En medio de la desbandada occidental por el ascenso al poder de los talibanes en Afganistán, una «alerta terrorista muy importante» ha agravado aún más el caos la evacuación desde Kabul y ha llevado a la interrupción antes de lo previsto de las evacuaciones. Las explosiones registradas este jueves en torno al aeropuerto, que ha reivindicado la organización Estado Islámico (EI, Daesh), confirman que el riesgo era real. Pero ¿quién está detrás de esta nueva amenaza?
Casi todas las miradas apuntan, dentro de Daesh, al Estado Islámico en Irak y el Levante-Jorasán (EIIL-J), una filial asentada en suelo afgano y rival acérrimo de los talibanes. Al frente de este grupo está Shahab al Muhajir, también conocido como Sanaullah, considerado un árabe experto en la guerrilla urbana y al parecer el cerebro de algunas de las operaciones más sofisticadas del EIIL-J, según recoge Europa Press (Ep). Algunas fuentes apuntan a que anteriormente estuvo vinculado con Al Qaida.
Fundado en 2015, en plena expansión del ‘califato’ que entonces lideraba Abu Bakr al Baghdadi, Estado Islámico-Jorasán se nutrió de talibanes desencantados, tanto afganos como paquistaníes, captando reclutas entre los numerosos grupos armados existentes en la región.
Se calcula que en su momento álgido, en 2016, llegó a tener entre 2.500 y 8.500 combatientes, si bien las continuas operaciones antiterroristas del Ejército afgano con apoyo aéreo y de las fuerzas especiales estadounidenses mermó esta cifra a finales de 2019 hasta entre 2.000 y 4.000, y redujo su presencia esencialmente a las provincias de Nangarhar, donde surgió, y Kunar, ambas fronterizas con Pakistán, recoge la citada agencia.
Entre 2015 y 2021, EIIL-J ha perdido a seis de sus líderes, los cuatro primeros en bombardeos y los dos últimos porque han sido detenidos. Hasta el momento, cinco de los seis líderes del grupo eran paquistaníes -tres antiguos miembros de Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP, los talibán paquistaníes)- y un desertor talibán.
Células durmientes
De acuerdo con el último informe del equipo de análisis y vigilancia de la ONU para las sanciones contra Al Qaida y Estado Islámico, del pasado 22 julio, a pesar de «las pérdidas territoriales, de liderazgo, de personal y financieras sufridas durante 2020 en las provincias de Kunar y Nangarhar», esta filial de Daesh «se ha desplazado a otras provincias, como Nuristán, Badghis, Sari Pul, Baghlan, Badajsán, Kunduz y Kabul, donde los combatientes han formado células durmientes».
El documento señala que el grupo «ha reforzado sus posiciones en Kabul y sus alrededores, donde comete la mayoría de sus atentados, dirigidos contra minorías, activistas, empleados del Gobierno y personal de las Fuerzas Nacionales de Defensa y Seguridad Afganas».
En este sentido, señala que recientemente «reivindicó el brutal atentado del 8 de junio, en el que murieron 10 desminadores humanitarios que trabajaban con HALO Trust -una organización británico-estadounidense dedicada a la retirada de minas- en la provincia de Baghlan y resultaron heridos 16».
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