Corría el año 1977 cuando desde Stuttgart apareció un auto que estaba llamado a ser el heredero de uno de los íconos de Porsche. Si el 911 era una evolución del original 356 con el que Ferdinand Porsche había hecho famosa a la marca que llevaba su apellido, el Porsche 928 pretendía seguir en la línea sucesoria, pero por otros caminos distintos.
El motor bóxer, trasero y refrigerado por agua era el sello del 911, pero el mundo iba por otros caminos y en Porsche quisieron explorarlos. El motor delantero de arquitectura V8, 4,5 litros y 250 CV con el que dotaron al moderno 928, era una de las características que lo hacían innovador. Su diseño, con paragolpes completamente integrados a la carrocería, y sus líneas audaces para la imagen de la marca alemana, era el otro gran motivo para creer que habría un enorme futuro para este modelo.
Sin embargo, y a pesar de ser considerado una verdadera joya mecánica, el plan no resultó como esperaban. El Porsche 928 tuvo varias evoluciones que terminaron con una motorización de 5 litros y 350 CV, pero entre 1978 y 1995, apenas se vendieron unos 60.000 autos. Una de las razones de no haber trascendido más, fue el consumo. A veces, las buenas ideas no se ponen en práctica en el momento indicado, y terminan siendo una mala idea, o al menos dejan esa sensación.
Pero que no haya habido tantos Porsche 928 en las calles, no es razón para despreciarlo, sino todo lo contrario. Cada modelo debería tener un precio mayor aún, porque con el correr del tiempo, su leyenda y su apreciación lógicamente debería crecer también.
Pues parece que no ha sido esa la suerte de 13 de los 61.056 Porsche 928 fabricados en toda la historia. Un californiano llamado Steve Rhodes se encontró casualmente con un pequeño cementerio de Porsche mientras buscaba una locación para una filmación en pleno desierto de California. Allí estaban estos 928, aparentemente de las primeras generaciones, completamente abandonados y en mal estado de conservación.
Según narró en sus redes sociales, al consultar por qué estaban en ese sitio y en esas condiciones, siendo autos de alto valor, la respuesta que obtuvo fue que “un día llegó una persona a pedirle permiso al dueño de estos terrenos para dejar por unos días un par de autos. Vino con varios ejemplares del 928 y jamás regresó por ellos”.
Interesado en saber la historia, Rhodes indagó más aún, y así supo que su dueño “suele pasar cada cierto tiempo a ver sus autos, pero parece que no tiene interés en llevárselos para repararlos. Según el dueño del lugar, al propietario le han llegado varias ofertas por estos autos, pero simplemente las rechaza sin prestarles atención.”
El lugar está situado en la zona de Moorpark, unos 80 kilómetros al norte de Los Ángeles, pero según ha comentado el descubridor accidental de estos autos, es casi imposible llegar a verlos, porque es un terreno privado, con fuerte custodia de seguridad, cámaras de vigilancia y cerco electrificado en todo el perímetro.
La pregunta pertinente sería ahora, cómo hizo Rhodes para “toparse” con estos Porsche 928 entonces, pero esa es una noticia de la sección de policiales.
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