La Reina Isabel II, muerta hoy a los 96 años, vivió todo tipo de hechos insólitos en su vida. Pero ninguno como el que la sorprendió una mañana de julio de 1982 cuando despertó con un hombre ensangrentado a los pies de su cama. Ocurrió más específicamente el 9 de julio de aquel año, cuando un hombre de 30 años, Michael Fagan, consiguió entrar en el dormitorio de la monarca a las 7.15 AM mientras ella dormía.
Fagan, burlando de manera increíblemente fácil todas las medidas de seguridad del Palacio de Buckingham, se sentó en la cama de la monarca y charló durante diez minutos con ella. Mientras hablaban, el inesperado huésped pidió a Isabel II un cigarrillo. “Aquí no tengo”, le dijo su Majestad, “pero puedo ir a buscarlo a la habitación de al lado”. El intruso accedió y la reina aprovechó para avisar a su guardia, que inmediatamente redujo al hombre.
El príncipe Felipe de Edimburgo, que dormía en otra habitación, permaneció ajeno a la situación sorpresiva que libraba su esposa.
La revista Life rememoró así la situación:
“Poco después de la rendición de Argentina, se produjo un extraño e inquietante incidente que puso de manifiesto la imperturbable calma de la reina en una crisis. A las 7.15 de la mañana del 9 de julio de 1982, la despertó un portazo, e instantes después un hombre descalzo en camiseta y pantalones vaqueros estaba de pie a los pies de su cama, con la mano ensangrentada sosteniendo un trozo de vidrio de un cenicero roto.
‘¡Salga de aquí de inmediato!’, dijo la reina. Pero el intruso -Michael Fagan, un pintor de casas en paro de 33 años y padre de cuatro hijos que padece esquizofrenia- ignoró a su reina y empezó a desahogarse con ella. Isabel llamó para pedir ayuda, pero no hubo respuesta. Mientras tanto, escuchó pacientemente los problemas del joven y le expresó su simpatía. Cuando Fagan le pidió un cigarrillo, la reina le dirigió a una despensa cercana, y al llegar al pasillo, Fagan se encontró con un lacayo que traía a los corgis (un tipo de perro) de Su Majestad para que los acariciaran por la mañana. Consiguió detener a Fagan hasta que llegó la policía. El intruso, que más tarde pasaría seis meses en un centro psiquiátrico, dijo después del incidente que había planeado cortarse las venas delante de la reina. ‘No tenía miedo’, dijo después Isabel. ‘Todo fue muy surrealista’. Simplemente, entró, charlamos y se fue sin incidentes, y eso fue todo’.
La atrevida escapada de Fagan, que escaló un muro de cuatro metros con alambre de espino y pinchos, y trepó por un tubo de desagüe hasta una ventana abierta cerca de los aposentos de la reina, constituyó una flagrante violación de la seguridad, por la que Thatcher tuvo que enfrentarse a una gran presión”.
El relato coincide con Ingrid Seward, biógrafa, quien en su libro sobre la reina de Inglaterra, Paul Whybrew, el hombre de mayor confianza de la monarca, estaba en ese momento paseando a los perros de Isabel. Cuando regresó, la reina había logrado escapar del dormitorio, y “Big Paul” forcejeó con Fagan hasta reducirlo al suelo. No obstante, el extraño contaría luego que este se mostró muy amable con él. “Parece que necesitas una copa”, asegura Fagan que le dijo Whybrew, y luego le sirvió un vaso de whisky hasta que por fin llegó la policía.
La entonces primera ministra, Margaret Thatcher, se mostraba “profundamente preocupada” por el incidente, lo mismo que su entonces ministro del Interior, William Whitelaw, máximo responsable de la seguridad de la familia real. Whitelaw tuvo que intervenir apresuradamente en la Cámara de los Comunes para explicar tamaña irrupción en la vida privada de la reina.
Fagan, un pintor y decorador, contó que el incidente del 9 de julio de 1982 fue su segundo intento por entrar al palacio; el primero sucedió aproximadamente un mes antes. Según una entrevista que ofreció a Daily Mirror, en el primer intento de Fagan logró trepar por una tubería de desagüe y lo vio una empleada del palacio que alertó a seguridad, pero cuando los guardias llegaron al lugar, había desaparecido.
Al parecer, Fagan entró al palacio a través de una ventana abierta en el techo y pasó 30 minutos comiendo queso cheddar y galletas y deambulando como un turista. Según las informaciones publicadas de ese momento, las alarmas estaban estropeadas y no saltaron.
Fagan contó que entró en la sala de correos donde vio regalos para el recién nacido príncipe William. El intruso relató que se sirvió media botella de vino antes de decidir irse, y durante todo este tiempo pasó completamente desapercibido para el personal de seguridad. “Entré en la habitación de Carlos, tomé el vino del estante y lo bebí. Era californiano barato”, dijo a The Independent.
Incapaz de resistir la tentación de volver a palacio, Fagan probó suerte por segunda vez el 9 de julio, esta vez escalando la pared de cuatro metros de altura de Buckingham y, nuevamente, trepando por una tubería de desagüe. Estuvo dando vueltas un rato. Luego el hombre entró en la habitación de la reina y abrió las cortinas para despertarla. Aseguró que Isabel II estaba “temblando” cuando lo encontró a su lado. En declaraciones a The Mirror, dijo : “Pase junto a su cama y parecía demasiado pequeña para ser la reina. Así que me acerco y descorro la cortina, solo para asegurarme, y de repente se sentó y me dijo: ‘¿Qué haces aquí?”.
Algunas publicaciones en ese momento afirmaron que la reina se mantuvo increíblemente tranquila y continuó hablando con él hasta que los agentes de seguridad llegaron. Sin embargo, Fagan negó esa versión y le contó a The Mirror : “¡No! Pasó junto a mí y salió corriendo de la habitación”.
Fagan fue detenido pero no fue acusado de allanamiento y los cargos finalmente se retiraron cuando fue internado para someterse a una evaluación psiquiátrica. Ahora, su delito se consideraría criminal. Lo que lo metió en problemas legales fue el hecho de que en su primera visita se robó el vino del príncipe Carlos.
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