Los centros de votación abrieron este viernes sus puertas en Irán para dar comienzo a unas elecciones para designar al nuevo presidente del país para los próximos cuatro años. Nadie espera sorpresas. La jornada estará dominada por la elevadísima abstención debido al veto a los principales candidatos moderados y reformistas que hubieran podido plantar cara al clérigo ultraconservador y actual jefe del Poder Judicial Ebrahim Raisi, cuya victoria parece inevitable al no contar con un rival real.
Los otros candidatos son Abdolnaser Hematí, exgobernador del Banco Central de Irán y el único moderado; Mohsen Rezaí, actual secretario del Consejo de Discernimiento y antiguo comandante de la Guardia Revolucionaria, y el conservador vicepresidente primero del Parlamento, Amirhosein Qazizadeh Hashemí. Las encuestas señalan que ni siquiera la suma de los tres aspirantes llega a la popularidad de Raisi, quien obtendría al menos el 57,3% de los votos.
El primero en votar en la jornada electoral, como es habitual, fue el líder supremo, Alí Jameneí, quien afirmó en la ceremonia que hoy es «el día de la nación iraní» porque «determina el destino del país» para los próximos años. Antaño, el jefe de Estado ya había urgido a acudir a las urnas para otorgar más dignidad al sistema teocrático y evitar que aumente «la presión del enemigo». La cúpula de poder iraní teme que una baja participación perjudique la legitimidad del futuro Gobierno de Raisi. Sin embargo, cuando el destino ya está escrito, la apatía reina: un sondeo publicado el pasado miércoles, antes de la jornada de reflexión, apuntaba a que solo un 46% del censo electoral ejercerá su derecho a voto, aunque otras encuestas han ofrecido datos todavía más bajos.
Raisi se quedó sin competencia cuando las candidaturas del vicepresidente reformista Eshaq Jahangiri y del moderado Ali Larijani, un expresidente del Parlamento, fueron vetadas por el Consejo de Guardianes, una suerte de tribunal constitucional cuyos miembros son designados por el líder supremo. Al no contar con un candidato al que respaldar, para muchos iraníes que no concuerdan con la ideología radical del jefe del Poder Judicial la abstención es la única opción real de mostrarle su rechazo.
Una campaña sin brillo
Una evidente frialdad ha dominado el ambiente electoral en estas presidenciales debido a la ya mencionada apatía de los ciudadanos y a que los protocolos sanitarios para controlar la pandemia del covid-19 impidieron actos multitudinarios. No hubo, por tanto, mítines electorales, salvo un par de eventos con seguidores a los que asistió Raisi en la ciudad suroccidental de Ahvaz y en Islamshahr, a sur de Teherán, que fueron duramente criticados por moderados y reformistas.
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