La broma de John Mulaney en SNL sintetizó el espíritu de estas elecciones presidenciales en los Estados Unidos: “Tienes que votar. Deberías votar todas las veces que puedas.
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Llena todos los casilleros. Y si una hoja dice ‘Esta página se dejó deliberadamente en blanco’, escribe lo que quieras allí”. Pocas veces en la historia de este país el primer martes de noviembre cargó con la intensidad de este, y en un estado como California —el más poblado, con casi el doble de habitantes que la Florida o Nueva York— se ha notado en especial: de los casi 40 millones de californianos, 22 millones se registraron para votar y más de 11 millones ya lo hicieron antes del gran día.
Las cifras de US Election Project cuantifican lo que en la vida cotidiana se ve de diferentes maneras: personas que llenan su carrito en el supermercado por las dudas, corrientes incesantes de mensajes de texto de las campañas (“¡Hola! ¿Vas a votar mañana?»), trabajadores que instalan paneles de madera para proteger las vidrieras en las zonas comerciales de Los Angeles. Y todo eso en el ambiente enrarecido por la pandemia de COVID-19.
Hace mucho que California es un estado de mayoría demócrata —Arnold Schwarzenegger fue el último republicano votado gobernador, en 2006— y sin embargo el miedo es ostensible, como si los comicios fueran una prolongación de Halloween pero sin disfrazados ni fiesta. No sólo un temor inmediato a los desbordes sociales sino también —o sobre todo— a no haber participado y que gane el otro, según el punto de vista de cada quien. Tal es la polarización en la ciudadanía entre el actual presidente, Donald Trump, y el candidato demócrata Joe Biden.
El experimento democrático en este país no se rompió en los años previos, ni en los posteriores, a la Guerra de Secesión, y vaya si esas fueron batallas políticas brutales. Sin embargo, acaso por la atmósfera saturada de mensajes sobre las elecciones —los medios, las redes—, hasta en lugares históricamente azules como el oeste de Los Angeles se tiene la impresión de peligro. Por su lado, los votantes republicanos —que forman la mayoría histórica en el Valle Central, o los que se han manifestado los sábados en los USA Freedom Rallies en Beverly Hills— hablan de sí mismos como si fueran una especie amenazada.
En cualquier caso todos, cualquiera sea su orientación, parecen compartir un sentimiento: no ven la hora de que esto termine. La posibilidad de semanas de recuentos de votos o incluso peleas en los tribunales multiplicaría la tensión política, que a estas alturas ha infiltrado también lo personal.
“Casi que me gustaría dormir y que me despertaran en febrero o algo así”, dijo a Los Angeles Times Doni Chamberlain, periodista independiente que vive en Redding y vota por Biden. «Como muchos estadounidenses en estos tiempos divididos, ella ha aprendido a no hablar de algunas cosas con sus seres queridos que son conservadores. Ha perdido amigos que escribieron publicaciones hirientes en Facebook con insultos contra los liberales. “Cuando todo esto pase, será interesante ver cuántos amigos me quedaron”.
California no se cuenta entre el puñado de estados que podría definir esta elección, pero de todos modos representa una buena cantidad de votos para Trump: allí recibió 4,5 millones en 2016, apenas menos que en Texas (4,7 millones) y la Florida (4,6 millones). Las encuestas, sin embargo, muestran lo previsible —aunque convendría recordar cómo fallaron en aquella elección, cuando hasta último momento dieron por ganadora a la candidata demócrata Hillary Clinton—: Biden tiene un margen de 36% por encima de Trump, con un total de 65% contra 29% en una medición de la Universidad de California en Berkeley/IGS.
“La única victoria por un margen mayor en el estado sucedió exactamente hace un siglo, en 1920, cuando Warren Harding, republicano, derrotó a James Cox, demócrata, por 42 puntos”, recordó el análisis del sondeo. California no impulsó una presidencia republicana desde 1988, cuando ayudó al triunfo de George H.W. Bush.
En ese ambiente la votación en persona en el condado de Los Angeles comenzó el 24 de octubre —desde antes era posible votar por correo, ya que el gobernador Gavin Newsom ordenó el envío de las boletas a todos los votantes, la solicitaran o no— y termina el 3, cuando desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche los californianos podrán votar, incluso registrándose en el mismo momento si no lo hicieron antes.
Tendrán a su disposición máscaras, guantes, desinfectante en gel y lapiceras de uso único para prevenir la transmisión del coronavirus; no se les obliga a cubrirse con barbijo pero sí a mantener la distancia social. Para los trabajadores en las mesas de votación, al control de datos de las personas se sumó también una tarea de limpieza. Y otra de moderación de mensajes políticos: si bien los partidarios no son legales, en las filas se han visto gorras rojas de Make America Great Again y sudaderas con la consigna Black Lives Matter. “Las leyes sobre comicios del estado prohíben que el público lleve armas a los centros de votación”, advierten, asombrosamente, los instructivos de las boletas electorales.
Las 12 proposiciones que se votan en California
La papeleta en sí es larga: California vota, además de presidente y vice, una serie de medidas locales, entre ellas 12 proposiciones que funcionan como un referendum sobre distintos temas.
La primera de ellas, número 14, autorizaría que el estado creara un bono de USD 5.500 millones para continuar la investigación de células madre, entre otras cuestiones para terapias contra el Alzheimer, el Parkinson, la apoplejía y la epilepsia. La 15 aumentaría los impuestos en propiedades comerciales e industriales que valgan más de USD 3 millones, lo cual eliminaría los efectos de otra proposición, la 13 de 1978, que los redujo. Otra proposición, la 16, también cancelaría una previa, la 209 de 1996: devolvería la acción afirmativa, por la cual los empleadores estatales y las universidades públicas tendrían que volver a tomar en cuenta el género y el origen étnico de los candidatos que consideran.
La proposición 17 permitiría que las personas en libertad condicional pudieran votar en ciertas circunstancias, algo que afectaría a unos 40.000 californianos; la 18 adelantaría a los 17 años la edad para votar en determinadas elecciones, como ya se hace en otros 19 estados y Washington DC. La proposición 19 otorga beneficios en los impuestos a la propiedad a personas de más de 55 años, discapacitadas, veteranos de guerra y víctimas de desastres naturales, a la vez que impide que eso se aplique a los bienes que se heredan. La 20 endurecería los términos de las sentencias penales, al restringir las condiciones para la libertad condicional y solicitar una muestra de ADN en ciertos tipos de delitos. La 21 permitiría que las ciudades y los condados aprobaran el control de la renta de viviendas en algunas circunstancias, algo que hoy no pueden hacer por una ley de 1995.
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