Por la noche, con los testigos ya descartados, la Cámara alta aprobó una resolución con el breve calendario pendiente: el lunes, acusación y defensa presentarán los argumentos finales y el miércoles a las cuatro de la tarde se votará el veredicto. Así, el presidente pronunciará su discurso del Estado de la Unión, programado para el 4 de febrero, aún sometido al impeachment. Los caucus de Iowa, el 3 de febrero, también quedarán marcados por el proceso, pues cuatro de los precandidatos presidenciales (Bernie Sanders, Elizabeth Warren, Amy Klobuchar y Michael Bennet) son senadores y su agenda de campaña ha saltado por los aires en la recta final de esta relevante cita. Los demócratas presentaron varias enmiendas, pidiendo de nuevo testigos, pero todas fueron tumbadas por la mayoría republicana. El final ya está escrito.
Por EL PAÍS
En la última fase de este juicio, los republicanos han pasado de cuestionar la veracidad de los cargos que pesan sobre el presidente a considerar que, incluso siendo ciertos, no merecen una consecuencia tan trascendente como la del impeachment. El senador republicano Lamar Alexander, de Tennessee, lo expresó con estas palabras al justificar por qué no apoyaría la solicitud de nuevos testigos: «No hay necesidad de más pruebas para demostrar algo que ya se ha demostrado», dijo, «pero que no llega al elevado umbral que fija la Constitución estadounidense para que una falta suponga la destitución [del presidente]».
Lamar era uno de los republicanos indecisos en el que los demócratas habían puesto esperanzas. Al ser minoría en el Senado, con solo 47 de los 100 escaños, los demócratas necesitaban convencer a cuatro republicanos para lograr una mayoría simple que sirviera para forzar las declaraciones de testigos. Antes de comenzar la sesión, solo dos republicanos se habían mostrado partidarios de romper filas con su partido: Mitt Romney, de Utah, y Susan Collins, de Maine. Lisa Murkowski, de Alaska, que también se había abierto a permitir más testigos en el juicio, acabó anunciando al mediodía que votaría que no.
El presidente estadounidense está acusado de abuso de poder por sus supuestas coacciones a Ucrania, con el fin de que la justicia de ese país anunciase unas investigaciones criminales que perjudicaban a sus rivales políticos demócratas, en especial el precandidato presidencial Joe Biden, llegando a usar la entrega de casi 400 millones de dólares (363 millones de euros) en ayudas militares como moneda de cambio. También pesa sobre Trump el cargo de obstrucción al Congreso por haber boicoteado toda la fase de investigación previa en la Cámara de Representantes, negando la declaración de altos cargos de la Administración y la entrega de documentos.
Las últimas revelaciones de John Bolton, exconsejero de Seguridad que en el manuscrito de un libro incrimina a Trump por la congelación de ayudas, agitó la polémica de los testigos y encendió las demandas de llamarlo a declarar, pero no han ganado suficientes voluntades.
Lo que no genera incertidumbre es el veredicto. La destitución de un presidente requiere el apoyo de dos tercios, 67 de los 100 escaños, y la mayoría republicana sí ha dejado claro que se lanzará en masa a exonerar al mandatario. Las consecuencias de este proceso, inciertas aún, serán de carácter político. Tras el juicio, quedará el relato y cada senador tratará de fijar el suyo.
Llamó la atención este viernes el senador Marco Rubio, de Florida, que emitió un largo comunicado tratando de explicar las razones por las que él cree que se debería de absolver al mandatario, incluso a pesar de que sus acciones «reúnan las condiciones para ser destituido». Rubio argumenta y se pregunta si no sería cierto que al menos la mitad del país «consideraría ilegítima su salida del poder, algo semejante a un golpe de Estado». «Es difícil imaginar un esquema diseñado por Putin que pudiera minar más la confianza en nuestra democracia que una destitución», explica el senador.
La presidenta de la Cámara de Representantes, la veterana demócrata Nancy Pelosi, advirtió de que este juicio, si concluye así, no implica una absolución. «No puedes ser absuelto si no has tenido un juicio. Y no se tiene un juicio si no se tienen testigos y documentación y todo eso», recalcó.
Este jueves, sobre las 23.00 (hora de Washington), terminó la segunda de las dos largas jornadas en las que los senadores han podido formular preguntas por escrito tanto a los abogados de Trump como a los gestores del impeachment, es decir, el equipo de seis congresistas —todos demócratas— que ejercen de fiscales en la Cámara alta. Los miembros del Senado desempeñan el papel de jurado. El acusado, mientras tanto, se da baños de masas en los mítines, como el del jueves por la noche en Iowa, y dirige sus naves contra Joe Biden.
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