Los demócratas mantienen la mayoría lograda en 2018 en la Cámara de Representantes. Aunque esperada, esa ventaja constituye una de las pocas certezas de la noche electoral estadounidense. Se trata de un espacio de poder no menor, pues en el último año ha obligado a los republicanos del Senado a negociar cualquier medida económica de calado, ha permitido investigar al presidente y hasta aprobar un impeachment.
Por EL PAÍS
El análisis, sin embargo, era igual de ambiguo que la elección presidencial este miércoles por la mañana. El grupo liderado por Nancy Pelosi había perdido al menos cinco escaños netos (dos ganados a los republicanos, menos siete perdidos). En estas elecciones se renovaba la totalidad de los 435 escaños de la Cámara baja, en la que los demócratas tienen 232 asientos frente a los 197 de los republicanos.
Entre los demócratas más populares que mantienen su mandato está Alexandria Ocasio-Cortez, que ganó con comodidad la reelección por el distrito 14 de Nueva York. Logra así un segundo mandato como una de las representantes del ala más izquierdista del partido.
Las aspiraciones demócratas de recuperar el control del Senado se desvanecieron según pasaban las horas. Los primeros resultados indican que el republicano Mitch McConnell mantendrá su mayoría, y con ella, la llave del poder en Washington, sea quien sea el presidente. En el ambiente hiperpolarizado de EE UU, un Congreso dividido prácticamente garantiza otro año de parálisis legislativa. McConnell se presentó a sí mismo en campaña como “la última línea de defensa frente al desastre” si Biden ganaba la presidencia.
El senador demócrata Doug Jones ha perdido su escaño en Alabama frente al republicano Tommy Tuberville, como vaticinaban las encuestas. Lo mismo le pasó al republicano Cory Gardner en Colorado, derrotado por el exgobernador demócrata John Hickenlooper por más de 10 puntos. Con estos resultados, el Senado seguía como ha estado en los últimos seis años: 53 escaños republicanos y 47 demócratas. Los demócratas avanzaron un escaño gracias a Arizona, donde el astronauta Mark Kelly ganó frente a la senadora republicana Martha McSally, en paralelo con la ventaja de Joe Biden sobre Donald Trump en este Estado, que este miércoles a la mañana le ganaba por poco más de tres puntos.
En esta situación, las esperanzas demócratas de lograr los cuatro escaños necesarios para hacerse con el control de la Cámara alta pasaban por Maine, Carolina del Norte y Montana. En este último, después de una noche de tensión, el gobernador Steve Bullock no logró arrebatar el escaño a su rival republicano.
El miércoles por la mañana, las esperanzas de arrebatar a McConnell su poder como árbitro de Washington se reducían a unas pocas decenas de miles de votos en tres Estados. En Carolina del Norte, el senador republicano Thom Tillis defendía su escaño por apenas 90.000 votos (el 1%), con el 93% escrutado. Si los demócratas no consiguen esa victoria será difícil que logren su objetivo. Lo mismo ocurría en Maine, donde la senadora Susan Collins mantenía su escaño por 40.000 votos, pero aún faltaba el 25% por escrutar por la mañana.
Finalmente, los demócratas aspiraban al escaño por Georgia de David Perdue. En un recuento de infarto que iba en paralelo al de la elección presidencial, Perdue parecía mantener el escaño en la mañana del miércoles. Si no lograra el 50% de los votos, la elección se traslada a una segunda vuelta en enero. El otro escaño de Georgia también se va a decidir en segunda vuelta.
Dos de los senadores republicanos más detestados por los demócratas se jugaban la reelección. El propio líder de la mayoría, Mitch McConnell, artífice del bloqueo que paralizó los dos últimos años de la presidencia de Barack Obama, ganó con facilidad su escaño de Kentucky contra Amy McGrath, una veterana del Ejército que trató de jugar la baza conservadora moderada.
El otro era el senador Lindsey Graham, presidente del Comité de Justicia que realizó la confirmación exprés de la magistrada Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo, que sobrevivió a una de las peleas más duras de su carrera. Ganó con más facilidad de la esperada al demócrata Jaime Harrison. El asalto al escaño de Graham llevó a Harrison a recaudar 57 millones de dólares (49 millones de euros) en todo el país, el récord histórico en una elección al Senado. Fue inútil. La misma dinámica se dio en Texas, donde una movilización sin precedentes que los demócratas llevan construyendo desde 2018 no fue suficiente para desbancar al senador John Cornyn.
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