Decenas de miles de personas salieron este jueves nuevamente a las calles de Israel para protestar contra Benjamín Netanyahu, quien insiste en aprobar su polémica reforma judicial, sin contemplar la iniciativa alternativa que presentó el presidente, Isaac Herzog, para frenar la polarización del país.
Desde temprano y envueltos en banderas israelíes, los manifestantes burlaron las vallas metálicas instaladas por las autoridades y tomaron las principales avenidas de varias ciudades del país, se enfrentaron por momentos a la policía montada, y una veintena de personas fue arrestada.
Algunos manifestantes denunciaron que otros civiles intentaron atropellarles y les lanzaron gas pimienta.
“La violencia hacia los manifestantes va en aumento. Gobierno israelí: ¡la responsabilidad es suya! Detenga la incitación contra los manifestantes”, denunció el líder de la oposición, el ex primer ministro Yair Lapid, en Twitter.
El llamado “Día de Resistencia a la Dictadura” se inscribe en el mayor movimiento de protestas de la historia de Israel, con manifestaciones durante once semanas consecutivas, que el sábado pasado congregaron el récord de medio millón de asistentes.
La esencia de su denuncia sigue siendo la misma: una reforma judicial impulsada por Netanyahu y su Gobierno, el más derechista de la historia de Israel, cuyo objetivo sería dar un “golpe de Estado a la democracia” y quebrantar la independencia de la Justicia.
La iniciativa suprime la capacidad del Supremo de revisar y anular leyes anticonstitucionales y da al Ejecutivo control total en el nombramiento de jueces, lo que ha provocado un fuerte rechazo en amplios sectores de la sociedad, desde intelectuales, médicos y empresarios, hasta militares, científicos y banqueros.
Ante la creciente polarización del país y temiendo una “guerra civil”, Herzog propuso anoche una reforma alternativa, que llamó “Directriz Popular”, y que busca un punto medio entre el equilibrio actual de poderes y la reforma gubernamental.
Pero Netanyahu y su coalición rechazaron la propuesta, al considerar que “perpetúa la situación existente y no brinda el equilibrio requerido a los poderes”.
Para muchos israelíes, esta actitud tiende a la erosión de la democracia, lo que serviría a los aliados ultraortodoxos y ultranacionalistas de Netanyahu para instalar una “teocracia fascista”. EFE
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