La tortura y las ejecuciones brutales se han documentado como parte de la pena capital bajo el gobierno de Kim Jong-un. De hecho, en octubre Pyongyang ejecutó públicamente a tres adolescentes mediante pelotón de fusilamiento, dos por ver y distribuir películas surcoreanas y uno por asesinar a su madrastra. Este tipo de acciones son poco frecuentes en este país, pero no son inauditas. Las autoridades las utilizan para aterrorizar a la gente y hacer que se comporten conforme a sus deseos.
Se trata de un Estado unipartidista dirigido por una dictadura totalitaria dinástica. La vigilancia es omnipresente, las detenciones arbitrarias son habituales y los castigos por delitos políticos son severos.
‘Los que ven o distribuyen películas y dramas surcoreanos, y los que alteran el orden social asesinando a otras personas, no serán perdonados y serán condenados a la pena máxima: la muerte’”, informó al servicio coreano del medio asiatico RFA un residente de la ciudad de Hyesan, en la frontera con China, justo donde tuvo lugar la ejecución.
La última ejecución de estos adolescentes tuvo lugar en octubre en la pista de aterrizaje de un aeródromo de la ciudad. Las autoridades dispusieron a los estudiantes adolescentes frente a un público pavoroso, los condenaron a muerte e inmediatamente los ajusticiaron.
Los fusilamientos se produjeron aproximadamente una semana después de que las autoridades celebraran reuniones públicas para comunicar a sus ciudadanos que se iban a poner firmes con los delitos relacionados con los medios de comunicación extranjeros, especialmente los procedentes de la cosmopolita y democrática Corea del Sur.
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