El guion ha dado un giro de 180 grados en tiempo récord. En abril de 2020, en pleno estallido pandémico, el petróleo era anatema y los no pocos países de Latinoamérica y el Caribe que dependen de las ventas de esta materia prima para crecer y estabilizar sus cuentas públicas sufrían los rigores de unos precios bajos mínimos. Año y medio después la realidad es otra bien distinta: con el crudo por encima de los 80 dólares, casi 60 más que entonces, Brasil, Colombia, Argentina y Guyana y, en menor medida, México, Ecuador y Venezuela, están recibiendo un potente balón de oxígeno que muy pocos tenían en sus coordenadas.
Por IGNACIO FARIZA – EL PAÍS
”Seguimos lejos de máximos, pero sí son precios altos en comparación histórica“, apunta por teléfono Francisco Monaldi, experto en energía del Baker Institute. “La clave es cuánto tiempo durarán: si es por un periodo de tiempo corto el impacto no será muy significativo, pero sí se prolongan van a ser un respiro muy importante para muchos países de la región. Las materias primas, y particularmente el petróleo, siguen siendo muy importantes”. Un dato habla por sí solo: con el barril a estos niveles, subraya el jefe para América Latina de la consultora especializada Wood Mackenzie, Marcelo de Assis, “todos los campos petroleros latinoamericanos son rentables”.
Lo que sigue es una breve radiografía de los países beneficiados por el buen momento del crudo que atraviesa el crudo en los mercados internacionales. Los que no figuran en el listado están en la situación opuesta: para ellos, un petróleo más caro aumenta la factura importadora y eleva el gasto público.
Brasil. El indiscutible líder regional ha pasado en pocos años de ser un país golpeado cuando subía el petróleo, que empeoraba su balanza comercial, a verse claramente beneficiado. “Históricamente, cada vez que subía el precio era una tragedia. Y ahora, en cambio, le viene bien”, afirma Monaldi. Entremedias, varios importantes hallazgos que han convertido al gigante latinoamericano en uno de los nombres clave en el mapa petrolero mundial y en el mayor exportador neto en la franja de tierra que va de Ushuaia al río Bravo.
En 2020, pese a la pandemia, Brasil ingresó casi 20.000 millones de dólares (17.300 millones de euros) por este concepto y quedan pocas dudas de que este año superará con creces esa cifra. Es, además, uno de los que más rédito está sacando a su no pertenencia al cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que en los últimos años ha impuesto cupos a sus miembros para recortar la oferta total y estabilizar el mercado cuando las importaciones apenas tiraban. Al quedar exento de ese tope, ha aprovechado la oportunidad para incrementar sus ventas a Asia, de largo el continente que más crudo importa. “Es el más beneficiado del bloque”, sentencia Lisa Viscidi, jefa de Energía del think tank Inter-American Dialogue. “Exporta mucho, sobre todo a China, y las ventas se han mantenido en niveles altos incluso en los peores momentos de la pandemia”.
Venezuela.
El precio mensual de la cesta petrolera ha sido un tradicional foco de atención en los espacios informativos y de análisis nacionales. Sin embargo, el derrumbe de la industria petrolera en los años de Nicolás Maduro ha evaporado esta panorámica: hoy el país apenas produce poco más de 450.000 barriles diarios, frente a los tres millones de hace no tantos años. En este contexto, el recientemente encarecimiento del crudo despierta hoy un interés muy atenuado.
El impacto de los precios altos sobre la economía venezolana será positivo, pero muy limitado. “Aún continúa el embargo estadounidense, tienen un grave problema de infraestructura petrolera y no hay una perspectiva de mejora de la producción, así que no va a sentir un gran cambio”, expone De Assis. A diferencia de antaño, el acceso del crudo venezolano a los mercados es muy complicado y lo que se vende, fundamentalmente a China, lleva implícito un fuerte descuento. “En un escenario de bloqueo es muy difícil que los precios más altos puedan traducirse en inversión para restablecer la capacidad productiva. Están bloqueados prácticamente todos los canales financieros”, completa Blanco.
El papel esencial que tenía el petróleo en el ideario colectivo venezolano como “catalizador del ánimo nacional” se ha diluido, tal como explica el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalitica. Aunque, incluso en este contexto, “todo incremento de precios, si se mantiene la producción, genera ingresos extraordinarios”, estos están muy lejos de cualquier sensación de bonanza que el país haya podido experimentar en el pasado. “Con las sanciones internacionales, Venezuela tiene que vender su petróleo con muchos intermediarios y estrategias opacas de ingeniería financiera para evadir los mecanismos de las sanciones”.
Con todo, Oliveros calcula que al país le podrían llegar unos 700 millones de dólares adicionales por el encarecimiento crudo. “De los 8.000 millones que recibirá el Estado [por exportaciones], 5.000 vienen del petróleo y el resto comprende la venta de oro y de chatarra, que se ha acelerado”. Algo más optimista, Monaldi atisba un ejercicio “infinitamente mejor” que los pasados tanto en términos de ingresos públicos como en términos de PIB. Partiendo, eso sí, de la muy precaria situación que atraviesa Venezuela desde hace años.
Ecuador. La dependencia de los ingresos por exportación de crudo pone al país en una disyuntiva sobre los efectos de su reciente encarecimiento. Por un lado, el Gobierno estima que las arcas públicas recibirán más recursos en la recta final de año, hasta alcanzar los 1.500 o 2.000 millones de dólares, y así lo ha reflejado en una actualización de su presupuesto para 2021. En un principio, las cuentas estaban elaboradas sobre la previsión de que el petróleo rondaría los 37 dólares. En septiembre esa cifra subió a 59. Y ahora los precios están en un rango muy superior.
Pero en el caso ecuatoriano, como en el mexicano, la cuenta no es tan sencilla. Primero, porque al no contar con la capacidad suficiente para refinar la gasolina que requiere para cubrir la demanda interna, se ve obligado a importar. Segundo, porque gasta en subsidios 1.900 millones de dólares anuales, una cifra elevada aunque inferior a la de años anteriores por la eliminación progresiva de ayudas en la distribución. Y tercero, porque aunque “es uno de los países latinoamericanos en los que más importante es la renta petrolera”, como explica Blanco, buena parte de la producción la tiene comprometida con China a precios ya fijados.
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