La Audiencia Territorial de Berlín rechazó en la madrugada de ayer el recurso por vía de urgencia presentado por la policía contra la convocatoria de la marcha. El senador de Interior Andreas Geisel criticó abiertamente la decisión judicial, argumentando que «el derecho a la manifestación no significa derecho a violar la ley», pero fue en vano. Unas 18.000 personas se reunieron en la capital alemana para protestar contra las restricciones para atajar la pandemia y en la concentración no se respetaba la distancia de seguridad ni el uso de mascarillas, por lo que la policía anunció que «no nos queda otro remedio que disolver» unas dos horas después de haber comenzado las marchas. Durante la jornada se efectuaron decenas de detenciones de manifestantes que se resistían a abandonar la protesta.
Rosalía Sánchez | ABC
«¿Por qué viene a hacerme preguntas si después escribirá lo que le manden?», mostraba su hostilidad con la prensa Joergen, dentista de profesión y convencido de que «la prensa no hace más que repetir las consignas de los gobiernos sin someterlas la menor comprobación o crítica». «Están ustedes siendo cómplices de que conculquen nuestros derechos y además nos insultan», continuaba, indignado, «yo no soy de extrema derecha, no creo en teorías de la conspiración, pero creo lo que veo. Y lo que veo es que el gobierno está restringiendo la libertad de movimientos, que está endeudándose a costa de los contribuyentes para lanzar toneladas de dinero y pidiendo crédito con países no solventes. Y todo sin consultarnos. Y que por decir esto en voz alta nos llaman locos y nos ridiculizan en las redes sociales».
La manifestación había sido convocada por la organización con sede en Stuttgart «Querdenken 711» (Pensamiento Lateral 711). Uno de sus fundadores, el empresario Michael Ballweg, afirma que el objetivo último es nada menos que la celebración de nuevas elecciones en octubre de 2020. «Como emprendedor, se que siempre hay que establecer grandes objetivos», explicaba hoy a varios corresponsales extranjeros, «en esta demostración está circulando un virus, el virus de la libertad». Ballweg no es políticamente activo y no pertenece a ningún partido. Está convencido de que «la democracia no está funcionando porque ha dejado de proteger derechos fundamentales». Pero a su movimiento se suman los antivacunas de Hans Tolzin, promotores de las protestas, miembros del partido antieuropeo y antiextranjeros Alternativa para Alemania (AfD), a los que ha pedido que no hagan «travesuras partidistas», jóvenes que participan también en las movilizaciones pro clima y políticos tan poco sospechosos de paranoias colectivas como Nico Weinmann, del Partido Liberal (FDP): «He acogido con satisfacción la decisión del tribunal, no hay nada más sano en democracia que la participación y que la gente exprese lo que de verdad piensa, aunque llamo a los participantes a respetar las normas de protección mientras sigan en vigor, por su puesto, y a examinar críticamente las ideas de quienes participan en el evento».
Pero cuando la policía comenzó a anunciar a través de los megáfonos la necesidad de disolver la concentración, la mayoría de los participantes se negó a obedecer, tanto ante la Puerta de Brandemburgo como a lo largo de Friedrich Strasse y en torno a la Columna de la Victoria. Sentados en el suelo, gritaban consignas como «libertad», «resistencia» o «nosotros somos el pueblo», la frase que se repetía en las manifestaciones de Berlín Este las semanas anteriores a la caída del Muro de Berlín. «Es una vergüenza que la policía intervenga, esto es una marcha pacífica y festiva, he traído aquí a mis hijos porque considero que es parte de su formación básica sobre la democracia, porque quiero que aprendan a hacer valer sus opiniones, aunque no sean las que los dirigentes del sistema consideren más convenientes», se quejaba Leon, diseñador, junto a sus dos hijos de 12 y 14 años. «¿Qué es lo que esperan?», preguntaba Ester, maquilladora de 34 años, «¿que aceptemos que nos quiten derechos sin siquiera preguntar por qué, que dejemos de pensar porque nos meten miedo con el virus? ¡Por Dios! ¡No se han enterado de que estamos en el siglo XXI!». «No estamos locos, ya sabemos que hay que tomar en serio el virus, pero eso es compatible con la defensa de nuestros derechos y de nuestras libertades», insistía Cristina, estudiante de 22 años en cuya camiseta lucía un retrato de Julian Assange, fundador de Wikileaks.
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