Nunca hasta ahora habíamos visto a Carlos mostrar tanto los dientes sin ser esta, precisamente, una sonrisa que denote felicidad. Con la muerte de Isabel II, quién vivió hasta los 96 años, el flamante rey de Inglaterra tuvo que esperar 68 para sentarse en el trono. Pero bastaron solo minutos, el sábado 10 de septiembre pasado, en el Palacio de St. James, para que de un momento a otro se viralizara como pan caliente un gesto suyo que los expertos en comunicación no verbal comparan con la de un hombre primitivo que busca la superioridad.
Por Agustín Gallardo / Infobae
Durante la firma de la Proclamación de Adhesión, que marcó su ascenso oficial al trono británico, se pudo ver a un ofuscado Carlos III que pedía a un asistente en dos ocasiones que retire la bandeja de bolígrafos de su escritorio antes de seguir escribiendo.
Las imágenes mostraron al rey gesticulando, nervioso, moviendo las manos frenéticamente, para lograr la atención del ayudante hasta que finalmente logró su objetivo: despejar la mesa. Para eso, entienden los especialistas, mostró los dientes en señal de disconformidad.
Pero el rey también es humano. Y los humanos tenemos la capacidad de transmitir señales y mensajes a través del contacto visual o de evitarlo, de expresiones faciales, de gestos de la postura de nuestro cuerpo en general. Hasta la kinestesia (la distancia que guardamos con el otro) dice algo. La forma en la que movemos las manos, también. Todo esto es información. Nuestro cuerpo habla por más que estemos callados. Se trata del lenguaje no verbal, una disciplina que se estudia en todos los países del mundo, y que se aplica como modo de entrenamiento para grandes CEO, empresarios, políticos -y reyes- en todo el planeta.
Infobae consultó a expertos en comunicación no verbal de Argentina, Colombia, Perú y México, para analizar algunos episodios de esta semana donde Carlos III comenzó su carrera como rey.
¿Poca tolerancia a la frustración?
En la serie The Crown queda evidenciado: tener sangre azul tiene sus “privilegios”. Durante toda la vida, quienes son parte de las familias reales, cuentan con todo tipo de servidumbre las 24 horas del día. Además la estricta educación que se recibe desde la infancia es fundamental a punto tal que -podría decirse- en la etapa adulta se respiran las acciones protocolares casi tanto como el propio aire. Sin embargo muchas veces la realeza se ve envuelta en situaciones cuestionables frente a ese universo non stop de asistencia y reverencia. Generalmente algunos de esos episodios quedan guardados dentro de esa cajita de cristal y fantasía que tanto interés genera en la gente cuando salen a la luz.
Pero otra veces no sucede lo mismo. El episodio del tintero fue -en términos actuales- el primer viral de Carlos III. “Sin dudas (Carlos) está de pie, él ya pide que saquen el tintero y lo hace con cierta displicencia, sólo moviendo los dedos, y estos en posición descendente. Al parecer la persona que le ayudaba no le entendió lo suficiente y sólo lo arrimó. Cuando él se encontró con el objeto nuevamente hizo una combinación de movimientos del rostro asociados al hastío o hartazgo. Desplaza la mandíbula hacia adelante, gesto primitivo de molestia, y tensa los parpados para intensificar el llamado de atención a la otra persona, ya que él sentía, según lo que vimos, que había avisado que lo saquen”, analiza Miguel Figueroa, biólogo, especialista en comportamiento humano primitivo en Perú.
“Es un gesto de fastidio intimidatorio, no solo por medio del vuelo repetido de la mano al exigir -sin decir una palabra- que le sacaran el tintero del escritorio, sino también cuando hace el gesto de mostrar los dientes, irritado por otro implemento que le incomodaba”, analiza a Infobae Silvia Ramírez Gelbes, doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés en Argentina.
Carla Irene Ríos Calleja, coordinadora de la maestría en opinión pública y marketing político de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en México, explica a Infobae: “Entra con rapidez y con cierta incomodidad a la silla donde va a firmar unos documentos. La mueca o la acción gesticular que genera es una reacción fisiológica o emocional, que nos podría indicar algún descontento, pesar, preocupación, ansiedad, frustración, enojo, y que está asociado a otro signo paralingüístico, kinésico y verbal que intenta comunicar algo. Es decir, la expresión gesticular utilizada consciente o inconscientemente, podría estar acompañada de elementos convencionales socioculturales que ha tenido origen en su educación y en el círculo social en el que se ha desenvuelto desde su niñez hasta la actualidad”.
Para la experta lo hace de manera poco elegante, “mostrando los dientes de un modo un tanto agresivo”, desvelando así “una emoción de impaciencia, inconformidad y enojo”.
Y sigue Ríos Calleja: “Algunos críticos han asociado su gesticulación a una mueca de un hombre primitivo que insinúa superioridad. No realiza ningún contacto visual con sus interlocutores, lo cual comunica poco estímulo de sociabilización, o poco interés de control político, sólo lo hace con la persona a quien demanda la acción de retirar el tintero. Respecto a la apariencia o imagen mostrada por el rey, se describe como correcta la adecuación a la imagen de alguien quien lleva luto, es decir, porta un frac o chaqué en tonos oscuros con corbata negra, vestimenta formal que otorga autoridad y credibilidad en celebraciones de Estado o en este caso de la realeza. Hay ausencia de tacto, y no se puede apreciar por el mismo acto la proxémica. Visiblemente se puede argumentar que el rey Carlos III discrepa de la imagen pública de su madre, la reina Isabel, quien fue discreta, respetuosa ante los protocolos, diplomática y separó los problemas personales de los actos públicos”.
Constanza Triana, entrenadora en comunicaciones de altos directivos y directora de Vera Ikona, en Colombia, esgrime: “El gesto boca abierta de dientes que se encuentran es impaciencia, fastidio, enojo. Una persona de su historia de su entorno social ha estado acostumbrado a que siempre hay alguien pendiente de acomodar, fijar, retirar, poner cosas cerca suyo”.
Otro de los episodios que llamó la atención fue el de la birome. “¡No puedo soportar esta maldita cosa!”, dijo el monarca de 73 años al descubrir que se había manchado con un bolígrafo roto.
“La incomodidad, esta vez es mas verbal, dice expresamente que le molesta y su gesto más notorio sucede donde se tensan y contraen los labios y la mandíbula, mientras sacude su mano con firmeza hacía su pañuelo. Una acción bastante agresiva para un espacio rodeado de formas y protocolos. Supongo que al decirlo es consciente de la presencia de la cámara, porque parece mirarla, pero eso no lo inhibe de seguir hablando contra la situación”, analiza Figueroa.
Ramírez Gelbes apunta: “Se muestra como una persona intolerante a la frustración, en este caso, a causa de una lapicera que pierde tinta y hasta verbaliza su incomodidad manifiesta con las mínimas acciones que debe realizar en función de su título actual. No ha de olvidarse que Carlos es una persona mayor. Pero el contraste con su madre, que era mucho mayor que él y que, a un par de días de su muerte, seguía llevando a cabo sus actividades con gesto amable lo hace ver aún más irascible y anacrónico”.
Para Ríos Calleja comunica también el hecho de llevar las dos manos con el bolígrafo al momento de entrar al lugar. “Es un signo de nerviosismo, así como también de inseguridad”, dice. “El mover el libro varias veces hasta que el considera que está bien para firmar puede considerarse una personalidad controladora y la forma como sostiene el bolígrafo reflejaría poca seguridad”, agrega la especialista en lenguaje no verbal mexicana.
“La manera precipitada al levantarse de la mesa reaccionando a una acción ha denotado frustración al mismo. Se observa que durante el acto protocolario hace uso y dominio del espacio. Se observa una proxémica social, en la que mantiene distancia cercana con las personas, aunque la distribución de su espacio está condicionada a las distancias culturales de interacción, es decir, él llega a un espacio privado y se marcha. Otro aspecto que se resalta es que no presenta distorsiones en la ejecución de ambos lenguajes, verbal y no verbal, lo que comunica verbalmente de una manera áspera, fría y exigente se ajusta a su lenguaje corporal, a sus ademanes, maneras y posturas que de igual manera presentan esas características”, dice Ríos Calleja.
Y suma: “Su interacción comunicativa humana trata de transmitir algún pensamiento o idea, en este caso, a la opinión que tiene de los bolígrafos, pero es la comunicación no verbal la que acompaña al acto comunicativo, la que proporciona un sentido verdadero y permite su interpretación que es de enfado, de enojo, de frustración”.
Patrones reales
¿Hay algún patrón que se repita en cuanto al lenguaje no verbal de Carlos III? Si es así ¿qué dice esa repetición? “Recordemos que las personas perdemos los estribos con más facilidad mientras estamos más cansados, tensos o entristecidos. Este podría ser el caso del rey. Ante la tristeza de la muerte de su madre y la tonelada de exigencias como nuevo rey, hace que cualquier detalle le sea muy incomodo. Además de sus muy posibles exquisiteces como ser parte de la familia real”, dice Figueroa.
Carla Irene Ríos Calleja, sostiene que “existen acciones reiterativas en su lenguaje corporal como lo son el poco contacto visual con los demás interlocutores, gesticulaciones poco afables en su rostro, y la aparente omisión muchas veces de sonreír podrían descolocarlo del poder dentro de la esfera pública. Sus acciones más repetitivas son sin duda sus maneras, ademanes y gestos que lo han caracterizado con un tono indiferente, lánguido y sombrío”.
Si se trata de poco contacto visual con interlocutores, la Vigilia de los príncipes fue un momento donde pudo verse esta característica de su posición, denotando -a su vez- la tristeza que le implicaba estar delante del féretro de su madre.
Sin dudas fue uno de los momentos más emotivos dentro del raid de actividades en torno a la despedida de Isabel II. “En su gesto solemne y hasta la mirada baja, Carlos III evidenció una actitud acorde a lo que evidentemente marca el protocolo, una actitud de respeto ante el cuerpo físico de la reina que lo precedió”, explica Ramírez Gelbes quien resalta el hecho de que el cajón descansara en un pedestal que quedaba por encima de las cabezas de sus deudos de pie.
“Esta es una señal habitual de respeto al monarca muerto. El principio de elevación (la altura como correlato del poder) se representa incluso en el hecho de llevar una corona en la cabeza, que vuelve (imaginariamente) más alto al monarca. Y los ojos mirando al suelo, además de constituir un gesto de humildad ante alguien superior, colaboran con esta idea de abajarse, “hacerse más bajo” que la reina a la que están despidiendo”, agrega la especialista argentina.
“En este momento pudo su verse semblante la tristeza y el pesar de la pérdida de su madre. Camina con paso lento que denota ser introvertido y tímido, con la cabeza baja, lo que muestra baja autoestima y desequilibrio moral. En alguno de los cuadros iniciales se centra la imagen de él resaltando su postura no recta, con mucha inclinación de su cabeza sobre los demás con hombros encogidos. Esto puede mostrar agotamiento e indicar que está cargando con un gran peso y preocupación”, resalta Ríos Calleja. Y agrega: “El contraer las manos juntas a la altura de las caderas se ha asociado a una acción de gracia, una adoración. Mantener una postura con las piernas juntas, pero con los pies separados puede revelar timidez.
Esta cuestión de los gestos pocos empáticos de Carlos que refieren varios de los expertos consultados, según Triana, la entrenadora en comunicaciones colombiana, viene de larga data. Según la especialista se puede remontar al momento del casamiento con la princesa Diana.
“Esta es la imagen de una de las bodas más relevantes del siglo XX con millones de personas siguiendo la transmisión. Incluso, en ese momento del beso en la mano de su esposa, aún se conserva distancia, cuidado en la sonrisa, no es un gesto del todo expresivo, muchísimo rigor en ser milimétrico. Incluso ahí, en ese que se supone un momento feliz, hay un aire de nostalgia”, analiza Triana.
Con más de 50 años, la coronación de Carlos como príncipe de Gales siguen siendo otra parte importante de la historia de la monarquía inglesa. En aquellas instantáneas aparecen varias imágenes donde se lo ve con una sonrisa, pero en muchas otras no sucede lo mismo. “Viendo esa secuencia de fotos, nos permite analizar como hace décadas, el entonces príncipe Carlos, lleva este aire de tristeza de extrema preocupación, por no dejar salir su verdadera esencia. Los movimiento son lo que llamamos de cuidado milimétrico, cerrado totalmente a la posibilidad de un gesto espontáneo”, agrega Triana.
¿Qué características entonces de su lenguaje no verbal debería corregir Carlos en su futuro como rey? “Un personaje tan expuesto debe recordar la asimetría entre lo positivo y lo negativo Las personas van a recordar más lo negativo que lo positivo, la gente recordará más una cara de molestia a diez sonrisas, un gesto de desprecio a diez abrazos. Por lo tanto, un par de estos gestos pueden etiquetarlo de algo que luego será muy difícil de salir”, dice Figueroa.
“En la personalización de los códigos emisores comunicativos se podría indicar que el nuevo monarca de Inglaterra debe estratégicamente revisar su lenguaje corporal”, afirma Ríos Calleja.
Y suma: “Todos los lideres políticos son entrenados para controlar las ejecuciones de su comunicación no verbal y que exista concordancia con el lenguaje verbal. En este sentido puede seducir y dominar a sus gobernados como lo han hecho su madre, la reina Isabel, su exesposa, la princesa Diana, sus hijos William y Harry, por mencionar algunos. Sus intervenciones públicas deberán determinar una imagen y actitud positiva, cuidar los elementos que rodean las intervenciones oficiales y no oficiales, así como sus posturas y movimientos que le aporten seguridad y autenticidad. Existe una teoría que establece que una persona se hace una imagen de otra en siete segundos, por ello, esos momentos son claves para producir una buena impresión ante los públicos”.
Para Ríos Calleja, el rey Carlos III debe tomar en cuenta los códigos del lenguaje no verbal, las maneras, los gestos, y sobre todo las expresiones, que hasta ahora no han sido rentables ni favorables. “En una comunicación de carga emocional los gestos suponen más de la mitad de la información que se transmite. Se trata de un idioma que se utiliza y se sabe controlar, quien lo hace es el subconsciente. Es conveniente tener en cuenta que el lenguaje no verbal es multifuncional, ya que no pueden interpretarse de manera aislada, debe hacerse en un contexto y en relación con los demás códigos y signos y ahí se puede dar el significado pretendido. El nuevo monarca deberá tener claridad de ello y dejar a un lado los arranques de coraje y enfado para un espacio más íntimo y personal”, finaliza.
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