Sin saber quién era Fidel Castro ni el significado del comunismo, Rigoberto Celorio abrazó desde el primer día la revolución cubana. Más de seis décadas después, a este campesino devenido teniente coronel lo desvela el futuro de una Cuba sin el liderazgo histórico de los Castro.
La “preocupación que tengo es que la vida en el mundo siempre la han definido (los) hombres, y a nosotros no nos ha nacido (…) el otro” Fidel Castro, dice a la AFP este militar retirado de 85 años, que se define como “más fidelista que comunista” e incluso “que raulista”.
De rápido andar y sorprendente lucidez, el viejo Celorio sabe que en unos días, Raúl Castro, de casi 90 años, dejará la dirigencia del gobernante y único Partido Comunista de Cuba y cederá el máximo cargo de poder en la isla a una nueva generación.
El triunfo de Fidel Castro y sus barbudos, el 1 de enero de 1959, tras la fuga del dictador Fulgencio Batista, lo sorprendió trabajando en un campo de tabaco en su natal Viñales, 170 km al oeste de La Habana.
Tenía 22 años, un quinto grado y buscaba una novia. “Nada más que conocía las opresiones de Batista y que en la Sierra Maestra había un alzado que se llamaba Fidel Castro”.
“Lo que sentí es que el cielo se había abierto para nosotros y que empezaba una nueva vida”, cuenta Celorio en su departamento en La Habana, donde vive con una hija, un nieto y su esposa, y una biznieta.
Recuerda que la revolución abrió el horizonte a los jóvenes de aquella época. “Pero tuvimos que hacerla y defenderla”, asegura el veterano, que guarda con celo 14 condecoraciones obtenidas en casi cuatro décadas en las fuerzas armadas.
– “Él dijo socialismo y ya” –
A Fidel lo vio por primera vez en televisión, el 16 de abril de 1961, la víspera de la invasión anticastrista de Bahía de Cochinos, financiada por la CIA, y que Cuba derrotó en unas 60 horas.
Cursaba entonces la escuela de soldados de la provincia de Matanzas, próxima al lugar del ataque. Ese día dejó de cavar trincheras para escuchar el discurso en el que Fidel proclamó el carácter socialista de la revolución, antes de partir al combate.
“Nunca entendí qué era socialismo ni me interesaba en ese momento, pero él dijo socialismo y ya, lo dijo él”, explica Celorio, ilustrando la fe ciega con que toda una generación siguió al líder, más tarde críticado por diversas ONG por violaciones de los derechos humanos.
En esos días concluyó que aunque “la revolución no tendría sosiego” frente a Estados Unidos “nunca se iba a perder”.
Confiado, enfrentó la Crisis de los Misiles (1962) y cumplió dos misiones durante la guerra de Angola (1975-1991), según él “la obra más brillante” de la revolución.
“Casi todos los oficiales de mi generación (…) querían ir a Angola, porque creíamos que era algo que nos faltaba”, dice Celorio a quien le tocó la labor de decidir quien iba al frente.
Lamenta que “2.020” cubanos murieran en “las guerras del África”, en las que La Habana se involucró.
– “El Talón de Aquiles” –
A su regreso de Angola, pensó que llegaría el descanso, pero la isla entró en la crisis económica de la década de 1990 conocida como “periodo especial”, tras la desaparición del aliado soviético.
Celorio evoca los apagones y filas interminables de ese periodo, como una de las dos etapas “más difíciles” que ha enfrentado la revolución, pero ni siquiera entonces pasó por su cabeza que el país no fuera “a resistir”.
La otra “es esta que estamos teniendo (ahora)”, precisa, refiriéndose a la fuerte crisis económica derivada del recrudecimiento del embargo estadounidense y del impacto de la pandemia del coronavirus.
En medio de una profunda reforma que ha elevado los precios “a casa del diablo”, admite que no podría vivir con su pensión de 2.259 pesos cubanos al mes (94 dólares) sin el apoyo familiar.
Y, sin pelos en la lengua, arremete contra “las tiendas famosas MLC (en dólares)” que el gobierno habilitó como parte de una dolarización parcial de su economía, para poder captar divisas. “Son el talón de Aquiles nuestro”, dice.
En estos comercios podría adquirir una amplia gama de productos que escasean en el resto de las tiendas del país, pero este militante comunista no recibe dólares.
A pesar de eso, confía en que la nueva dirección comunista sea capaz de sacar al país del “aprieto”, sin “caer en la jaula del león” (Estados Unidos) ni “retroceder en un proyecto revolucionario, llámese como se llame”.
“Esto no es (cuestión) de nombre”, afirma, “el problema es tu poder resolver que tu país crezca y el bienestar del pueblo”.
La generación histórica tardó demasiado en entregar la estafeta, considera. “Eso no pudiéramos decir que es un error garrafal, pero es una falta de previsión”.
AFP
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