“Hay muchas dudas. Cada vez tenemos más claro que los antivirales podrían ser útiles en las fases iniciales. No sabemos cuál es eficaz, pero probablemente lo sean poco en fases avanzadas cuando predomina una respuesta inflamatoria exagerada del huésped.
En ese momento, en pacientes bien seleccionados, parecen ser más necesarios fármacos inmunosupresores, pero aún no tenemos evidencias clínicas sólidas”. Jesús Rodríguez Baño, jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Virgen de la Macarena de Sevilla, resume en un mensaje la situación en la que están muchos médicos e investigadores cuando se enfrentan al nuevo coronavirus. Se utilizan fármacos que han mostrado utilidad en otras infecciones o en determinadas enfermedades donde es importante la regulación del sistema inmune, pero que aún no han demostrado en estudios amplios cuál es su eficacia para tratar algo nuevo como la Covid-19. Entre el estrés y la incertidumbre, tratan de acumular información útil mientras intentan salvar el mayor número de vidas.
En esa carrera, los médicos que tratan todos los días con los enfermos tienen el apoyo de los investigadores más básicos, que hasta hace poco no pensarían en que sus hallazgos llegaran tan pronto a los hospitales. Pero los tiempos han cambiado. Recientemente, un equipo de investigadores liderado por José Ordovás-Montañés, un investigador del Boston Children’s Hospital y la Escuela de Medicina de Harvard, liberaba el borrador de un artículo que está en revisión para su publicación en la revista Cell en el que pueden encontrarse claves para tratar mejor a los miles de personas afectadas por coronavirus en el mundo.
La forma de infectar del nuevo coronavirus, más selectiva que la gripe, permite que los enfermos continúen su vida y contagien antes de encontrarse mal
“Estamos viendo que muchas decisiones sobre los tratamientos para esta enfermedad están basadas, como mucho, en muy poca ciencia. La gente quiere aplicar lo antes posible cualquier cosa”, señala Ordovás-Montañés. “Es el caso de la hidroxicloroquina, que parecía que funcionaba observando resultados de un ensayo no controlado en pacientes que de todas maneras iban a mejorar”, continúa. “Nosotros queríamos entender cómo entra el virus en el cuerpo, qué células puede infectar y cuáles no, qué hace que algunos casos empeoren a partir de cierto punto o por qué hay gente que se infecta, pero no tiene ningún síntoma”, añade.
En su búsqueda de los trucos que el SARS-CoV-2 emplea para asaltar las células humanas analizaron los lugares donde se expresan más las proteínas ACE2 y la enzima TMPRSS2. Estas proteínas tienen papeles imprescindibles para nuestra fisiología y el funcionamiento de los pulmones, pero también le sirven al nuevo coronavirus para asaltar el organismo. En febrero de este año, grupos de todo el mundo averiguaron que el nuevo coronavirus tiene una técnica de secuestro de las células similar al virus causante del SARS en 2003. El equipo de Ordovás-Montañés observó que los lugares donde había una mayor expresión de las dos proteínas eran las células nasales, algunas del intestino y sobre todo los pulmones, algo que explica los síntomas de la Covid-19. Sin embargo, el análisis de células individuales les mostró que, a diferencia del SARS o de la gripe, que contagian a un mayor porcentaje de células, el nuevo virus solo afecta a unas pocas de cada tejido. “Esto podría explicar por qué este virus, a diferencia de estos anteriores, te permite seguir infectado, pero sin síntomas alarmantes durante un tiempo, contagiando a más gente”, señala Ordovás-Montañés, que cree que conocer con detalle qué células se infectan y por qué puede ayudar a elegir tratamientos más específicos y eficaces.
Además de estos conocimientos fundamentales sobre la naturaleza de la infección por SARS-CoV-2, los resultados de Ordovás-Montañés y sus colegas tienen implicaciones por el efecto de los interferones sobre ACE2 y su coenzima. Los interferones, proteínas claves en la respuesta del sistema inmune a las infecciones, se utilizan cuando no existe una vacuna o un antiviral. Se empleaban, por ejemplo, contra la hepatitis C antes de tener tratamientos eficaces contra el virus, y se han utilizado contra el nuevo virus, pero a falta de ensayos controlados no se sabe si ayudaron, empeoraron o no hicieron nada. Los datos del estudio que está evaluando Cell sugieren que proporcionar interferón a un paciente aceleraría la producción de las dos proteínas que le sirven de puerta de entrada al coronavirus, facilitando la invasión, pero también protegiendo al tejido, en una auténtica carrera de armamentos.
A 5.500 kilómetros de Boston, en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, Luisa Villar, la jefa de Inmunología del centro, se alegra de conocer los resultados de Ordovás, porque corrobora su experiencia de las últimas semanas. “Los interferones tipo 1, como el alfa y el beta, tienen un posible efecto antiviral y se considera su uso en infecciones como esta, pero nuestros datos indicaban que los resultados no eran los esperados”, explica. “El interferón induce el receptor del virus en muchas células que no lo expresan y lo aumenta en células que ya lo expresan. Así se facilita la infección y es algo que obviamente no queremos”, concluye.
El 19 de marzo, Villar ya avisó a otros hospitales de sus resultados, aunque la evidencia seguía siendo limitada “porque el número de pacientes era pequeño y podía haber variantes de confusión”. África González, presidenta de la Sociedad Española de Inmunología, señala que, a partir del trabajo de Villar, ya había información en la comunidad médica sobre las dudas respecto a los interferones. Por un lado “ya hay una nota del ministerio que dice que no están recomendados porque se emplean para enfermedades autoinmunes”, apunta González. Como ha sucedido con otros fármacos, el uso de interferones para el coronavirus podría poner en peligro el suministro para dolencias en las que su eficacia está demostrada y es algo que se quiere evitar. Resultados como los presentados en Cell “apoyarían junto a los datos clínicos que no deberían utilizarse interferones en estos pacientes”, concluye González. Unas pocas semanas después de haberse topado con el nuevo coronavirus, médicos e investigadores siguen estudiando para enfrentarlo con evidencias y dejar de tratarlo a tientas.
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