El gobierno de Estados Unidos ejecutó el jueves a un narcotraficante y asesino serial por su participación en un alto número de homicidios en la capital de Virginia en 1992, a pesar de los reclamos de sus abogados de que la inyección letal podría causarle un dolor insoportable debido a los daños pulmonares causados por una reciente infección de COVID-19.
Por Infobae
Corey Johnson, de 52 años, fue el 12mo reo que muere en el complejo penitenciario federal en Terre Haute, Indiana, desde que el gobierno de Donald Trump reinició las ejecuciones federales tras un parate de 17 años.
Johnson fue declarado muerto a las 23:34 horas.
La ejecución de Johnson -y la de Dustin Higgs- son las últimas antes de la juramentación la próxima semana del presidente electo, Joe Biden, quien se opone a la pena capital federal y ha indicado que acabará con su uso. Los dos reclusos contrajeron el coronavirus, lo que les valió una suspensión temporal de su ejecución esta semana, antes de que los tribunales superiores permitieron que el proceso siguiese adelante.
Los abogados habían alegado que las inyecciones letales de pentobarbital causan un repentino edema pulmonar, donde el líquido llena rápidamente los pulmones provocando una sensación similar a la del ahogamiento. El nuevo argumento era que el líquido llegaría a los pulmones del preso, dañados por el COVID-19, de inmediato, mientras estaba aún consciente.
Johnson estuvo implicado en uno de los peores episodios de violencia de pandillas nunca vistos en Richmond, con 11 muertos en 45 días. Él y otros dos miembros de la banda Newtowne fueron sentenciados a muerte por la ley federal contra narcotraficantes a gran escala.
Las últimas palabras
“Estoy bien. Estoy en paz”, dijo Johnson, de 52 años, antes de ser condenado a muerte, según The Associated Press. El condenado a muerte fue atado a una camilla y le inyectaron dosis letales de pentobarbital, según Reuters.
En su testimonio final, Johnson mezcló sensaciones diferentes: comida, religión y arrepentimiento. Agradeció a su ministro y abogado y dijo que su última comida de pizza y un batido de fresa fue “maravillosa”, pero agregó que no recibió las “donas rellenas de gelatina” que quería.
“Quiero decir que siento mis crímenes. Quería decir eso a los familiares que fueron victimizados por mis acciones y quiero que se recuerden esos nombres. Hubiera pedido perdón antes, pero no sabía cuánto lo sentía. Espero que encuentren paz.
A mi familia, decirles que siempre la amé y su amor me ha hecho real. En las calles buscaba atajos, tenía buenos modelos a seguir, pero buscaba de lado… estaba ciego y fui estúpido.
No soy el mismo hombre que fui.
Al personal de la SCU, gracias, han sido amables.
La pizza y el batido de fresas fueron maravillosos, pero no tuve las donas rellenas de gelatina. ¿Qué sucedió? Esto debería ser solucionado.
Gracias al capellán, fue amable.
Gracias a mi equipo legal. Don ha sido más que un abogado, se ha convertido en un amigo.
Estoy agradecido a mi ministro. Estoy bien. Estoy en paz”.
Minutos después, las autoridades federales le inyectaron pentobarbital. Johnson moriría a las 23:34 de este jueves.
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