Con hambre, miedo y cansancio, decenas de trabajadoras sexuales en la Ciudad de México se han visto obligadas a vivir en las calles, mientras el miedo al coronavirus mantiene a los clientes alejados, y luego de que el gobierno ordenó el cierre de los hoteles en los que muchas de ellas vivían y trabajaban.
Ahora duermen bajo pequeñas carpas improvisadas en las aceras, confiando en trabajadores sociales y en donativos para obtener los pocos alimentos que logran comer, y confiando entre ellas para defenderse de atacantes y delincuentes.
“Nos están dejando literal en la calle, nos convirtieron en gente de la calle cuando no lo éramos. Tenemos una semana viviendo en la calle cuando vivíamos en los hoteles”, dijo Marina Rojano, quien ha sido trabajadora sexual por 24 años.
Otra mujer, Jazmin Carrillo, dijo que se vio sorprendida a principios de esta semana cuando dos hombres intentaron quitarle los pantalones mientras ella dormía.
“Como pude me defendí y les grité a las demás”, dijo Carrillo.
El gobierno estima que hay alrededor de 7,000 prostitutas en la Ciudad de México.
En un esfuerzo por contener la propagación del coronavirus, que hasta el momento ha infectado a 3,181 personas y matado a 174 en México, las autoridades de la ciudad consideraron que los hoteles no eran esenciales y ordenaron su cierre.
“Lo que se hizo fue hablar con los hoteles para que no echaran a las trabajadoras sexuales mientras estuvieran quedándose allí, y que no realizaran su actividad normal, estamos en una crisis sanitaria internacional”, dijo un portavoz del gobierno de la Ciudad de México.
Pero los hoteles en la popular colonia Tabacalera tenían letreros que decían “no hay servicio debido a órdenes oficiales”, y expulsaron a las trabajadoras sexuales, forzándolas a instalar lonas y dormir en las aceras, según un testigo de Reuters y docenas de entrevistas con prostitutas.
El gobierno de la ciudad dijo que estaba preparando refugios para ellas y que estaba entregando tarjetas de “ayuda de emergencia COVID-19” con 1,000 pesos, alrededor de 42 dólares, para alimentos y medicinas.
“Nadie vive con 1,000 pesos”, dijo Rojano.
Aún así, las trabajadoras sexuales dijeron que cualquier ayuda era bienvenida y el miércoles cientos de ellas hicieron la fila para obtener una de esas tarjetas.
Algunas han decidido dejar de trabajar, pero para otras, el hambre y la necesidad de mantener a una familia las deja sin opción, incluso si carecen de los medios para protegerse del coronavirus.
“Si no tienen ni para comer, con qué van a solventar el comprar un cubrebocas, gel antibacterial, guantes; no tienen ni para comida, un café”, dijo Kenya Cuevas, quien dirige Casa de las Muñecas, un refugio para trabajadoras sexuales transexuales.
Con información de Infobae
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