Cientos de gasolineras cerradas, letreros con los precios tapados, colas kilométricas. Los ataques rusos contra infraestructuras claves ucranias han derivado en una enorme escasez de combustible en todo el país. La falta de gasolina, las restricciones para repostar y la subida de los precios dificultan la salida y los movimientos de la ciudadanía de las zonas más afectadas por la invasión rusa. También complican la distribución de suministros y ayuda humanitaria en el país más extenso de Europa, con más de 600.000 kilómetros cuadrados.
La mitad de las gasolineras ucranias no están completamente operativas, según cálculos del sector, y la mayoría de las que permanecen abiertas han puesto un límite a la población civil. Los problemas de combustible alimentan una sensación de cierta angustia cuando el Gobierno ha alertado de que Rusia se prepara para lanzar nuevos e intensos ataques en varias zonas del país y las tropas ucranias impulsan una contraofensiva en el noreste.
En Dobropillia, una pequeña localidad de la región de Donetsk, en el área de Donbás, el verdadero centro está estos días en la estación de servicio operativa en muchos kilómetros a la redonda. Los pocos que quedan en la zona probablemente estén o pasen en algún momento por allí. No hay gasolina, pero sirven gas. Y no son pocos los coches que se alimentan con esta fuente de energía. La cola para repostar es kilométrica. Hace más de dos semanas que la estación no recibe suministros y los conductores se apresuran a llenar antes de que se terminen las reservas o se introduzcan también restricciones en el repostaje de gas.
La cola es tan larga que Olha decidió guardarle un sitio a su padre, Aleksandr cuando pasaba por la gasolinera, a pie. Cuando llega al volante de un viejo Moskvich brillante, duro y sólido como una roca, hace una maniobra para meterse en medio de la fila que le granjea varios bocinazos. El hombre, de 65 años, completa su escasa pensión trabajando de taxista y si no reposta no trabaja, comenta. Por ahora va bien porque su depósito es de gas, pero le inquieta la subida de los precios. A su hija Olha, que tiene una niña de dos años, le preocupa quedarse bloqueada en Dobropilia. “El principio de la guerra fue un shock enorme, luego empezaron a subir los precios de los productos, hubo más ataques. Y ahora esto”, se lamenta.
El ataque de las fuerzas de Vladímir Putin a la gran refinería de petróleo de Kremenchuk, en la región de Poltava, el 25 de abril, ha dejado a Ucrania en una situación de carestía que empeora un problema ya creado por los cuellos de botella en el transporte en un país en guerra y enorme, y por el corte de suministro desde Bielorrusia, aliada de Moscú. A aquella ofensiva, que dejó la refinería completamente destruida, se sumaron varios ataques contra depósitos de combustible e infraestructuras por todo el país. El Ministerio de Defensa ruso ha asegurado también que ha atacado varios almacenes de productos derivados del petróleo utilizado por el Ejército ucranio.
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