El hielo marino de la Antártida alcanzó niveles mínimos históricos por segunda vez en dos años, y algunos científicos están alarmados porque las drásticas caídas representan una señal de que la crisis climática puede estar influyendo ahora más claramente en esta región vasta, compleja y aislada.
El hielo marino que bordea la Antártida descendió a solo 1,91 millones de kilómetros cuadrados al 13 de febrero, según el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC, por sus siglas en inglés) por debajo del récord anterior de 1,92 millones de kilómetros cuadrados establecido el 25 de febrero del año pasado.
El hielo marino aún podría reducirse más; es posible que no se alcance el nivel más bajo del verano austral hasta dentro de una semana.
Los dos últimos años marcan la única vez que los niveles de hielo marino han caído por debajo de los 2 millones de kilómetros cuadrados desde que los satélites empezaron a monitorearlo en 1978.
Ted Scambos, glaciólogo de la Universidad de Colorado en Boulder, explicó a CNN que «no se trata solo de un mínimo histórico. Está en una tendencia descendente muy pronunciada».
A diferencia del Ártico, donde el ritmo de pérdida de hielo marino ha seguido una trayectoria descendente bastante constante a medida que se acelera el cambio climático, la extensión del hielo marino antártico ha oscilado al alza y a la baja, lo que hace más difícil averiguar cómo están respondiendo el continente y el océano que lo rodea al calentamiento global.
Las dos regiones polares son muy diferentes. Mientras que el Ártico es un océano rodeado de continentes, la Antártida es un continente rodeado por el océano, lo que significa que su hielo marino puede crecer hacia el exterior, sin estar limitado por tierra. El hielo antártico tiende a ser más fino que el ártico, con mayores máximos en invierno y descensos más pronunciados en verano.
Los modelos climáticos preveían una disminución del hielo marino antártico similar a la del Ártico, pero hasta hace poco la región se comportaba de forma completamente distinta a la prevista por esos modelos.
La región alcanzó un récord de extensión de hielo marino en invierno en 2014, cuando llegó a 19 millones de kilómetros cuadrados, lo que parecía apoyar la idea de que la Antártida podría estar relativamente aislada del calentamiento global.
Pero en 2016, algo cambió. Los científicos empezaron a observar una pronunciada tendencia a la baja.
Al principio, algunos lo achacaron a la variabilidad habitual de este continente enormemente complejo, con sus sistemas climáticos diversos y entrelazados. Pero tras dos récords consecutivos de hielo marino bajo, los científicos empiezan a preocuparse.
«La pregunta es: ¿ha llegado el cambio climático a la Antártida? ¿Es éste el principio del fin? ¿Desaparecerá definitivamente el hielo marino en verano en los próximos años?», declaró a CNN Christian Haas, jefe de la Sección de Investigación Física del Hielo Marino del Instituto Alfred Wegener de Alemania.
Hay varios factores que pueden influir en que el hielo marino sea tan bajo, como los vientos, las corrientes oceánicas y el calor del océano.
Las temperaturas del aire han sido más altas de lo habitual en algunas partes de la Antártida, alrededor de 1,5 °C por encima de la media a largo plazo.
Otra consideración importante es el cinturón de vientos del oeste que rodea la Antártida, conocido como Modo Anular del Sur u oscilación antártica. Estos vientos, que pueden aumentar la fusión del hielo marino, han sido más fuertes de lo habitual, según el NSIDC, y se han sumado a las condiciones meteorológicas que bombean aire cálido a la región.
La fuerza de los vientos se ha relacionado, en parte, con el aumento de la contaminación que calienta el planeta, así como con el agujero en la capa de ozono sobre el continente.
También se ha sugerido que el hielo marino podría estar derritiéndose debido al calor atrapado justo debajo de la superficie del océano, dijo Scambos.
«Básicamente, el calor se está agitando en la capa superior [de agua] alrededor de la Antártida», dijo. Si esa teoría se sostiene, y está relacionada con el calentamiento general de los océanos, «entonces eso tiene grandes implicaciones para la estabilidad de la capa de hielo de la Antártida».
La desaparición del hielo marino puede tener efectos en cascada en la Antártida y más allá.
Aunque no afecta directamente al nivel del mar, porque ya está flotando en el océano, la pérdida de la franja de hielo marino que rodea la Antártida deja las capas de hielo costeras y los glaciares expuestos a las olas y a las aguas cálidas del océano, lo que los hace mucho más vulnerables a derretirse y romperse.
Un paisaje antártico alterado podría tener importantes repercusiones en su fauna, desde los microorganismos y algas que apuntalan la cadena alimentaria, alimento del krill que, a su vez, alimenta a muchas de las ballenas de la región, hasta los pingüinos y focas que dependen del hielo marino para alimentarse y descansar.
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