En un desgastado sillón del Hospital Juárez de México, Luis Adrián recibe aliviado la única transfusión de sangre programada para ese día. Enfermo de cáncer, vive con la angustia de ver que el miedo a la COVID-19 espanta a los donantes.
Es la quinta inyección de plasma en año y medio que le aplican a este joven espigado de 21 años, para contrarrestar la anemia provocada por las quimioterapias por un cáncer testicular.
Pero la primera que recibe en cuatro meses de pandemia en México. “Ha habido mucha gente que se ha quedado sin sangre” en otros hospitales, comenta pausadamente a la AFP previo a su transfusión de cuatro horas.
En el Hospital Juárez de Ciudad de México se realizaban diariamente 50 transfusiones antes de la llegada del nuevo coronavirus, que terminó por alejar a los donantes, ya de por sí escasos por temor a contagios de otras enfermedades.
“Hay mucho pánico, pero yo digo que se pongan en el papel de un enfermito, que es difícil a veces no tener tus tratamientos, tu sangre, porque eso puede desencadenar cosas terribles”, afirma Luis Adrián Torreblanca, que por sus bajas defensas se protege con careta plástica y mascarilla.
En México, de 127 millones de habitantes, la epidemia deja 30.639 muertos y 256.848 contagiados.
Con lo justo
Antes de la covid-19, en México se donaban un promedio mensual de 140.000 unidades de sangre, de 480 mililitros cada una; en marzo y abril cayeron a 40.000, dijo a la AFP José Luis Salazar, director técnico y de investigación del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea.
El 93% de esas aportaciones se realiza bajo el esquema de reposición: cesión de familiares o amigos de pacientes operados, y sólo 7% proviene de voluntarios, detalla Salazar.
El sistema de salud mexicano priorizó la atención a los enfermos de coronavirus y reprogramó cirugías no urgentes, con lo cual bajó drásticamente la colecta por restitución.
Los bancos de sangre quedaron así a expensas de donantes altruistas.
Según la Organización Panamericana de la Salud, México fue en 2016 y 2017 el país con menos transmisiones voluntarias no remuneradas de América Latina y el Caribe hispano, con 4,8% y 5,2% del total de la colecta nacional, frente a 62% y 62,1% de Brasil.
Sin embargo, encabezó la lista de recaudación total con casi 2,4 millones de unidades en cada año.
“Estamos (trabajando) con un mínimo” de sangre, sostiene Armando Ramírez, jefe de oncología del Hospital Juárez, que atiende a enfermos de covid-19.
“Siempre estamos con la zozobra de cómo va a ser el día de mañana”, agrega Ramírez, subrayando que si antes había existencias para una o dos semanas, hoy “vamos al día”.
“Necesito mis defensas
Antonio Casas, responsable del área técnica y administrativa del banco de sangre del hospital, no recuerda una situación tan crítica como esta que obliga a priorizar a los pacientes más graves.
“Teníamos alrededor de 100 unidades (de hemocomponentes por día en promedio) y ahorita tenemos como 20“, resalta.
Frente a los refrigeradores semivacíos del Centro Nacional de la Transfusión, Salazar asegura no obstante que “se ha mantenido la suficiencia” de atenciones y ve lejano un “escenario apocalíptico“.
Y para no perder la sangre de voluntarios que dejaron de donar por temor a contagiarse, una unidad móvil va hasta sus casas a recogerla.
La entidad aprovecha esos desplazamientos para convencer a vecinos del donante y a transeúntes.
Pero es una labor compleja. El mismo día que Luis Adrián recibía la transfusión, al camión solo subieron cinco personas durante su parada en una zona residencial del sur de Ciudad de México.
“Necesito mis defensas ahora más que nunca, no puedo donarlas“, se justificaba Ismael Franco ante la AFP, tras ser abordado por una trabajadora social.
Mientras tanto, en el hospital Luis Adrián reflexionaba: “Yo digo que la pandemia sí es muy difícil, pero las personas deben ser muy conscientes. ¡Que tengan corazón!”.
AFP
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