Los andamios de un nicho de la Sala Redonda de los Museos Vaticanos ocultan a la vista el trabajo de los restauradores que están eliminando siglos de mugre de la mayor estatua de bronce conocida del mundo antiguo: el Hércules Mastai Righetti dorado.
Por Infobae
Durante más de 150 años, la figura de cuatro metros de altura del dios romano de la fuerza, mitad humano, ha permanecido en ese nicho, sin apenas llamar la atención entre otras antigüedades por la capa oscura que había adquirido.
Pero sólo después de retirar una capa de cera y otros materiales de una restauración del siglo XIX, los expertos vaticanos comprendieron el verdadero esplendor de la estatua como una de las estatuas doradas más significativas de su época. Los visitantes del museo podrán comprobar por sí mismos su grandeza una vez finalizada la restauración, prevista para diciembre.
“El dorado original está excepcionalmente bien conservado, sobre todo por su consistencia y homogeneidad”, declaró Alice Baltera, restauradora del Museo Vaticano.
El descubrimiento de la colosal estatua de bronce en 1864, durante unas obras en la villa de un banquero cerca de la plaza Campo dei Fiori de Roma, fue noticia en todo el mundo.
Entre los visitantes atraídos por la antigua maravilla se encontraba el Papa Pío IX, que más tarde añadió la obra a la colección papal. A la estatua, que representa a Hércules al término de sus trabajos, se le añadieron los apellidos del Papa, Mastai, y del banquero, Pietro Righetti.
La estatua se ha datado entre finales del siglo I y principios del III. Incluso en su época, el imponente Hércules era tratado con reverencia.
La inscripción FCS que acompaña a la estatua en una losa de mármol travertino indica que fue alcanzada por un rayo, según Claudia Valeri, conservadora del departamento de antigüedades griegas y romanas de los Museos Vaticanos. Como consecuencia, fue enterrada en un santuario de mármol, según los ritos romanos, que consideraban el rayo como una expresión de las fuerzas divinas.
FCS son las siglas de “fulgur conditum summanium”, frase latina que significa “Aquí está enterrado un rayo de Summan”. Summanus era el antiguo dios romano del trueno nocturno. Los antiguos romanos creían que no sólo cualquier objeto golpeado estaba imbuido de divinidad, sino también el lugar donde era golpeado y enterrado.”
Se dice que a veces ser alcanzado por un rayo genera amor, pero también eternidad”, explicó el arqueólogo de los Museos Vaticanos, Giandomenico Spinola. El Hércules Mastai Righetti “consiguió su eternidad… porque al haber sido alcanzado por un rayo, se consideró un objeto sagrado, lo que lo preservó hasta hace unos 150 años”.
El enterramiento protegió el dorado, pero también hizo que se acumulara suciedad en la estatua, cuya eliminación, según Baltera, es muy delicada y laboriosa. “La única manera es trabajar con precisión, con lupas especiales, retirando una a una todas las pequeñas incrustaciones”, explicó.
Los trabajos para retirar la cera y otros materiales que se aplicaron durante la restauración del siglo XIX han concluido. Más adelante, los restauradores planean hacer nuevos moldes de resina para reemplazar los parches de yeso que cubrían las piezas que faltaban, incluso en parte de la nuca y el pubis.
El hallazgo más sorprendente que surgió durante la fase preliminar de la restauración fue la habilidad con la que los fundidores fundieron el mercurio en oro, haciendo que la superficie dorada fuera más duradera.
“La historia de esta obra está contada por su dorado… Es uno de los dorados más compactos y sólidos encontrados hasta la fecha”, dijo Ulderico Santamaria, profesor de la Universidad de Tuscia y jefe del laboratorio de investigación científica de los Museos Vaticanos.
(AP)
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