El 10 de mayo de 2021, el senador cubanoamericano Marco Rubio denunció en la red social Twitter las “agresiones y otras bajezas” por parte de agentes cubanos a la historiadora del arte Carolina Barrero, uno de los rostros jóvenes de la disidencia cubana, que por esos días fue agredida, desnudada y acusada de desacato en una estación policial de La Habana. Seguidamente, el político de la Florida lanzó una pregunta: “¿Hasta cuándo tendrán que sufrir las mujeres cubanas estos atropellos?”
Por El País
Barrero recuerda el momento en que, acostada en una cama de cemento frío y pegajoso del calabozo de la cárcel de San Miguel del Padrón, un agente de la Seguridad del Estado se acercó para decirle que el senador Marco Rubio estaba pidiendo su liberación. “Me lo dijo como algo muy grande, incluso para ellos”, cuenta Barrero. “Yo no tenía entonces idea de quién era Marco Rubio, solo que era senador, porque me lo acababa de decir el agente. Luego vi el tuit que agradecí, y supe que lo hacía con cierta frecuencia para apoyar a activistas cubanos”.
No era la primera vez que Rubio se pronunciaba contra los atropellos a activistas y a presos políticos de la isla. Unos años antes, alzó la voz por la detención del joven Ernesto Oliva Torres, activista de la Unión Patriótica de Cuba. “La dictadura de [Miguel] Díaz-Canel sigue las mismas tácticas del régimen de los Castro, censurar y reprimir a los miembros de la oposición”, dijo entonces. Cuando estallaron las protestas masivas el 11 de julio de 2021, fue de los primeros en lanzar un #SOSCuba. Luego de las manifestaciones, cuando el Gobierno de La Habana convirtió en presos políticos a miles de ciudadanos, Rubio se sumó a una campaña por la liberación de los menores de edad encarcelados. “Como cubanoamericano y como padre de familia, veo con gran dolor las injusticias que se están cometiendo”, aseguró en un comunicado.
En sus varias declaraciones sobre las constantes violaciones de derechos humanos en la isla, Rubio se ha mostrado en contra de cualquier política de acercamiento que, según él, enriquezca los bolsillos de los gobernantes cubanos sin garantizar un cambio radical de sistema, incluso por encima del saldo que pagan los ciudadanos de a pie con cada una de las sanciones económicas. “Todo apoyo debe estar condicionado a cambios democráticos genuinos”, dijo hace unos años. También ha expresado que “mientras no haya libertad en Cuba, Estados Unidos debe mantener una postura firme” porque “cada concesión que se hace al régimen cubano es una traición a quienes luchan por la libertad en la isla”.
Ahora que Rubio ocupará el puesto de Secretario de Estado del Gobierno de Donald Trump a partir del 20 de enero, y que se convertirá en el primer cubano y latino en tan alto cargo, los cubanos se debaten entre si la política exterior de mano dura será beneficiosa o aterradora para la isla y cómo podría influir en el futuro próximo del país.
“Yo, personalmente, siempre tengo esperanza”, asegura Barrero. “En los momentos más oscuros, es cuando más esperanza tengo. He decidido ver este escenario como una oportunidad. La administración de [Joe] Biden no comprendió la situación de Cuba. Buscó soluciones que promovieron el blanqueamiento de la dictadura, sin escuchar a los cubanos, o escuchando a una parte de los cubanos con intereses económicos sobre la isla. Eso les pasó factura”, añade la activista. Y aunque dice que desconoce por el momento la estrategia de los republicanos, espera que sea un “escenario para pensar lo imposible en el momento del desastre” y que Rubio se acerque más “a las fuerzas democráticas cubanas”.
“Lo importante es que nunca se olvide de sus raíces”
Para Eduardo Gamarra, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de Florida (FIU), el nombramiento de Rubio al frente del departamento de Estado, por encima de otros nombres que sonaban como el exdirector de inteligencia nacional Rick Grenell o el senador Bill Hagerty, es “significativo”. “Es una persona preparada y alguien cuyo entendimiento de política exterior es informado por estudios académicos”, sostiene el docente, quien es colega de Rubio en el departamento de Ciencias Políticas de la FIU, donde el senador ha impartido clases durante las últimas dos décadas. “Estudiantes tanto liberales como conservadores valoran su docencia y disfrutan poder pasar clases con un senador”, añade.
El senador no es el primero de origen cubano en un gabinete presidencial estadounidense. Por allí también han pasado el habanero Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional de Biden; Mel Martínez y Carlos Gutiérrez, secretarios de Vivienda y Desarrollo Urbano y de Comercio, respectivamente, durante la presidencia de George W. Bush; o Alexander Acosta, de raíces cubanas y Secretario de Trabajo de la administración Trump.
Hijo de emigrantes cubanos, Marco Rubio, de 53 años, habla perfecto español y ha representado en el Senado a una comunidad que este 5 de noviembre apoyó mayoritariamente a Donald Trump. Muchos cubanos ven en él al hijo de una ama de llaves de hotel y un camarero que llegó casi tan lejos como se puede en la política estadounidense. Rubio, por su parte, resalta cada vez que tiene la ocasión esas dos características, sus raíces cubanas y su condición de hijo de exiliados.
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