La delta ha sido la única capaz de dominar prácticamente todo el mundo en una lucha por copar terreno que ganan los linajes con mutaciones que hacen al virus más transmisible.
De la alfa a la ómicron, el coronavirus SARS-CoV-2 ha recorrido medio alfabeto griego en forma de variantes sospechosas de causar más problemas que las que ya proliferaban. No todas lo han hecho. Algunas se quedaron en simples amenazas. Y, de todas, la delta (y su linaje) ha sido la única capaz de imponerse en prácticamente todo el mundo gracias a su gran capacidad de contagio. Nadie sabe qué pasará con la ómicron, que ahora tiene al planeta en tensión. En unos meses podría quedarse en el olvido, como les pasó a la lambda (descubierta en Perú) o la mu (en Colombia); pero también podría comenzar la sustitución de la delta y hacerse con su nicho ecológico. Tampoco está claro cuáles serían las consecuencias de esto: se desconoce si produce una enfermedad más grave o tiene más escape a las vacunas.
La primera vez que la mayoría de la población comenzó a tener noticias sobre variantes del coronavirus todavía estaba digiriendo las primeras olas. Era diciembre de 2020 y la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún no había empezado a utilizar el alfabeto griego para denominarlas. Así que se conocía con el nombre de su origen, precisamente lo que la OMS quiso evitar en mayo de 2021, cuando comenzó a proliferar la delta.
La variante alfa, por entonces conocida como británica, llegó haciendo casi tanto ruido como la ómicron hoy. El Gobierno de Reino Unido dio la voz de alarma de que las mutaciones que habían detectado hacían al virus mucho más contagioso y letal. La mayoría de los países europeos, como ha sucedido ahora, reaccionaron cortando vuelos con este país una semana después de que Londres volviera al confinamiento por culpa de la variante. España tardó 24 horas más en anunciar la medida que la mayoría de sus vecinos, después de una reunión de alto nivel de la Unión Europea en la que no lograron establecer una posición común.
Pero, como suele suceder con este virus, para cuando se tomaron esas medidas ya era demasiado tarde. Es más que probable que la variante alfa ya circulara por España cuando se clausuraron los vuelos a las puertas de la Navidad, aunque los primeros casos se detectaron por primera vez a finales de diciembre. En ese momento, el país ya estaba incubando la tercera ola, la más mortal hasta la fecha, que se disparó con las celebraciones navideñas y llegó a su cúspide a finales de enero.
La mayoría de los casos de esa ola, sin embargo, no fueron causados por la alfa, que no fue mayoritaria hasta marzo, cuando ya había pasado. La tercera ola la causó una variante que por entonces no se denominaba por su nombre de origen, ni por ningún otro fuera del ámbito científico. Para la ciudadanía seguía siendo simplemente “el coronavirus”. De lo contrario, probablemente se la habría conocido como “española”. Según explica Fernando González Candelas, catedrático de genética de la Universidad de Valencia e investigador de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio), se detectó en el país después del gran confinamiento de la primavera de 2020 y se fue expandiendo por media Europa. Antes de eso, la causante de la primera onda fue la de Wuhan, el linaje original.
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