Naya Rivera desapareció el miércoles en el lago Piru. Es una popular zona recreativa ubicada a 90 kilómetros de Los Ángeles, en el Bosque Nacional Los Padres, a la que acuden numerosos visitantes para navegar, hacer deportes acuáticos y organizar acampes. Si embargo, el lago tiene muchos antecedentes trágicos, por lo que muchos habitantes de la región lo consideran maldito y piden a las autoridades que señalicen mejor el lugar para evitar que sigan ocurriendo desgracias.
El Departamento del Sheriff del condado de Ventura difundió este viernes un video en el que aparece Rivera junto a su hijo llegando a un muelle en el lago. En las imágenes se ve a Rivera y a Josey saliendo de un auto en el estacionamiento y caminando hacia el muelle. Unos 11 minutos después, uno de botes parte del muelle y navega sobre el lago. Las autoridades consideran que Rivera, de origen puertorriqueño y una de las caras más reconocidas de la serie Glee, murió ahogada.
Si bien la natación está permitida en el lugar, que no concentra muchos de los peligros de las aguas abiertas, “a veces el agua llega a estar muy fría y pueden darse elementos de hipotermia”, dijo en una rueda de prensa el sargento Kevin Donoghue. El funcionario policial afirmó que la vegetación y la profundidad de las aguas están dificultando las labores búsqueda, porque los equipos de buceo no puedan trabajar con seguridad. No se descarta la posibilidad de que esas mismas plantas acuáticas hayan sido un problema para Rivera, ya que “si el cuerpo se enganchó con algo puede que nunca salga a la superficie”, sostuvo el oficial.
Piru no es un lago natural, y su lecho está cubierto por árboles y los más diversos desechos. Se creó en 1955, tras la construcción de la presa de Santa Felicia en el arroyo Piru, que es un afluente del río Santa Clara.
La “maldición del lago Piru” se remonta al menos hasta 1994, cuando Jesús Danilo Carranza, un habitante de North Hollywood de 27 años murió ahogado tras salir a nadar con su familia. Lo impactante del caso es que tenía puesto el chaleco salvavidas, según cuenta Los Angeles Times.
La siguiente víctima fue Liborio Dominguez, de Long Beach, en julio de 1997. Se ahogó tras lanzarse desesperado al agua para rescatar a su hija, que había caído momentos antes. La niña sobrevivió, pero su padre no. Su cuerpo recién pudo ser recuperado días más tarde.
Dos personas más murieron ese mismo año, el más trágico de todos. El 1 de septiembre, Isidro Castillo, de 22 años, que había salido a pasear en bote con su novia, se dio cuenta de que no podía regresar a la embarcación tras nadar durante algunos minutos. Su pareja le arrojó una boya, pero él nunca la alcanzó. Su cuerpo apareció 24 horas más tarde.
Pocas semanas después le tocó a Ulises Anthony Mendoza, de 30 años, que había ido al lago a pasar una tarde de sol y agua con su familia. Tampoco pudo regresar al bote tras meterse en el agua y se ahogó. El cadáver fue encontrado el 30 de septiembre.
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Hay registro de otros dos casos en 1998. Uno era empleado del muelle: Arthur Raymond Caladara, que se ahogó en circunstancias nunca esclarecidas. El otro era Vy Xuan Dang, de 30 años, que estaba con su familia y fue arrebatado por una corriente traicionera, que se lo llevó.
Eric Cruz, de 25 años, nadaba a solo tres metros de la orilla en el año 2000. Sin embargo, tras encontrarse con ciertas dificultades para alcanzar un bote a control remoto que estaba navegando, entró en pánico, se paralizó y simplemente se ahogó.
En agosto de 2008 la víctima fue Anatoly Naftoli Smolyansky, de 39 años. Como Liborio Dominguez, se lanzó para rescatar a su hija de 5 años, que había caído al agua. Su cuerpo fue hallado recién una semana más tarde. En mayo de 2010, fue Roberto Barrios, de 36 años. Había ido a nadar en una embarcación precaria, que fue empujada por el viento sin que él notara. Nunca la alcanzó.
Douglas West, ex gerente de servicios de parques y recreación del lago Piru, le dijo a Los Angeles Times en el 2000 que, a lo largo de 23 años de trabajo en el lugar, recordaba cerca de una docena de muertes por ahogamiento. La mayoría, nadadores sin experiencia que subestimaron los peligros de esas aguas. Las ráfagas de viento y las profundas columnas de agua helada pueden ser una combinación muy peligrosa.
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