kilómetros, son submarinos por su mayor capacidad ofensiva, ya que resultan más difíciles de detectar. Gracias a su mayor tamaño, el Pukguksong-5 llegaría más lejos y podría cargar una cabeza nuclear, aumentando así el potencial militar de Corea del Norte.
Además de estar construyendo un submarino de 3.000 toneladas que podría transportar tres misiles, los analistas sospechan que Corea del Norte está desarrollando otro de mayor tamaño que podría ser nuclear. Todos estos avances en su programa militar han sido ordenados por Kim Jong-Un en el VIII Congreso, en el que ha marcado como objetivos dotarse tanto de «armas nucleares más pequeñas y tácticas» como de «supermisiles».
Por eso, otro de los nuevos proyectiles mostrados ha sido un cohete de corto alcance que parece ser una versión mejorada del KN-23, que a su vez se basa en el Iskander ruso y fue revelado en 2019. Con un radio de entre 400 y 600 kilómetros, que en este nuevo modelo podría llegar a los mil, es un arma que tiene como objetivo a Corea del Sur y resulta más difícil de interceptar porque no dibuja una trayectoria parabólica. De mayores dimensiones y con una cabeza cónica, la única duda está en saber si puede cargar una bomba atómica, lo que le volvería sumamente peligroso.
Con estos misiles, Kim Jong-un lanza un mensaje al próximo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien tomará posesión el día 20. Ya durante el Congreso del Partido, el joven dictador volvió a definir a EE.UU. como «su principal enemigo», toda vez que el «deshielo» entre ambos países se rompió tras el fracaso de la cumbre entre Trump y Kim en Vietnam en 2019. Como ahora está por ver la política que adopte Biden, y si retoma el diálogo con Pyongyang, Kim Jong-un se abstuvo prudentemente de lucir sus gigantescos cohetes intercontinentales, como hizo en octubre. Mientras el primero, Hwasong-13, tiene un alcance de 5.500 kilómetros, sus hermanos mayores, Hwasong-14 y Hwasong-15, pueden golpear suelo americano con un rango de 10.000 y casi 12.000 kilómetros, respectivamente.
«Kim sigue mostrando al mundo que, a pesar de las dificultades económicas de Corea del Norte durante el último año, no ha cambiado el objetivo de dotarse de fuerzas nucleares y modernizar las armas convencionales”, analiza en la CNN el experto Ankit Panda, del Instituto Carnegie. Autor del libro «Kim Jong-un y la bomba: supervivencia y disuasión en Corea del Norte», razona que «estos desfiles no son solo para el extranjero», sino para su propio pueblo y, sobre todo, para la cúpula del régimen. A su juicio, «incluso aunque Kim reconoce abiertamente problemas económicos, puede reforzar su liderazgo mostrando al pueblo de Pyongyang, que es la élite de Corea del Norte, su capacidad para lograr la modernización militar». Y eso, en un régimen tan anacrónico como el norcoreano, es más importante que cualquier éxito económico porque supone una garantía para seguir sobreviviendo.
Además de los misiles, otra imagen propagandística que dejó el desfile fue la de la multitud sin mascarillas en la plaza Kim Il-sung de Pyongyang, ya que Corea del Norte asegura que no ha sufrido ni un caso de coronavirus. Pero es difícil, por no decir imposible, saber la verdad.
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