La cita más decisiva en Estados Unidos ha llegado y estas son las claves para entender este complejo proceso electoral.
Por El Mundo
¿Cuándo se celebran las elecciones en Estados Unidos?
Las elecciones se celebran el primer martes después del primer lunes de noviembre cada cuatro años, y esta vez caen en el 5 de noviembre. Sin embargo, dado lo complicado del sistema, que cada Estado y cada condado tienen sus propias normas y plazos y que no sólo se escoge el presidente, en la mayor parte del país se puede optar por el voto anticipado. Más de 65 millones de personas han depositado ya su voto, lo que parece indicar que la participación será muy alta.
¿Hay más de una elección?
Sí. No sólo se escoge al próximo presidente o la próxima presidenta del país. También se renueva entera la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (33 puestos). Pero además hay numerosas elecciones estatales, locales, puestos de jueces de diferentes tribunales supremos y otros circuitos federales, además de juntas escolares. Por no hablar de diferentes referéndums.
¿Cuántos candidatos hay en las presidenciales?
Los más conocidos y los únicos con opciones son Donald J. Trump, por el Partido Republicano; y Kamala Harris, del Partido Demócrata. También se presenta, por tercera vez, la verde Jill Stein. Y aunque se ha retirado oficialmente, en las papeletas de algunos estados, pero no en todos, consta el nombre de Robert F. Kennedy Jr., de la larga estirpe de los Kennedy, un ex demócrata que se hizo independiente y se ha pasado al bando republicano, aspirando a ser responsable de Salud en el Gobierno de Trump si gana. Además hay otros tres aspirantes de los que la mayoría del planeta no ha oído hablar nunca. Cornel West, un profesor de filosofía que estaba en el ala más a la izquierda de los demócratas. Chase Oliver, libertario. Y la socialista Claudia de la Cruz.
¿Cómo se escoge al presidente del país?
El sistema, diseñado por los padres fundadores, es complicado y obsoleto, pero no hay muchas probabilidades de que cambie. Técnicamente, los estadounidenses votan, pero no escogen directamente al ocupante de la Casa Blanca. Existe lo que se conoce como un colegio electoral que tiene 538 votos. Cada uno de los 50 estados del país (y el Distrito de Columbia, donde está Washington) tienen asignados un número de representantes a ese colegio electoral, en función de su tamaño y población. Así por ejemplo, California, el más grande, aporta 54, mientas que los que menos, como Alaska, Wyoming, Vermont, las Dakotas o Delaware sólo tres. Para lograr la Presidencia un candidato debe llegar a 270 votos en el Colegio Electoral.
¿Qué hace falta para lograr esos ‘electores’?
Todos los estados salvo dos tienen un sistema de asignación en el que el ganador se los lleva todos. Si alguien gana California por un voto de diferencia consigue los 54 votos. Como ocurrió en el año 2000, cuando George W. Bush se quedó Florida tras una larga disputa legal por apenas 532 votos totales. Nebraska y Maine usan un sistema proporcional, en el que el ganador del voto popular obtiene dos electores, y el ganador de cada distrito uno más.
¿El voto popular entonces no cuenta?
No. Históricamente, el ganador del voto popular ha sido casi siempre el ganador de las elecciones, pero las excepciones empiezan a convertirse en norma. Ocurrió por primera vez en 1824, pero porque había muchos candidatos. Con un sistema bipartidista se produjo en las elecciones Hayes/Tilden de 1876 y Harrison/Cleveland de 1888. No se repitió en todo el siglo XX, hasta que George W. Bush se impuso a Al Gore pese a tener medio millón de votos menos. Lo mismo le pasó en 2016 a Hillary Clinton frente a Donald Trump, que sacó 2,8 millones de votos menos también.
¿Por qué se usa un sistema tan extraño, complicado y obsoleto?
Una encuesta de Gallup, en 2020, decía que el 61% de los estadounidenses apoyaba la abolición del Colegio Electoral y estaba a favor de pasar a un sistema puro de voto popular. Sin embargo, ese respaldo difiere ampliamente según los partidos políticos: el 89% de los demócratas lo apoya y solo el 23% de los republicanos, ya que sus candidatos parecen beneficiarse de contar con el respaldo en estados más rurales y menos poblados. La vía más lógica para cambiar el sistema sería una enmienda constitucional, que requeriría la aprobación de dos tercios de la Cámara y el Senado y la ratificación de los estados. Pero técnicamente se podría lograr lo mismo si los estados decidieran pasarse con sus normas internas a un modelo por el que den sus electores no al ganador del voto popular en ese estado, sino a nivel nacional. Quince estados y el Distrito de Columbia, que juntos controlan 195 votos electorales, tienen firmado un pacto para ello.
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