A las diez y media de la mañana del pasado miércoles, la Iglesia católica de Santa María, en Gainesville, Texas, acogió en un funeral a decenas de familiares y amigos que vestían sudaderas con capuchas blancas y en el centro, a modo de estampa, el rostro enmarcado de una niña feliz. Seguidamente se trasladaron al cementerio de Fairview, cargando un pequeño ataúd con flores encima. Luego miraron todos al cielo gris y frío de Texas y lanzaron un puñado de globos con mensajes y dedicatorias. Así despedían a Jocelynn Rojo Carranza, una niña de 11 años que se suicidó a principios de este mes. Sus padres supieron después de su muerte que la menor había sido acosada en su escuela por el estatus migratorio de su familia.
Por El País
Han pasado casi dos semanas desde que los médicos certificaran la muerte de Jocelynn en la sala de cuidados intensivos del Medical City de Dallas, el pasado 8 de febrero. Cinco días antes, su familia la encontró en un estado inconsciente en el patio trasero de la casa. Su padre, el mexicano Antonio Rojas, aún hoy no se explica cómo pudo ser posible, menos tratándose de alguien como su hija, que “fue puro amor y dulzura”, amante de los instrumentos de viento —tocaba la trompa francesa— y el baile. Es por eso que Rojas busca respuestas a sus múltiples preguntas.
“Queremos [saber] más cosas que no están aclaradas con el investigador, para poder entender un poco más por qué fue que me quedé sin mi princesa Jocelynn”, manifestó el padre a EL PAÍS. “Ella nunca en su cabecita hubiera tenido esa idea”. Rojas aseguró estar “destrozado”, y que su “enorme dolor” solo puede entenderlo quien haya perdido a un hijo. Por tanto, quiso enviar un mensaje de alerta a todos los padres: “Cuiden a sus hijos de cualquier mal o situación en la que se encuentren y los ponga en peligro”, advirtió.
La muerte de Jocelynn ha acaparado titulares y estremecido al país luego de que se supiera que la niña, la mayor de cuatro hermanos, estaba enfrentando una situación de bullying en la Escuela Intermedia de Gainesville, donde cursaba el sexto grado. Fue la propia madre, Marbella Carranza, quien dijo a la prensa que solo después de la muerte supo a través del investigador que su hija estaba siendo acosada por compañeros de clase, quienes la amenazaron más de una vez con llamar a los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) para que deportara a su familia.
Aunque las autoridades de la escuela insisten en que no estaban al tanto de las intimidaciones, los responsables de la investigación sostienen que Jocelynn había informado a sus maestros y que incluso recibió asesoramiento en el centro, algo de lo que nunca avisaron a su familia. Carranza contó en declaraciones a Telemundo que Jocelynn le preguntó en una ocasión si pensaba enviarla a la escuela, a pesar del clima de incertidumbre que se había instalado en la comunidad sobre la posible irrupción de los agentes federales a las aulas.
Se trata de un miedo extendido entre padres e hijos inmigrantes, acentuado en el último mes luego de que se conociera que el Gobierno de Donald Trump permitiría a los agentes de ICE y del Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP) ingresar y aplicar las leyes de migración en las llamadas “zonas sensibles”, es decir, en lugares como las iglesias, hospitales o escuelas, que hasta el momento funcionaban como espacios “santuario”. Más de una familia ha reportado el temor de los menores no solo por la idea de ser atrapados en las aulas, sino ante el terror de regresar a casa y enterarse de que los padres fueron detenidos o deportados.
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