Para prevenir el COVID-19 y las graves consecuencias que podría tener en el organismo, cualquier vacuna es buena y recomendable. Algunas fórmulas, como las de Johnson & Johnson, Sputnik V y AstraZeneca, se basan en adenovirus; otras usan el virus inactivado, como la de Sinopharm. Pero para los expertos en salud pública que intentan detener una pandemia mundial, eliminar incluso las infecciones más leves también es crucial. Y aquí es precisamente cuando entran en juego las vacunas de ARN mensajero (ARNm) de Pfizer-BioNTech y Moderna.
“No todas las vacunas COVID-19 son iguales”, dice Eric Topol, médico y científico del Scripps Research Translational Institute, en diálogo con la revista Science. “Está claro que las dos vacunas de ARNm son altamente efectivas para prevenir infecciones, y que no se esperaría que otras también rompan la cadena”.
Adeel Butt, epidemióloga y especialista en enfermedades infecciosas del Sistema de Salud de Pittsburgh de Asuntos de Veteranos, quien además trabaja en Weill Cornell Medicine, Qatar, afirmó también a la publicación científica: “Es muy, muy importante frenar la transmisión de la infección”.
La semana pasada, en Annals of Internal Medicine, Butt y otros investigadores publicaron evidencia que muestra que las vacunas de ARNm serían ideales para cumplir con este objetivo.
Los científicos analizaron a más de 54.000 veteranos que se testearon para el COVID-19 y dieron positivo con un número igual que dio negativo, comparando cada caso positivo y negativo por edad, sexo y comorbilidades. Utilizando el estado de vacunación de cada participante, calcularon que las vacunas Pfizer y Moderna eran, respectivamente, 96% y 98% efectivas para prevenir la infección por SARS-CoV-2.
Otro estudio realizado en Qatar y publicado en la revista Nature Medicine, utilizó un enfoque similar para mostrar que dos dosis de Moderna tenían un 92,5% de efectividad en la prevención de infecciones asintomáticas con cualquier variante circulante en ese momento. También fueron 100% efectivas contra cualquier infección con la variante Alpha y 96,4% efectivos contra la infección con la variante Beta.
Una investigación, esta vez de Estados Unidos, utilizó un diseño diferente. Se testeó a casi 4000 trabajadores de primera línea todas las semanas, independientemente de si tenían síntomas o no. La vacunación completa con las vacunas Pfizer o Moderna fue 90% efectiva contra cualquier infección, informaron los investigadores en el Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad de los CDC.
Sin embargo, estos estudios fueron realizados antes de la propagación de la variante Delta, para la cual aún faltan datos del mundo real sobre infecciones asintomáticas. Pero por ahora los resultados son prometedores e indicarían que las vacunas de ARNm también pueden inhibir la infección Delta asintomática.
Topol señala que un gran estudio realizado en el mundo real del Reino Unido, publicado la semana pasada en The New England Journal of Medicine, encontró que la vacuna Pfizer superó a la vacuna AstraZeneca en la prevención de la infección sintomática por la variante Delta en 21 puntos, 88% a 67%.
Ese margen sustancial “probablemente se traduzca en una mejor supresión de la transmisión, a diferencia de las similitudes de las vacunas en la reducción de hospitalizaciones y muertes”, dice Topol.
Muchos científicos sospechan que las vacunas de ARNm superan a otras en la prevención de infecciones debido a los altos niveles de anticuerpos bloqueadores de virus, llamados anticuerpos neutralizantes (NAB), que generan. “Las vacunas de ARNm están armando el sistema inmunológico de una manera que parece ser mejor y en mayor magnitud que algunos de los otros enfoques”, aunque nadie está seguro de por qué, le dijo a Science Larry Corey, vacunólogo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson.
Algunos dicen que el rendimiento de las vacunas de ARNm sugiere que deberían distribuirse ampliamente en los países más pobres, que hasta ahora se han basado principalmente en AstraZeneca y vacunas rusas y chinas. “Hay algo especial aquí”, con las vacunas de ARNm, dice Corey. “Adoptemos eso y pensemos en convertirlo en política pública”. Así, el científico insta a los legisladores a llevar estas “vacunas más potentes … a los países de ingresos bajos y medios”.
Cómo funcionan
Todas las vacunas tienen el mismo objetivo: entrenar el sistema inmunológico para que reconozca el coronavirus y así elevar sus defensas de forma preventiva, con el fin de neutralizar el virus real de producirse el contagio.
Con la de Pfizer y su socio alemán BioNTech, así como con la de la estadounidense Moderna, se inyectan en el cuerpo hebras de instrucciones genéticas bautizadas ARN mensajero, es decir, la molécula que le dice a nuestras células qué hacer. Cada célula es una minifábrica de proteínas, según las instrucciones genéticas contenidas en el ADN de su núcleo.
El ARN mensajero de la vacuna se fabrica en laboratorio. Mediante la vacuna se inserta en el cuerpo y toma el control de esta maquinaria para fabricar proteínas o antígenos específicos del coronavirus: sus “espículas”, esas puntas tan características que están en su superficie y le permiten adherirse a las células humanas para penetrarlas.
Estas proteínas, inofensivas en sí mismas, serán liberadas por nuestras células tras recibir las instrucciones de la vacuna, y el sistema inmunológico en respuesta producirá anticuerpos. Estos anticuerpos permanecerán de guardia durante mucho tiempo -según se espera- con la facultad de reconocer y neutralizar el coronavirus en caso de que nos infecte.
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