La ONU reiteró este viernes su llamamiento a la retirada inmediata de los miles de mercenarios que continúan desplegados en Libia y advirtió que su presencia supone una amenaza para toda la región.
“El continuado uso, presencia y actividades de miles de mercenarios, combatientes extranjeros y grupos armados es una amenaza significativa no sólo para la seguridad de Libia, sino para la región en su conjunto”, señaló el enviado de Naciones Unidas para el país, Jan Kubis, ante el Consejo de Seguridad.
Kubis subrayó que existen claros vínculos entre la situación de seguridad en Libia y la estabilidad en toda la zona del norte de África y el Sahel, como ha mostrado la reciente situación en Chad, y recordó la “alta movilidad” de combatientes y terroristas en un área de fronteras no controladas.
“Es por ello crítico planear y asegurar la salida ordenada de combatientes extranjeros, mercenarios y grupos armados junto a su desarme, desmovilización y reintegración en sus países de origen”, defendió.
El compromiso para la salida de los mercenarios es parte del acuerdo de alto el fuego firmado el pasado octubre y que permitió la apertura de un nuevo proceso político en Libia, pero por ahora no se ha cristalizado, según los informes de la ONU.
Las potencias del Consejo de Seguridad urgieron también a su retirada durante la reunión mantenida hoy y denunciaron las repetidas violaciones del embargo de armas que pesa sobre el país.
Según Kubis, la desmovilización de combatientes extranjeros en Libia debe acompañarse de nuevos esfuerzos en toda la región para dar respuesta a las causas de la inestabilidad, incluyendo programas de desarrollo centrados en los jóvenes.
El representante de Naciones Unidas consideró que ese apoyo, financiado por la comunidad internacional, debe combinarse con una acción decidida contra las bandas criminales que trafican con personas y mejoras en el control de fronteras.
En ese sentido, defendió que es necesario que se replantee el enfoque de la Unión Europea (UE) en las cuestiones de refugiados y migrantes, trabajando en cooperación con Libia, la ONU y la Unión Africana (UA).
Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la OTAN contribuyera al triunfo de los distintos grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
El Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), que se instaló en Trípoli en 2016 con apoyo de la ONU, recibió el apoyo militar del Ejército turco y de miles de soldados de fortuna sirios enviados desde Ankara mientras que el mariscal Jalifa Hafter, líder militar y tutor del antiguo Gobierno no reconocido en el este del país, incorporó a sus filas miles de mercenarios rusos, sudaneses, chadianos y árabes.
Tanto los mercenarios rusos, chadianos y sudaneses como sus colegas sirios, además de oficiales del Ejército turco, permanecen todavía en Libia pese a las continuas demandas de la misión especial de la ONU en Libia (UNSMIL).
Desde el pasado marzo, el poder está en manos del Gobierno Nacional de Unidad (GNU), elegido por el Foro para el Diálogo Político de Libia (FDPL), un organismo no electo creado por la ONU al margen de los gobiernos hasta entonces enfrentados y que debe unificar el país, mantener el alto el fuego y conducirlo hasta la elecciones legislativas.
EFE
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