Los primeros afectados por la COVID-19 en los Estados Unidos fueron los pequeños empresarios, como los dueños de restaurantes; sin embargo, a estas alturas de la pandemia que ha dejado más de 5 millones de personas contagiadas en ese país, las cadenas restauranteras han comenzado a padecer las consecuencias de las restricciones y la falta de clientes.
Por Infobae
Han pasado casi ocho meses desde que se detectó el primer caso de coronavirus en esa nación y ahora los propietarios de cadenas como The Cheesecake Factory o Applebee’s se enfrentan a la riesgosa probabilidad de no poder pagar sus deudas.
Esta situación conllevaría complejas consecuencias para la industria de la restauración, pues los dueños se podrían ver obligados a solicitar protección por bancarrota, tomar la decisión de cerrar algunos de sus locales o, en el peor de los casos, liquidar. Un ejemplo de esta situación es California Pizza Chicken, la cual se declaró en quiebra y ha tomado la determinación de cerrar algunas de sus sucursales.
Según la Asociación Nacional de Restaurantes, la industria de la restauración -el segundo mayor empleador del sector privado en Estados Unidos- se encuentra entre las más afectadas por la pandemia, con pérdidas estimadas en USD 240.000 millones para finales de año.
Actualmente, las seis mayores cadenas que pasan por una dura crisis y tienen probabilidades de incumplir con sus deudas son Dave & Buster’s, Outback Steakhouse, Denny’s, The Cheesecake Factory, Applebee’s, IHOP y restaurantes BJ’S.
A pesar de esto, de acuerdo con un informe de S&P Global Market Intelligence, la situación es menos compleja para los grandes restaurantes que cotizan en la bolsa de valores, pues tienen menos posibilidades de incumplir con sus obligaciones durante el 2021; no obstante, los analistas señalaron que deben mantener presente que el riesgo financiero continúa latente.
Las principales preocupaciones de los expertos están relacionadas con el hecho de que se eliminarán muchos asientos en los restaurantes como medida para mitigar la propagación del virus, así como la desaparición de la ayuda de USD 600 para aquellos estadounidenses que se habían quedado en el desempleo durante la pandemia.
“Los continuos golpes financieros del virus y la incertidumbre sobre si los consumidores recibirán mayores beneficios de desempleo continúan presionando a la industria a medida que más empresas entran en bancarrota”, señalan en el reporte. En este sentido es importante recordar que el Congreso estadounidense continúa discutiendo si se deben extender las ayudas.
Sin embargo, los datos más recientes en relación a las peticiones de ayuda por desempleo han sido favorables, pues se situaron por debajo del millón en la semana que finalizó el 8 de agosto por primera vez desde marzo, al alcanzar los 963.000 nuevos solicitantes, frente a los 1,191 millones de la semana anterior, según los datos publicados este jueves por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos.
De esta forma, desde que el Departamento comenzó a informar de que las peticiones estaban siendo afectadas por la pandemia de COVID-19, un total de 56,6 millones de estadounidenses han solicitado acogerse a este tipo de prestación.
En el panorama restaurantero, las cifras de S&P señalaron que las ventas cayeron un 26% durante el mes de junio a comparación del mismo periodo del año anterior. Aunque es relevante mencionar que las cadenas de comida rápida, como McDonald’s, se han mantenido sólidas a pesar de la situación sanitaria.
Hasta el 10 de julio, 26.160 restaurantes habían cerrado en Estados Unidos, de los cuales 60% (15.770) dejaron de operar permanentemente, según datos de la aplicación Yelp, la cual permite evaluar y recomendar comercios.
El impacto de estos golpes se han sentido especialmente en las principales ciudades y regiones que dependen del turismo durante los meses de verano para mantenerse a flote el resto del año.
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