Oriente Medio ha puesto muy pronto a Joe Biden frente a frente con los dilemas del tablero geopolítico y la fragilidad de las promesas electorales. El nuevo presidente de Estados Unidos, que durante la campaña prometió mano dura contra Arabia Saudí por el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi en 2018, ha evitado las sanciones directas contra el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, quien, según los servicios de inteligencia estadounidenses, ordenó la ejecución del columnista de The Washington Post. El editor de este periódico, Fred Ryan, denuncia en un duro artículo publicado este lunes que Biden exime de responsabilidades a Salmán, concediéndole “un pase para un asesinato gratis”, a cambio de salvar la cooperación con Riad en la conflictiva región.
“Parece que bajo la Administración de Biden, los déspotas que ofrezcan un valor estratégico momentáneo para Estados Unidos pueden conseguir ‘un pase para un asesinato gratis”, señala Ryan en el artículo, tres días después de que la Casa Blanca hiciera público el informe que la inteligencia estadounidense elaboró sobre la muerte de Khashoggi, en el que concluía que el príncipe heredero dio luz verde a la operación, que tuvo lugar en Turquía. Un escuadrón de la muerte, según la investigación, viajó a Estambul y engañó al periodista para que acudiese al consulado saudí para realizar un trámite. Una vez dentro, fue descuartizado.
Las conclusiones del informe se compartieron oficialmente, negro sobre blanco, el viernes, pero se habían adelantado hacía tiempo, hasta el punto que el candidato Biden había hablado del asunto durante la campaña. El demócrata, como le recuerda el editor del Post en su artículo, había prometido “hacerles pagar el precio y convertirles, de hecho, en los parias que son”. “Khashoggi ha sido asesinado y desmembrado, según creo, por orden del príncipe heredero”.
Sus declaraciones, en resumen, apuntaban hacia un cambio de rumbo respecto al republicano Donald Trump, quien evitó la publicación del informe y también rehusó exigir responsabilidades a Riad. Sin embargo, una vez se publicó el documento el viernes, la Administración se limitó a anunciar la imposición de restricciones de visado a 76 saudíes que “se cree que han estado implicados en amenazas a disidentes en el extranjero”, según un comunicado del Departamento de Estado. Ni una palabra sobre Salmán. Biden, según fuentes de la Administración citadas aquel día por The New York Times, teme que un castigo directo al príncipe arruinaría la cooperación con Riad en la lucha contra el terrorismo y en la tensión con Irán. “La relación con Arabia Saudí es más grande que cualquier individuo”, señaló, por su parte, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken.
Para Fred Ryan, decir que Oriente Medio es un lugar complicado se queda corto. El editor lamenta que los presidentes estadounidenses han tomado decisiones de forma equivocada pensando en el corto plazo y que este vuelve a ser el caso con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Ryan escribe que los votantes estadounidenses “tomaron la palabra de Biden sobre que restablecería a Estados Unidos como un defensor de los derechos humanos y que no permitiría excepciones basándose en relaciones personales o en necesidades estratégicas del momento”. Para el editor de The Washington Post, el presidente demócrata se está enfrentando a una prueba de fuego sobre sus promesas electorales y “está a punto de fallarla”.
Jamal Khashoggi vivía en Estados Unidos y era colaborador habitual del Post. Estaba a punto de cumplir 60 años cuando fue asesinado el 2 de octubre de 2018. Gran crítico del régimen de Riad, el periodista acudió a la legación diplomática de Estambul para llevar a cabo unos trámites relacionados con su futuro matrimonio con una mujer turca y salió de allí a trozos. La justicia saudí condenó a muerte a cinco hombres por el asesinato (aunque las penas fueron conmutadas el pasado septiembre a 20 años de cárcel) y otros tres han recibido penas de prisión. El tribunal, en cambio, exoneró a Saud al Qahtani, un controvertido asesor de Bin Salmán, que fue considerado el contacto entre este y el comando ejecutor.
El conflicto pone en aprietos a un Biden que la semana pasada aprobó un bombardeo en Siria contra estructuras de grupos milicianos respaldados por Irán, como represalia a un ataque previo contra estadounidenses y aliados en Irak. Varios de los propios demócratas en el Capitolio le criticaron por llevarlo a cabo sin la bendición del Congreso. Para los presidentes de Estados Unidos, Oriente Medio es una prueba constante.
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