Si a una piscina no la tratas o echas cloro, en una semana el agua se pone verde. Si además le vas echando abono, llega un momento en el que el desarrollo de las algas será brutal y acabarán muriéndose y yéndose al fondo, un fondo que acaba siendo un fango podrido y fétido. Se trata de una imagen gráfica con la que Pedro García, presidente de la Asociación de Naturalistas de Sureste (ANSE), ilustra la situación que está viviendo el Mar Menor, donde en la última semana han aparecido miles de peces y crustáceos muertos en sus orillas.
La situación de este enclave natural ubicado en el sureste de España, en la Región de Murcia, lleva siendo preocupante desde hace décadas y episodios como este empiezan a producirse cada vez con más frecuencia.
Los vecinos llevan tiempo quejándose del estado de la zona. La entrada de aguas por la Rambla del Albujón y los acuíferos que aportan nitratos de la agricultura intensiva, junto con años sin limpiar la escollera del puerto deportivo mientas crecían cañas, matas y demás, acaban produciendo estancamiento de aguas que al final se pudren.
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Lo que antes era un destino turístico de sol y playa, con el aliciente de un entorno natural maravilloso, deseado tanto a nivel nacional como internacional, este verano acoge a turistas sorprendidos que no pueden bañarse en unas aguas plagadas de material orgánico putrefacto y maloliente. De hecho, este 2021 el Mar Menor cumple un lustro desde que se le retiraron sus 19 banderas azules, un galardón que reconoce la calidad del agua y de las condiciones ambientales de las playas.
Los carteles anunciando la venta de viviendas también abundan, no se sabe si como consecuencia de la última crisis económica propiciada por la pandemia o por el estado de la zona, aunque se sospecha que los dos son motivos de peso. Una agricultura descontrolada y los residuos humanos de un urbanismo también descontrolado están detrás de este desastre medioambiental.
Un problema repetido
Desde que el pasado lunes aparecieron los primeros peces y crustáceos muertos el asunto ha vuelto a ocupar una parte de la agenda pública, aunque no ha sido el primer episodio con esta gravedad.
El Mar Menor es una de las albuferas de agua salada más grandes de Europa, con 170 kilómetros cuadrados, separada del mar Mediterráneo por un fino cordón de arena de entre 100 y 1.200 metros de ancho, actualmente prácticamente urbanizado por completo. En su perímetro litoral se suceden 73 kilómetros de costas que acogen prácticamente la mitad de la oferta hotelera de Murcia. La laguna y sus humedales periféricos fueron designados en 1994 por Naciones Unidas como Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo.
Las organizaciones medioambientales ya dieron la voz de alarma en 2016 sobre la grave situación de deterioro de la mayor laguna litoral española y en 2019 más de 55.000 personas se manifestaron por las calles de Cartagena para exigir un cambio de modelo agrario y urbanístico, después de que se produjera el primer episodio de muerte masiva de fauna marina.
Falta de oxígeno
Para el presidente de ANSE, Pedro García, el episodio que está teniendo lugar esta semana es «especialmente grave» y reitera lo que lleva avisando durante los últimos treinta años, que «el Mar Menor no puede soportar el gran volumen de agua dulce con concentraciones de nitratos altísimas», mientras urge a las administraciones regional y central a que se pongan de acuerdo.
García explica que la mortalidad de peces se está produciendo ahora durante el verano debido a que hay muchas horas de luz y mucho calor. Además, el agua del Mar Menor no es tan salobre como antes puesto que recibe mucha agua dulce con muchos abonos de la agricultura intensiva que impiden que pase la luz. Como resultado se produce menos oxígeno y se producen volúmenes enormes de masa orgánica que se descomponen.
«Durante años la laguna se ha desequilibrado, no tiene capacidad para responder de forma natural y cuando llega el verano el Mar Menor se rompe, se desequilibra. Es como un enfermo que está tocado», explica gráficamente García. «El origen de su mal no está en las altas temperaturas, que cualquier laguna podría soportar», añade.
La agricultura intensiva en el origen del problema
En el entorno del Mar Menor hay 50.000 hectáreas pertenecientes a la Cuenca de Regadío del Campo de Cartagena. Una superficie que se ha multiplicado por 10 en el periodo entre 1977 y 2017. Se trata de una de las mayores huertas de Europa. Allí se producen una buena parte de las hortalizas y frutas que se consumen en casi todo el continente.
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