En Brasil, miles de personas mueren cada año debido a la violencia policial, pero rara vez aparecen en los titulares de la prensa nacional, y mucho menos en los de la prensa internacional.
Ligia Guimaraes | Claire Press | BBC Mundo
En el año en que Black Lives Matter se convirtió en un grito de guerra en todo el mundo, BBC News Brasil, en colaboración con una ONG local, el Foro Brasileño de Seguridad Pública (BFPS), se propuso investigar estas muertes.
¿Cuál es la verdadera magnitud de la violencia policial letal en Brasil y quién está en mayor riesgo?
Tres adolescentes, tres muertes
João Pedro tenía 14 años cuando le dispararon por la espalda mientras jugaba en casa con sus primos.
Guilherme Guedes, de quince años, desapareció afuera de la casa de su abuela antes de recibir un disparo en la boca.
E Igor Rocha Ramos, de 16 años, murió cuando se dirigía a comprar pan, mientras su madre estaba en casa recuperándose del coronavirus.
¿Qué conecta a estas muertes? Se alega que los tres adolescentes fueron asesinados por la policía brasileña en 2020 y más de seis meses después, sus familias dudan que se haga justicia.
Caso uno: Igor Rocha Ramos, fallecido a los 16 años, 2 de abril de 2020
«Había perdido tanta sangre que corría a lo largo de toda la calle. Desde la parte superior, donde yacía, hasta abajo», dice Ana-Paula Rocha, la madre de Igor.
«No me dejaron acercarme. Me retuvieron todo el tiempo. Luego lo llevaron al hospital. No me dejaron ir en la ambulancia».
Como madre soltera que trabaja, Ana-Paula crió a sus cuatro hijos con un salario mensual de solo US$300.
Junto a sus tres hijas, Bruna, Barbara y Beatriz, y su hijo menor Igor, compartían casa en Jardim São Savério, un suburbio en las afueras de Sao Paulo, cerca de donde Ana-Paula trabaja como conductora de autobús.
El día que un agente de policía disparó a Igor, Ana-Paula estaba en casa recuperándose del coronavirus. Sufría de síntomas graves, incluidos problemas respiratorios, y se había estado aislando durante 11 días en su dormitorio.
Igor se ofreció como voluntario para ir a la panadería a comprar pan y papas fritas para almorzar con unas salchichas que habían quedado.
Salió de la casa alrededor de la 1:15 de la tarde, y solo 10 minutos después, Ana-Paula escuchó un grito ensordecedor que venía de la calle.
«Han matado a un niño. Han matado a un niño y se parece a Igor», dice Ana-Paula que gritó el vecino. Aterrorizada, se quitó las zapatillas, bajó corriendo las escaleras y salió por la puerta principal a la calle.
Luchando por respirar, recuerda que se arrancó su barbijo.
Decenas de vecinos ya estaban en la calle, maldiciendo y filmando a la policía con sus teléfonos. Entonces recuerda el grito aterrorizado de su hija Bruna.
«¡Fue en la cabeza, mamá! El disparo fue en la cabeza», gritó Bruna. Ana-Paula dice que fue entonces cuando entró en pánico.
Filmadas por varios testigos, las gráficas imágenes de los teléfonos móviles muestran cómo tanto Bruna como Ana-Paula son contenidas agresivamente mientras intentan pasar entre el número cada vez mayor de policías que rodean el cuerpo de Igor.
«Me dolió tanto verlo así. Me quitó una parte de mí», dice, mientras se funde en lágrimas.
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