El encargado por el presidente Joe Biden para lidiar con las causas de la crisis migratoria en Estados Unidos, Ricardo Zúñiga, culminará este jueves un viaje a Guatemala y El Salvador sin poder reunirse con el presidente Nayib Bukele como tenía previsto, en lo que supone un nuevo gesto del distanciamiento entre los gobiernos de ambos países en un momento en el que el número de centroamericanos que llegan a la frontera sur estadounidense ha alcanzado niveles máximos en 15 años.
Por EL PAÍS
Zúñiga, quien llegó el lunes a Guatemala donde sí que se reunió con el presidente Alejandro Giammattei, regresará a Washington sin que Bukele, asiduo a comentar la actualidad por Twitter, haya hecho ni siquiera referencia a esa visita de alto nivel en esa red social ni en ningún otro foro público. “En este viaje pedimos cita con el presidente pero nunca confirmamos esa reunión”, aseguró el enviado de Biden en un encuentro con medios en San Salvador. El funcionario tuvo un encuentro el miércoles con la canciller salvadoreña, Alexandra Hill Tinoco, “para coordinar esfuerzos para reducir la migración irregular y abordar las causas que las generan”, según informó la embajada. El Ministerio de Exteriores salvadoreño tampoco emitió ningún comunicado al respecto.
En su visita, Zúñiga también visitó la sede la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), lanzada por el Gobierno de Bukele y la Organización de Estados Americanos (OEA) para investigar casos de corrupción y anunció una donación de dos millones de dólares. Según la estrategia del Gobierno de Biden, fortalecer el Estado de derecho en los países del norte de Centroamérica es un requisito clave para generar las condiciones que permitan que los centroamericanos no tengan que migrar.
“La lucha contra la corrupción es fundamental en nuestro apoyo a los países de Centroamérica y para los actores que están llevando a cabo esa misión en cada país”, afirmó Zúñiga en un discurso en la sede de organismo en el que aplaudió la decisión de Bukele de permitir su conformación. Esa misma mañana, sin embargo, el presidente salvadoreño escribió un tuit en el que rechazaba el llamado de organizaciones no gubernamentales para que la Asamblea Legislativa apruebe una ley que le otorgue a esa misión independencia del Ejecutivo.
Un nuevo símbolo de distanciamiento con el Gobierno de Biden
El desplante de Bukele a Zúñiga supone el último gesto de distanciamiento entre su Gobierno y el de Biden, después de que algunos funcionarios estadounidenses hayan puesto en duda públicamente la separación de poderes en El Salvador. El último en hacerlo, este mismo lunes, fue el portavoz del departamento de Estado Ted Price, quien dijo que esperaba que el Gobierno salvadoreño “demostrara su compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas”.
La semana pasada, el mandatario se enfrentó en Twitter con la congresista demócrata de California Norma Torres, quien ha criticado abiertamente a los gobiernos de los países de origen de los migrantes y ha tildado a Bukele de “dictador narcisista”. El presidente salvadoreño respondió pidiendo a los latinos de California que no votaran por ella en las próximas elecciones, lo que provocó una condena del caucus hispano del Congreso de Estados Unidos por considerar que estaba interfiriendo en asuntos políticos de un país extranjero.
Desde su llegada a la presidencia de El Salvador a mediados de 2019, el mandatario dejó claro que Washington era su “aliado más importante” y comenzó un acercamiento con el Gobierno de Donald Trump. La buena conexión entre ambos mandatarios, que compartían la afición de gobernar a golpe de tuit, quedó patente en un encuentro que tuvieron en Nueva York en septiembre de 2019. Un mes después, EE UU amplió por un año los permisos de trabajo de unos 250,000 salvadoreños residentes en ese país protegidos por el estatus de protección temporal TPS.
Trump dijo entonces que lo hacía en reconocimiento a “los logros y el buen trabajo” de Bukele, que había firmado un acuerdo para recibir a solicitantes de asilo enviados por Estados Unidos y se había comprometido a frenar la inmigración. Desde su llegada, el líder salvadoreño ha conseguido reducir considerablemente el flujo de salvadoreños que migran al norte, una tendencia que se le atribuye a las medidas que tomó para impedir la salida de migrantes, a la detención de los supuestos convocantes de caravanas y a la caída de los índices de violencia y criminalidad.
Con la llegada de Biden las relación entre ambos países se ha enfriado. El primer capítulo de ese distanciamiento se produjo en febrero cuando según informó la agencia AP, Bukele viajó a Washington para intentar reunirse con algún funcionario de la Casa Blanca pero no quisieron recibir porque el encuentro no estaba agendado. El presidente salvadoreño desmintió la noticia y cargó contra quien la divulgó, pero ahora este desplante ha sido interpretado como una manera de devolver el gesto.
En su viaje, además de visitar El Salvador, Zúñiga estuvo en Guatemala, donde comenzó se reunió con Giammattei y buena parte de su gabinete y con miembros de los órganos judiciales y de la sociedad civil que luchan contra la corrupción. Honduras, el país del que es originario el enviado de biden y uno de los principales emisores de migrantes indocumentados a EE UU en los últimos años, se quedó fuera de la visita. Aunque el Departamento de Estado no ha dado explicaciones sobre esa decisión, no es de extrañar que Washington prefiera mantener distancias con Tegucigalpa después de que el presidente Juan Orlando Hernández fuera acusado por un fiscal de Nueva York de haber cooperado con un cártel para el envío de cocaína a EE UU.
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