El taxista Lars-Göran Göransson admite sentirse un poco ansioso cada vez que se pone un par de guantes de látex y levanta con cautela una prueba de COVID-19 entregada momentos antes desde una puerta en un suburbio de Estocolmo.
Reuters
“Creo que es una forma segura de trabajar, pero sí, estoy nervioso por el virus”, dijo Göransson, de 55 años, uno de los más de 1.000 “corona taxistas” que ahora se ganan la vida transportando hisopos de COVID-19 entre las casas y los distintos puntos de recolección de laboratorios en la capital sueca.
Desde que comenzó la pandemia, las empresas privadas de taxis de alquiler han entregado a domicilio y recolectado más de un cuarto de millón de pruebas de COVID-19, una iniciativa que efectivamente pone a los taxistas al volante del régimen de pruebas de Estocolmo.
Los taxistas han encontrado un salvavidas financiero durante la pandemia, que le permite a los conductores mantenerse a flote hasta el momento en que las personas, en lugar de hisopos, se conviertan nuevamente en sus principales pasajeros.
Bajo la iniciativa, dirigida por la autoridad sanitaria nacional, los taxistas, muchos de ellos inmigrantes con una presencia precaria en el mercado laboral, reciben 320 coronas (37 dólares) por hora, un poco más que un viaje estándar en el centro de Estocolmo.
Suecia, que se opuso a la tendencia internacional a principios de este año de imponer un bloqueo nacional para frenar la propagación del coronavirus, inicialmente tardó en implementar las pruebas, pero intensificó sus esfuerzos durante el verano boreal.
Su número de muertes por coronavirus hasta la fecha es de 6.555, una tasa per cápita mucho más alta que en sus vecinos nórdicos, aunque más baja que en algunos países europeos más grandes.
La rutina de trabajo diaria de Göransson ahora incluye arrodillarse sobre tapetes para recoger los hisopos empaquetados y dosificarse generosamente en las palmas de las manos con desinfectante para manos.
Por lo general, las personas obtienen su resultado dentro de las 24 horas posteriores a la visita de un “corona taxista”, a quien es posible que ni siquiera vean, ya que el vehículo tiene como objetivo evitar el contacto cercano.
Göransson se enorgullece de ayudar en la lucha contra la pandemia de Suecia y dice que las pruebas rápidas pueden ayudar a frenar el virus, pero extraña el contacto humano.
“Normalmente este es un trabajo muy social”, comenta con nostalgia. “He estado conduciendo un taxi durante unos 20 años y la mejor parte es conocer gente”.
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