El día 18 de marzo me quedé sin olfato ni gusto de repente, como si fuera algo de extraterrestres. No podía oler nada ni saborear nada. Poco a poco fui oliendo y saboreando ciertas cosas, pero hace mes y medio el olor a gasolina empezó a parecerse al de la cebolla y la Coca-Cola me sabe a óxido», confiesa a EL MUNDO desesperada E.B., de 51 años.
Hace tiempo que esta murciana dio negativo en el test PCR, tras sufrir en marzo anosmia (pérdida de olfato) y ageusia (pérdida de gusto) por el Covid-19, pero el recuerdo del paso del coronavirus por su cuerpo sigue muy presente cada vez que come o huele algo.
Aunque el 90% de los pacientes contagiados del SARS-CoV-2 que han perdido el olfato y el gusto lo recuperan antes de un mes de forma espontánea (se trata de uno de los síntomas más frecuentes de este nuevo coronavirus), en algunos casos no lo hacen de manera completa y en otros presentan «una alteración cualitativa del olfato por la cual perciben un olor de manera diferente del recuerdo que tenían para dicho estímulo. Es lo que se conoce, en terminología médica, como parosmia.
«Un paciente te dice que el café antes le olía a café y ahora ya no. Ahora le huele a algo completamente distinto (a otra cosa o, como es lo más habitual, le huele a algo completamente nuevo). Es decir, para estos pacientes los olores de determinadas cosas han cambiado radicalmente», explica Pablo Sarrió, otorrinolaringólogo y responsable de la Unidad de Olfato en el madrileño Hospital Clínico San Carlos.
ALUCINACIONES OLFATIVAS
«No hay que confundirlo con la alucinación olfativa ni con la fantosmia (cuando esa alucinación olfativa perdura en el tiempo). En este caso, el paciente puede percibir un olor continuado sin ningún estímulo odorante real. Es decir, el paciente comenta que está expuesto continuamente a un olor que puede ser, por ejemplo, olor a quemado, pero no existe ese olor como tal: sólo lo percibe él en su cerebro», añade.
Pero, ¿por qué en el 90% de los pacientes la recuperación es espontánea y en un 10%, sin embargo, no? Hay algunas hipótesis sobre la mesa. «Cuando el olfato se recupera totalmente tras una infección vírica del tracto superior es porque el epitelio olfativo está indemne y al desaparecer la congestión y la mucosidad nasal, el odorante puede alcanzar las neuronas olfativas y provocar una respuesta que se traduce en olor. Por el contrario, cuando la lesión alcanza el sistema olfativo periférico o central la anosmia persiste más en el tiempo y puede ser transitoria o permanente. Esto podría explicar lo que ocurre en el Covid-19, ya que hay un porcentaje de pacientes que refieren obstrucción nasal y rinorrea, mientras que en otros pacientes que no padecen estos síntomas y sí anosmia la lesión podría localizarse en la vía olfatoria», apunta Adela González, especialista en Otorrinolaringología en la Clínica ORL Ciudad de Gijón.
No obstante, advierte David Ezpeleta, neurólogo del Hospital Universitario Quirón Salud Madrid: «Se desconoce aún por qué unas personas con Covid-19 desarrollan anosmia y otras no, o qué factores virales (como el número de virus del inóculo inicial, la carga con la que nos contagiamos) o anatomofisiológicos (respiración nasal o bucal, geometría de la nariz, etc.) pueden estar implicados».
M. M. forma parte de ese 10% que aún no ha vuelto a la normalidad. «Perdí el olfato el día 13 de marzo y a día de hoy todavía no capto algunos olores. Un día de lluvia sales y no hueles a nada, abres un libro nuevo y no huele a nada, te duchas y nada, vas al mar y tampoco, abrazas a tus hijos y nada… Es como estar un poco anestesiada», explica angustiada.
«Más recientemente han aparecido olores raros», prosigue. «Uno se parece al gasoil y lo huelo incluso estando en casa, sin razón aparente. Y el otro es muy raro, no sé describirlo. ¿Ácido? Lo detecto en champús, yogures naturales, ropa recién lavada… Es muy desagradable y es nuevo, no se parece a nada. Ambos olores están lejos de ser naturales, huelen a químico. Luego está el sabor de la Coca-Cola, era mi bebida favorita y ahora no puedo probarla sin náuseas. El café no lo huelo, el quitaesmaltes, tampoco. El chorizo picante no me sabe a nada y, sin embargo, el calabacín sí. Es una locura», añade.
A Ana Menoyo, de 33 años, le ocurre algo similar. Comenzó con fiebre el 23 de marzo y al día siguiente se quedó sin olfato y gusto. «No volví a tener fiebre pero la pérdida de estos dos sentidos me duró unos 20 días. A raíz de aquello he notado que hay ciertos alimentos y bebidas que no me saben igual. Por ejemplo, las bebidas refrescantes como la Coca-Cola, el Nestea o el Aquarius me saben como a óxido. Y con el pescado y el marisco me ocurre igual. Me saben muy mal. En cuanto a los olores, sobre todo en la naturaleza, puedo estar dando un paseo y empezar a oler muy verde. Es difícil de explicar, pero es un olor desagradable», afirma.
La mayoría de los pacientes a los que el covid ha dejado secuelas en forma de olores y sabores extraños no han buscado ayuda profesional porque o bien no saben a dónde acudir o piensan que se recuperarán de forma espontánea.
La madrileña Laia García, de 29 años, ha pensado varias veces ir al médico, pero al final lo ha ido dejando pese a que los olores de la calle y de algunos alimentos le huelen a pescado podrido. «Los huevos no los puedo comer porque me saben muy mal, como si estuvieran en mal estado, la horchata me sabe a tierra… Luego hay otro tipo de alimentos como el café que no me saben mal pero sí bastante distinto a como me sabían antes, tienen un regusto a quemado y eso que he probado varios de distintas cafeterías… En fin, todo súper raro desde finales de marzo», explica, y añade que ha ido descubriendo lo que le pasaba buceando por internet.
ENTRENAMIENTO OLFATORIO
Pero acudir a un especialista en otorrinolaringología es esencial si se sufre una pérdida de olfato persistente, aconsejan los expertos. Este profesional llevará a cabo «una historia clínica pormenorizada, una exploración que incluye nasofibroscopia, rinoscopia; se pueden solicitar pruebas de imagen, resonancias magnéticas, se realizan tests, olfatometrías de umbral, discriminación, identificación y en función del diagnóstico se indica el tratamiento más apropiado para cada paciente, que puede ser tratamiento médico (con sprays, tratamiento por vía oral, etc), tratamiento rehabilitador (entrenamiento olfatorio) o tratamiento quirúrgico (resección de lesiones nasales en el quirófano)», apunta Sarrió.
Aunque en aquellos que han sufrido Covid-19, lo más efectivo, según los especialistas, es el entrenamiento olfatorio, donde «el paciente debe exponerse durante varios meses a determinados olores durante unos segundos, varias veces al día, recreando la experiencia olfativa; es decir, si está ante un limón, recordar cómo olía el limón, las sensaciones que le producía, en qué circunstancias olía limones, etc.), explica Ezpeleta.
«Se trata de algo sencillo de llevar a cabo, de bajo coste y al alcance de cualquiera», prosigue González, «y que ha demostrado que puede ayudar a pacientes con anosmia postviral. También se les debe informar de medidas higiénicopreventivas, ya que la pérdida de olfato puede provocar accidentes domésticos, laborales e incluso trastornos alimenticios …».
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